Hoy 14 de diciembre
estamos en pleno Adviento, época para prepararnos para La Navidad. Y todos aquellos
que alguna vez nos obligamos por nuestro honor a: SERVIR A DIOS, A LA PATRIA Y
A LA IGLESIA, A AYUDAR AL PRÓJIMO EN CUALQUIER CIRCUNSTANCIA, Y A CUMPLIR LA
LEY SCOUT, sabemos que La Navidad es una época en que más importa lo que se da, que lo
que se recibe.
Sin embargo nos corresponde
vivir en un tiempo y espacio en donde las hadas parecieran confabularse
contra la idea de Ayudar al Prójimo, y es que en estos escenarios en que
coexistimos, acciones tan simples y elementales como detenerse en una carretera
para auxiliar a un accidentado, se revisten de un riesgo tan grande, que la más
esencial prudencia nos recomienda no hacerlo, para no poner en riesgo nuestra
vida.
Y como en aquellas
viejas películas que recrean un futuro post-apocalíptico (tipo Mad Max del ‘79),
esas circunstancias nos apartan de los valores sociales más básicos y
fundamentales, valores sin los cuales la sociedad se deshumaniza y transforma cual
Jaurías de Perros Jaros – como las mencionadas por Rudyard Kipling en su “Libro
de Las Tierras Vírgenes” (The Jungle Book) - que destruyen y arrasan todo a su
paso guiados por los más primitivos instintos de supervivencia.
Pero La Navidad,
nos regala una nueva oportunidad para guardar esos primitivos instintos en el
fondo del morral dejando especio libre para que el AMOR regrese a nuestros
hogares y corazones. Por eso la invitación para que la llegada del Niño Dios,
nos reencuentre con nuestros valores esenciales, y nos permita reconciliarnos
como Hermanos e Hijos de Dios, para reconstruir nuestra querida Caracas, para que
así pueda volver a reclamar y ostentar con orgullo su título de La Sucursal del
Cielo.
La bella imagen de Maria de la Esperanza, montada en el Burrito Sabanero de nuestra Navidad Criolla, que junto a su esposo Jose y con sus alforjas repletas de confianza y fe siguen a la estrella que los guía por el camino a Belen, nos servirá de ejemplo a Los Caraqueños para llenar nuestros morrales de Confianza, Seguridad y Esperanza en que sobre nuestro querido Avila brillara nuevamente la Luz del Amor de una nueva Navidad.
Les dejo bajo el arbolito este bello relato, no es mío pero hace mucho tiempo que me llego por
internet de algún autor lastimosamente desconocido, me gusta, está vigente y nos muestra el camino a seguir:
FELIZ NAVIDAD PARA TODOS… ...
LA CAMARERA
Casi no la había visto. Era una señora anciana con el
auto varado en el camino.
El día estaba frió, lluvioso y gris. Juan se pudo dar
cuenta que la anciana necesitaba ayuda.
Estacionó su vetusto automóvil delante del Mercedes de
la anciana, aún estaba tosiendo cuando se le acercó.
Aunque con una sonrisa nerviosa en el rostro, se dio
cuenta que la anciana estaba preocupada. Nadie se había detenido desde hacía
más de una hora, cuando se detuvo en aquella transitada carretera.
Realmente, para la anciana, ese hombre que se
aproximaba no tenía muy buen aspecto, podría tratarse de un delincuente.
Más no había nada por hacer, estaba a su merced. Se
veía pobre y hambriento.
Juan pudo percibir como se sentía.
Su rostro reflejaba cierto temor.
Así que se adelantó a tomar la iniciativa en el
diálogo:
-
"Aquí vengo para ayudarla señora, entre a su
vehículo que estará protegida del clima. Mi nombre es Juan "-.
Gracias a Dios solo se trataba de un neumático bajo,
pero para la anciana se trataba de una situación difícil.
Juan se metió bajo el carro buscando un lugar donde
poner el "gato" y en la maniobra se lastimó varias veces los
nudillos.
Estaba apretando las últimas tuercas, cuando la señora
bajó la ventana y comenzó a platicar con él.
Le contó de donde venía; que tan sólo estaba de paso
por allí, y que no sabía como agradecerle. Juan sonreía mientras cerraba el
baúl del coche guardando las herramientas.
Le preguntó cuanto le debía, pues cualquier suma sería correcta dadas las circunstancias, pues pensaba las cosas terribles que le hubiese pasado de no haber contado con la gentileza de Juan.
Le preguntó cuanto le debía, pues cualquier suma sería correcta dadas las circunstancias, pues pensaba las cosas terribles que le hubiese pasado de no haber contado con la gentileza de Juan.
Él no había pensado en dinero. Esto no se trataba de
ningún trabajo para él. Ayudar a alguien en necesidad era la mejor forma de
pagar por las veces que a él, a su vez, lo habían ayudado cuando se encontraba
en situaciones similares.
Juan estaba acostumbrado a vivir así.
Le dijo a la anciana que si quería pagarle, la mejor
forma de hacerlo sería que la próxima vez que viera a alguien en necesidad, y
estuviera a su alcance el poder asistirla, lo hiciera de manera desinteresada,
y que entonces... - "tan solo piense en mí"-, agregó despidiéndose.
Juan esperó hasta que al auto se fuera. Había sido un
día frío, gris y depresivo, pero se sintió bien en terminarlo de esa forma,
estas eran las cosas que más satisfacción le traían. Entró en su coche y se fue
a su casa.
Unos kilómetros mas adelante la señora divisó una
pequeña cafetería.
Pensó que sería muy bueno quitarse el frío con una
taza de café caliente antes de continuar el último tramo de su viaje.
Se trataba de un pequeño lugar un poco desvencijado.
Por fuera había dos bombas viejas de gasolina que no se habían usado por años.
Al entrar se fijó en la escena del interior.
La caja registradora se parecía a aquellas de cuerda
que había usado en su juventud. Una cortés camarera se le acercó y le extendió
una toalla de papel para que se secara el cabello, mojado por la lluvia.
Tenía un rostro agradable con una hermosa sonrisa.
Aquel tipo de sonrisa que no se borra aunque estuviera muchas horas de pie. La
anciana notó que la camarera estaría de ocho meses de dulce espera, y sin
embargo esto no le hacía cambiar su simpática actitud.
Pensó en cómo gente que tiene tan poco pueda ser tan
generosa con los extraños.
Entonces se acordó de Juan... luego de terminar su café caliente y su comida, le alcanzó a la camarera el precio de la cuenta con un billete de cien dólares; cuando la muchacha regresó con el cambio constató que la señora se había ido.
Pretendió alcanzarla, al correr hacia la puerta vio en
la mesa algo escrito en una servilleta de papel al lado de 4 billetes de $100.
Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando leyó la
nota:
-
"No me debes nada, yo estuve una vez donde tú
estás. Alguien me ayudó como hoy te estoy ayudando a ti. Si quieres pagarme,
esto es lo que puedes hacer: no dejes de asistir y ser bendición a otros como
hoy lo hago contigo. Continúa dando de tu amor y no permitas que esta cadena de
bendiciones se rompa. Aunque había mesas que limpiar y azucareras que llenar,
aquél día se le fue volando.
Esa noche, ya en su casa, mientras la camarera entraba
sigilosamente en su cama, para no despertar a su agotado esposo que debía
levantarse muy temprano, pensó en lo que la anciana había hecho con ella.
¿Cómo sabría ella las necesidades que tenían con su
esposo, los problemas económicos que estaban pasando, máxime ahora con la
llegada del bebé?
Era consciente de cuan preocupado estaba su esposo por
todo esto.
Acercándose suavemente hacia él, para no despertarlo,
mientras lo besaba tiernamente, le susurró al oído:
- "Todo va a estar
bien, te amo... Juan" -.
Me
llego por Internet, autor “muy lastimosamente” desconocido. Compartido para Ustedes por:
Pterodáctilo
Ancestral
Diciembre 2016
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