martes, 2 de noviembre de 2021

Aullidos de madrugada

 

Aun el Sol no calienta a la Sultana del Ávila y, arrullada por el cantar de las quebradas que la atraviesan de norte a sur, la urbanización enclavada dentro de la montaña, continúa durmiendo, pero en lo que concierne a este relato, lo que verdaderamente nos interesa es que aún no amanece en LAS RESIDENCIAS GALINDO … … …

 

Cesar duerme abrazado a la bella dama que es su amada esposa desde hace veinte años, sueña, no sabe con qué ni con quién, solo sabe que sueña, imprevistamente, de la nada, en medio del sueño inicia un aullido, de uno, de dos, de mil, de millones, de infinitos perros, un aullido que inicia a lo lejos, como un rumor, pero que de inmediato va in crescendo, aumentando como si se fueran sumando más y más animales a aquel terrorífico coro, como si la manada se fuera acercando y llegando hasta donde Cesar duerme, como si la jauría se adueñara del edificio, del apartamento, del cuarto, del sueño de Cesar, Cesar sueña, ¿Cesar sueña??? … …

 

Erick el guachimán no estaba hoy de turno, pero su socio y compañero que debía sustituirlo nunca llegó a reemplazarlo, por eso había tenido que quedarse por cuarta noche seguida en aquella fría, húmeda y minúscula garita ubicada junto a la puerta principal de LAS RESIDENCIAS GALINDO, el presidente de la junta y algunos vecinos en agradecimiento le habían llevado tres arepas de Reina Pepiada, un batido de lechosa y un termo café para cenar, él había comido mientras escuchaba el juego de los Navegantes contra las Águilas en Maracaibo, los cerradores turcos habían vuelto a fracasar y nuevamente a su amado Magallanes lo habían dejando en el terreno en la décima entrada. «Definitivamente debo cambiarme de equipo – recordó para sí – ahora perdemos hasta con Zulia». Después de eso se había olvidado de sus labores y por el cansancio de redoblar turno, se quedó dormido, se quedó bien dormido, se quedó totalmente dormido, y Erick más nunca despertó … …

 

Luis es madrugador, le encanta despertar antes del amanecer y disfrutar de la ubicación de LAS RESIDENCIAS GALINDO al pie de El Ávila, lo que hace que antes de la salida del sol, su apartamento se llene de un impredecible y multifacético coro interpretado por “cientos o miles de aves” del cerro caraquequeño; un concierto que podría presentarse digna y triunfantemente en cualquier teatro del mundo; una interpretación diferente cada día, un estreno cada madrugada. Pero esta mañana lo que despertó a Luis fue un silencio ensordecedor, no se escuchaba ni un trino de cristofué, ni un grito de guacamaya, ni el más mínimo canto de una guacharaca o el más insignificante silbido de un turpial. Aun confundido, y adormilado se para en la oscuridad y tambaleante camina hacia la ventana de su cuarto, asomado desde allí observa el cerro aun en penumbra, de inmediato lo sobrecoge el completo silencio que le llega desde aquellas sombras, cuando sin aviso, de la nada, pero por todos lados y de todos lados, le llega, lo envuelve aquel terrible aullido, de inmediato pensó que jamás había escuchado algo semejante, y la verdad es que Luis jamás escucharía más nada … …

 

Ricardo, Jorge, Corina, Carlos y Natacha, son estudiantes de la universidad que comparte terrenos con la urbanización, el apartamento lo compró el padre de Corina cuando su hija menor se mudó de Ciudad Bolívar a Caracas para estudiar Estudios Liberales en la UNIMET; las lenguas, chimes y envidias de las vecinas del edificio (a la que nuestros estudiantes llaman LAS DOÑAS), dicen que la plata le vino de un negocio con minas de oro en El Callao, nadie sabe si eso es verdad, nadie conoce en dónde nació aquel chisme, nadie lo puede corroborar, pero lo que sí es seguro, lo que sí es verdad es que Corina y sus “compañeros de estudió”, convirtieron aquel PH de la torre Norte de LAS RESIDENCIAS GALINDO en su salón de estudio, biblioteca, sala de cine, cibercafé, fotocopiadora, cocina, baño, lugar de relax, guarida, madriguera, cubil, caverna, antro y eventualmente en laboratorio y nido de amor para algunos de ellos. Ahora con las clases vía Internet, la pandilla aprovechaba el sistema de 50 Mbps por NETUno, que el padre de Corina ha contratado para su querubín. Ese día habían terminado los exámenes de la 8va semana y la pandilla se habían reunido a jugar truco en la terraza del PH con vista al cerro y a la ciudad, compartiendo un exquisito ron Linaje de Sta. Teresa. “TRUCO” – grito Ricardo – “RETRUCO” – reviro Corina – “VALE NUEVE” – intento responder Jorge cuando inició el aullido. Atemorizados y curiosos, todos se pararon y se asomaron buscando el origen, se miraron a las caras, Carlos, que nunca perdía oportunidad, aprovecho para abrazar a Corina que temblaba de miedo y frío, eso fue todo, nunca se terminó aquel abrazo, nunca acabó aquel juego, más nunca jugaron truco, ni jugaron más nada … …

 

Maria del Carmen, siempre recordaba la primera noche que durmió en la conserjería de LAS RESIDENCIAS GALINDO de la calle uno de aquella urbanización enclavada en terrenos robados al Parque Nacional, la ventana de su cocina daba para la quebrada homónima, y durante la noche y especialmente antes del amanecer el bullicioso chirriar de las ranas, le hicieron sentir que aún se encontraba enchinchorrada contra Saúl, en el rancho que su Negro tenía en el conuco sembrado a las riberas del Rio Tuy, cerca de su natal San Francisco de Yare; desde ese día la chica disfrutaba de levantarse muy temprano, colar café, llenar generosamente su taza de peltre y sentarse bajo la ventana de la cocina a sorber el primer guayoyo sin azúcar del día, mientras se dejaba transportar por aquel canto hasta día más felices cuando dormía abrazando su desnudo cuerpo de niña-mujer al de su negro, arrullada por el canto de otras ranas, al borde de otras quebradas; al Negro Saúl lo mato la Guardia Nacional una noche del 2020, por salir sin salvoconducto pa´l conuco a cosechar la yuca durante una semana de confinamiento radical, por eso ella se vino pa´ Caracas, y se puso a trabajar en la consejería de aquel edificio. Tan extasiada estaba en sus recuerdos, visiones, fantasías, lujurias, que no se percató de que esa madrugada las ranas de la quebrada Galindo no cantaban, hasta que el aullido se hizo inmenso y la hizo retornar de su trance; regresada a la pequeña cocina, intento descifrar a qué tipo de jauría correspondía aquel inmenso clamor, y en eso precisamente estaba cuando intento llevarse la humeante taza de peltre a los labios, pero ya no pudo degustar su café, ya más más nunca pudo degustar más nada … …

 

Daniel y Patricia se casaron hace una semana, se fueron de luna de miel al pueblo de Galipán y de inmediato se instalaron a vivir en uno de los apartamentos que el papá de Paty tenía en LAS RESIDENCIAS GALINDO; ambos son colegas en una oficina de arquitectura y desde marzo del 2020 el COVID los confino a laborar desde sus casas en lo que ahora llaman teletrabajo, una de las ventajas es que de esa manera pueden permanecer en la recién estrenada cama matrimonial hasta un poco más tarde cada mañana; decimos “permanecer y no dormir”,  porque los jóvenes enamorados, desde que eran novios, acostumbraron a disfrutar de lo que ellos bautizaron como “EL MADRUGADOR”, cuya singularidad radica en que debe suceder antes de que salga el sol, para que de esa manera sea el azimut que marque el rumbo del resto del día; ahora en su nueva residencia se estan acostumbrando a disfrutarlo bajo el arrullo de los pájaros y el chirriar de las ranas. Pero a esa edad, y con esas ganas, hay detalles que no importan, por lo que los recién casados no notaron que esa madrugada no se escuchaban ni lo uno ni lo otro, en plena labor estaban cuando el aullido invadió todo el apartamento y ocupo la habitación de los amantes, como era de esperarse los enamorados no se detuvieron ni un instante en su labor y de esa manera ocurrió que: Patricia, Daniel y el suceso “llegaron” todos al mismo tiempo, y, además es importante resaltar, aquella fue la última vez que aquellos ardientes jóvenes llegaron … …

 

Víctor se levantó como impulsado por una catapulta, cuando escucho el despertador de su celular sabía que tenía solo media hora antes de que llegara el taxi a LAS RESIDENCIAS GALINDO. Rodeado por la total oscuridad de aquellas horas, sintió en los huesos el frio que se cuela justo antes del alba y recordó que a sus 72 años «estaba muy viejo para esto»; apago el repiqueteo del celular para no despertar ni a Roció, la mujer que dormía a su lado desde hacía más de cuarenta años, ni a los nietos de ambos que dormían en la habitación continua. Se dirigió al baño, cerrando la puerta antes de prender la luz, para no molestar a los durmientes, mientras estaba allí, medito en cómo les había cambiado la vida desde que su hija y su yerno se sumarán a la diáspora que salía a buscar nuevas y mejores condiciones más allá de las fronteras. Cuando se despidieron sobre la CROMOINTERFERENCIA DE COLOR ADITIVO del aeropuerto de Maiquetía, les habían dejado a los hijos de 2 y 3 años: «solo por cuatro, cinco o seis meses, hasta que nos establezcamos allí y los vengamos a buscar», pero una cosa piensa el borracho y otra muy diferente el bodeguero: casi 3 años más tarde las complicaciones intrínsecas al éxodo, sumadas a las de la pandemia de COVID´19 y a la crisis de valores, económica y social que azota la vida de todos los que tenemos que convivir en este Siglo XXI, trastocaron sus planes; ambos aún estaban sin trabajo estable y el prometido retorno para buscar los retoños, no había sucedido, por eso Víctor luego de varios años de retirado, había tenido que volver a ceñirse el traje de luces, salido de su condición de retirado para regresar al ruedo, representando varias marcas de equipos residenciales, y en ese retomado rol de vendedor, es que esta mañana (más bien: esta madrugada) se dirigía a la Isla de Margarita, para ofrecerle a una promotora que construían un condominio premium en Cimarrón: una planta eléctrica, unos paneles solares, un equipo de tratamiento de aguas negras y uno de desalinización de agua salada. Cuando salió del baño, ambos nietos se habían acurrucado junto a la abuela, el vendedor sonrió con “envidia sana” (si es que eso podía existir en algún corazón humano); aun a oscuras se terminó de vestir, beso a su esposa en la cabeza («buen viaje, repórtate por favor» farfullo ella totalmente dormida, mientras se abrazaba a los nietos), abandono su apartamento, tomo el ascensor, bajo al estacionamiento, salió a la calle, abordo el taxi que lo esperaba y cuando el chofer arranco al aeropuerto de Maiquetía, Víctor bajo el vidrio del carro para prender un cigarrillo (había regresado al vicio casi al mismo tiempo que al trabajo), en ese momento lo alcanzo el gran aullido, el chofer bajo la velocidad sin detener el taxi, y Víctor intento descifra de donde venía aquel pavoroso alarido, tardo mucho en entenderlo, y tardo más en entender que aquel beso apresurado en la cabeza, había sido el último que él daría a su amada mujer, pero la verdad Víctor fue de los pocos vecinos que durmieron aquella noche en LAS RESIDENCIAS GALINDO, y al final del día pudieron contar la historia … …

 

El sismo, seísmo, temblor o terremoto (al final todos los nombres son sinónimos y todos nos parecen aterradores), fue similar al tan recordado con que la capital bailo su Cuatricentenario en julio de 1967: un pico de 6,7° en la escala de Richter y una duración de poco menos de un minuto. Los cientos de mascotas encerradas en los apartamentos de los edificios de aquella urbanización ubicada dentro del Cerro Ávila, sintieron el fenómeno antes de que iniciara y lo anunciaron uniéndose en un aullido o clamor de miedo y desasosiego, por sus vidas y las de sus familias de dos piernas.

 

Los abnegados funcionarios de los organismos gubernamentales y no gubernamentales responsables de eso que ahora se llama protección civil (el conjunto de las disposiciones, medidas y acciones destinadas a la prevención, auxilio y recuperación de la población ante la eventualidad de un desastre) llegaron al sitio casi sin recursos. Víctor y el chofer se sumaron a los cientos de voluntarios que con sus manos comenzaron a remover los escombros en que se había convertido la otrora RESIDENCIAS GALINDO; el chofer del taxi, consigue una fotografía rota entre los escombros, se lo muestra al hombre ahora convertido en anciano, el grito nace de la nada, sale de todos lados, les llega a todos, los envuelve a todos, como un terrible aullido de una jauría herida … ….

 

"Que triste está la ciudad,
perdida ya de su fe,
pero destruida será
el día de San Bernabé,
quien vivirá lo verá"

«Según las crónicas y cuentos de Caracas, este fue el canto del loco RAPOSANTA advirtiendo del primer terremoto de Caracas el 11 de junio de 1641» – Don José Antonio Calcaño, músico y divulgador cultural caraqueño, recoge en sus escritos esta crónica sobre la premonición fatalista del loco Saturnino, a quien la muchachada de entonces molestaba con el nombre de "Ropasanta".

 

Para ME LO CONTARON ALREDEDOR DEL FUEGO
por Pterodáctilo Ancestral
Juan Rodrigo Rodríguez Martín
Caracas, noviembre 2021