sábado, 24 de noviembre de 2018

Nostalgias Heredadas, dia #02- La Isla Baja




Cual niño apenado: El Teide había permanecido oculto, tras las nubes, durante todo el primer día en La Isla. Pero a la mañana siguiente, muy temprano, lo primero que hice al levantarme fue asomarme al balcón de nuestra habitación en el Hotel Marte (con vista al Oeste de la isla), y allí – a lo lejos y entre densas brumas mañaneras – finalmente se nos insinuaba, se nos mostraba el imponente volcán isleño, que con sus tres mil setecientos y tantos metros, es la montaña más alta de toda España.

Rápidamente (antes de que se ocultara) tomé las fotos de rigor, y me quedé allí un buen rato, recordando a mis padres y su inmenso amor por sus dos tierras, y de cómo disfrutaron y disfrutan con igual cariño de su entrañable Teide y su amado Ávila, siempre he pensado que en sus corazones se confundían y enmarañaban ambos, y que cuando mi Padre nos llevaba a La Julia – después de sellar su obligatorio cuadro de 5y6, aquellos lejanos domingos en la mañana – sus piernas subían El Ávila y su corazón Las Cañadas.

Al rato se despertó Desiree (aun a tiempo para formalizar las presentaciones de rigor entre El Teide y ella), nos acicalamos y bajamos a desayunar (por alguna razón que desconozco, los desayunos en los hoteles saben a vacaciones). Y luego salimos, vía a El Penitente. Cuando llegamos había tres o cuatro pescadores del lado izquierdo y uno solitario del lado derecho, el cual resaltaba por su camisa estampada, su gorra tipo Mar Caribe y su tabaco (mas isleño que habano), nos acercamos y preguntamos, a sus espaldas:

-      ¿Pican?

-      Nada, desde hace días que no hay nada, ni una viejita de nada – nos contestó el viejo pescador mirando el mar, y luego volteando hacia nosotros – Ñoooooohh, muchacho, ahorita mismito pensaba que Adriana me dijo que Ustedes estaban por aquí, ¿Cómo está tu madre? … …

Desiree y el Tío Pancho (con su camisa estampada) en El Penitente


Hablamos un largo rato, y luego nos invitó para vernos el domingo para almorzar «C O M I D A   C H I N A», en un restaurante que queda un poco más arriba de su casa. Definitivamente este Puerto de La Cruz, da para todo.

Nos regresamos rápidamente al hotel en donde nuestro Baquiano (que casualmente estaba de cumpleaños), nos esperaba para el primer recorrido por la isla, hoy nos tocaba conocer la costa nor-oeste de la Isla: una ruta rica en paisajes contrastantes entre los cerros y las playas.


Y para allá salimos con nuestros ojos y oídos bien abiertos, para conseguir a Cecilia y Rodrigo en cada paisaje, lugar y persona que nos esperaba.


Drago Milenario de Icod de Los Vinos
Una vez que sale del valle de La Orotava, la carretera de la costa atraviesa varios pueblos hoy turísticos y ayer de pescadores, como San Juan de la Rambla, Los Realejos, La Guancha e Icod de los Vinos, que resalta por su famoso y antiquísimo Drago Milenario, una de las plantas más fotografiada, conocida, hermosa y peculiares de toda la isla. Allí nos correspondía entrar para saludar al primo Manolo Padrón Rodriguez (quien debería estar pasando consulta en su clínica veterinaria), pero por la hora, decidimos seguir de largo para verlo a la vuelta (craso error: «nunca dejes para mañana lo que puedes hacer hoy», decía mi Padre). Donde sí nos paramos fue en el mirador de San Pedro de Los Realejos, ya que allí hay una añejísima ermita en que se venera al primer papa (tocayo de mi abuelo, mi padre y mi hermano mayor), allí nos detuvimos y pudimos observar entre otras cosas, un valiosísimo tanque dentro de las plataneras, que de inmediato nos hizo pensar en EL POZO aquel que le dio nombre a la finca de los abuelos y a la casa de mis padres en Caracas. 

Charco de Las Lajas en San Juan de La Rambla
A pocos kilómetros al oeste de Icod entramos a la llamada «Isla Baja», una joya de la naturaleza preservada por ásperos e inmensos acantilados, y salpicada por pintorescos pueblos y aldeas que conforman un remanso de paz con la naturaleza, sin perder su antiguo encanto y arquitectura rural. Entre ellos: Buenavista, Los Silos, San Juan de la Rambla, (allí nos paramos a fotografiar el primero de muchos charcos que recorreríamos hoy: el charco de las lajas en San Juan de la Rambla), El Tanque y Garachico. Mi madre cuenta que este último, es el pueblo al que un volcán cambió su historia, cuenta la profesora Cecilia: «…durante los siglos XVI y XVII, Garachico se alzaba como el principal puerto comercial de la isla de Tenerife, con intercambio de mercancías con América y la Península (y de allí a toda Europa). Sin embargo, la erupción del volcán Trevejo – también conocido como Arenas Negras – acabo con el puerto y buena parte del pueblo, sepultándolo bajo capas y capas de lava, y llevándolo a un largo periodo de decadencia, el cual, a la larga, termino favoreciendo el auge de Santa Cruz como capital de la Isla»


A la salida de este último pueblo, nuestro guía cumpleañero nos presentó el peculiar monumento al Emigrante Canario, con el que, por razones obvias, nos sentimos inmediata e infinitamente identificados.  Se trata de una figura en bronce realizada por Fernando García Ramos (poeta y escultor – Santa Cruz de Tenerife, 1931) que representa a un joven saltando hacia el bravo mar del norte, con una maleta en la mano, dejando otras muchas maletas detrás de él, y llevando solo un enorme hueco en donde debió estar su corazón, los que (para mí), vienen a significar los recuerdos, la familia, la mujer, el amor, la vida que deja en su amada isla, cuando emprende aquella magnifica aventura de forjarse una vida nueva, más allá del mar, en tierras extrañas y lejanas. Este memorable monumento se construyó en la mitad del siglo XX, cuando la emigración a Venezuela, era casi la única salida que tenían los jóvenes canarios, para huir de la trágica postguerra y de la terrible dictadura española, lamentablemente hoy, deberíamos mudarlo para cualquier risco, o piedra de nuestras costas caribeñas.

Luego de Icod, la carretera continua a lo largo de la abrupta costa creada por la lava al enfriarse en las frías aguas del Océano Atlántico, dicha costa se alarga como si se tratara de una infinita anguila (de esas que se esconden entre sus charcos, piedras, y riscos). Y en cada curva, en cada garganta: un risco o peñón que termina en un “sereno charco” – resguardados de la bravura del océano por grandes peñascos incrustados en el mar, como si hubieran sido colocados por el mismo Guayota, el demonio que vive dentro de El Teide, y que les presentaremos en alguna de las siguientes entregas – que invita a relajarse y refrescarse de los más de 38° con que el Sol calienta en estas latitudes. Estos peñascos y charcos, me recordaron una vieja foto en blanco y negro de mi padre en su juventud, en la que aparece con su amigo Juan Gonzalez encaramados en uno de ellos (con la cual acompañamos este relato).

Juan Gonzalez sentado y Rodrigo Rodríguez parado

Al llegar a Buenavista del Norte, nos conseguimos con unos inmensos y verdes campos de golf, incrustados entre la montaña y el mar (los cuales deleitarían a Juan Carlos Otero y algunos otros amigos míos), y al final de ellos un mirador natural en donde se encuentra el restaurante El Burgado, allí nos detuvimos para: disfrutar de la vista de los inmensos acantilados que adornan estas costas, a refrescarnos con unas frías cañitas y a brindar por los cincuenta y siete años de nuestro baquiano. Al hablarnos al mesonero se le salió un “CHEVERE”, por lo que lo reconocimos como paisano, al indicárselo nos dijo que, en efecto, era un técnico superior universitario en electricidad, de los Valles del Tuy – Estado Miranda, y que hacían ya dos años, se había tenido que ir a Tenerife para trabajar de mesonero, en ese bello rincón, con asientos al aire libre, barra de piedras y menú marino. Luego cuando terminamos nuestras bebidas, y nos disponíamos a cancelar la cuenta, conocimos a la otra mesonera, una joven también coterránea que nos contó que, (al igual que le sucedió hace setenta años a mis padres, a mis tíos y a muchos otros isleños), se vio obligada a dejar todo lo que amaba, (y a todos los que amaba), para cambiar el ron por listan negro, el queso guayanés por el Majonero y el de tiras por el de cabras o el de ovejo, la Reinas Pepiadas por el Mojo Canario, el mango por el membrillo, el Joropo por la Isa, la arepa por el gofio, buscando una nueva vida más allá del mar.
El Baquiano cumpleañero en EL Burdago


Salimos y continuamos, nuestro recorrido hacia Punta de Teno, el extremo Occidental o Finisterre de Tenerife, no conocíamos esas costas ni de vista ni de trato, pero sí por crónicas y cuentos escuchados cientos o miles de veces en la cuna, en el carro, en la mesa o simplemente caminando con mi padre, por las playas del caribe; usando las palabras del poeta Joan Manuel a Lucia: ♪♫ No hay nada más bello, que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí, perdóname si hoy busco en la arena, esa luna llena que arañaba el mar♫♪, y por eso buscábamos en esas arenas negras y en ese mar bravío (que nunca habíamos tenido), al viejo Rodrigo (que habíamos perdido), con la seguridad de que él, muchas (pero muchísimas veces) las había recorrido, y se había bañado en ellas.   


No lo hicimos, pero pudimos haber parafraseado aquella famosa escena de CAMPO DE SUEÑOS:

-      ¿Es esto el cielo? – le preguntaría yo al Baquiano

-      No, es Tenerife – contestaría con candidez el cumpleañero


Jardin interno de Restaurante Brisas de Teno
Al regreso, Juani nos tenía preparada otra muy agradable sorpresa: para conmemorar su cumpleaños había elegido el restaurante BRISAS DE TENO, el bellísimo lugar de su amigo Fidel, ubicado en pleno Buenavista del Norte. El exterior del local, no hace honor de lo que encontramos adentro: un seductor y precioso jardín isleño, en donde el mismo Fidel nos brindó la más exquisita atención, al ofrecernos una inmejorable comida, regada con singulares y únicos caldos, (productos del gran trabajo y saber de viticultores, bodegueros y enólogos del archipiélago), probamos el bacalao encebollado, el queso asado y una carne a la plancha que estaba realmente tierna y sabrosa, torta de cumpleaños de postre, y finalmente un aguardiente de hierbas isleñas para la digestión: sin ninguna duda, una tarde para ser repetida.


Desiree y mi Tia Milagros
El almuerzo se alargó todo lo necesario, por lo que cuando salimos de Buenavista Norte ya estaba por entrar la noche. Nos dirigimos nuevamente al Valle de la Orotava, y en el camino contactamos telefónicamente a la amada prima Maribel, que nos esperaba en la casa de su madre cerca de El Hotel Taoro. Hacia allí nos dirigimos con la máxima velocidad que nos permitía aquel moderno TOYOTA HIBRIDO que ya les mencionamos en la entrega anterior, pero nuestro baquiano se perdió en su propio pueblo y tardamos un poco más de lo esperado en dar con la casa de la Tía Milagros, finalmente llegamos a la morada de la menor de las tres hermanas Martin, a la cual yo no veía desde hacía muchísimos años. Nos recibieron la querida prima – madridista de corazón: Hala Madrid y nada más – y la siempre entrañable tía menor, ambas nos brindaron: abrazos, besos, amapuches, largos cuentos, infinitas historias, hogar, familia, recuerdos, nostalgias, y un exquisito Vino Tinto de la Ribera del Duero. Y así disfrutando de la compañía de la “querida hermana de mi madre”, en aquel “hogar dulce hogar” en el que tantas veces se refugió y buscó descanso mi padre, terminamos aquel miércoles y segundo día en Tenerife. Cerca de la medianoche, Maribel nos llevó hasta el Hotel Marte, y nos despedimos de ella, acordando vernos el sábado muy temprano para juntos ir a saludar a la ♪♫ VIRGEN DE CANDELARIA, LA MAS BONITA, LA MAS MORENA♫♪  

Luego a acostarnos, mañana nos esperan Las Cañadas … … … … … …



Pterodáctilo Ancestral
22 de octubre 2018
día de Santa Cecilia, 90 onomástico de mi Madre









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sábado, 27 de octubre de 2018

Nostalgias Heredadas, dia #01 - Llegamos



Cual niño apenado: El Teide había permanecido oculto, tras las nubes, durante todo nuestro primer día en La Isla.



Pero a la mañana siguiente, como si de repente nos hubiera reconocido como a unos de los suyos, se nos fue insinuado, a pedacitos y mostrándose, muy poco a poco, como diciéndonos: ¡ Coñoooo, yo les conozco, ¡ ¿tú eres hijo de Roro y Cecilia? !



Aquella semana de búsqueda de nostalgias heredadas, la habíamos anhelado hacía muchísimo tiempo (pareciera que desde siempre), y el anhelo había crecido desde la partida del viejo (que coincidió con el inicio de mi fantasía de sentirme poeta), pero recién había iniciado el día anterior en Aena: cuando nuestro avión proveniente de Barajas, aterrizó en el Aeropuerto del Norte (cuando mi última visita a la Isla – hacían cuarenta y dos años – aún lo llamaba Aeropuerto de Los Rodeos). Allí nos “esperaba”: el primo, tocayo, amigo, y durante toda esta semana guía, navegante, sommelier  y baquiano: Juan Sebastián (no del Cano).



Al salir de Aena, El Teide estaba oculto tras un denso manto de nubes, por lo que no pudimos hacer los saludos ni presentaciones de rigor (Desiree no lo conocía sino por fotos y cuentos). Sin perder tiempo, nuestro guía enfilo hacia la nueva autopista (todo aquí era nuevo para mí), rodeamos La Laguna y rápidamente (a la máxima velocidad que permitía aquel moderno TOYOTA HIBRIDO) nos dirigimos a El Puerto de mis ancestros.



Entramos por el este, y al iniciar el descenso hacia las playas que besan El Valle de La Orotava, nos encontramos de frente con las frías aguas y negras arenas de Martiánez, custodiadas por sus negros acantilados y el lago. Ambos pensábamos y deseábamos, que allí, en esas playas estuviera todo aquello que veníamos a buscar.



Luego todo se apresuró, llegamos al Hotel Marte, dejamos las maletas, besamos a la Tía (y le dimos los saludos de mi madre), saludamos a los primos, y nos dispusimos a cumplir con la tradición, práctica y costumbre de ir a apresuradamente a la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, para saludar al Viejito, y de paso visitar a la Virgencita del Carmen a la que también, le llevábamos muchos saludos de nuestra Pastorcita de Barquisimeto.



Al salir del hotel, y dirigirnos a nuestra misión, nos cruzamos con la ermita a la virgen que la tía Ana Maria había incorporado a la esquina Este del hotel, y de inmediato lamentamos no haberlo sabido antes, para traerle una virgencita de Coromoto o del Valle; nada ya tenemos Homework para Caracas. Seguimos y apresuramos el paso.



La Plaza del Charco
Con esa premura cruzábamos la Plaza del Charco, cuando un señor de unos 80 años, me dice:

 - ¿Tú eres hijo del Rorro?, ¿nieto de Don Pedro?, ¿sobrino de Santiago?

  •  - Si, si y si – le conteste entre intrigado y pasmado por la pregunta,

  •  - Coñoooooooo muchacho que no puedes negar tu apellido – contesto el viejo – yo fui muy amigo de tu padre y trabajé en la lonja con tu abuelo Perico, sentí muchísimo la partida del Roro y de tus tíos Santiago y Juanito, mándale a Cecilia un beso muy grande de parte de Yago.


EL VIEJITO
GRAN PODER DE DIOS
Puerto de La Cruz
Tenerife

Continuamos hacia nuestro destino – no lo recordaba, pero sabía exactamente donde quedaba – así que sin más distracciones finalmente llegamos, entramos al templo, nos acercamos al viejito, y lo saludamos como a un viejo familiar que no veíamos desde hacía tiempo, pero lo conociéramos desde siempre, y allí nos contamos todo para ponernos al día: le dije que extrañábamos mucho a mi padre y que lamentábamos profundamente no haberle dicho más veces gracias y te amo, que por favor le diera un beso de nuestra parte por todos aquellos que no le dimos y  finalmente le dije que escribiríamos este relato para decirle a mi madre que la amamos mucho, muchísimo. Por su lado Desiree también le mando saludos a Rodrigo, sé que le dijo algo de estar muy agradecida, pero no la escuche bien y ella nunca me conto.




Cumplida la tradición, y ya arreglados los asuntos, salimos a darle juntos, la primera vuelta a la manzana: Plaza de la Iglesia con sus dragos, sus jardines y su fuente del cisne de piedra; las gemelas Iglesias de San Francisco y San Juan ubicadas frente a la Plaza de Víctor Pérez con su tradicional fuente Ñamera y sus bancos para novios (allí nos dimos un beso); El Muelle (foto obligada con la pescadora cargando su cesta, y otra frente al edificio donde estuvo la lonja del Abuelo Perico); la casa de Miranda (hoy, para molestia de nuestro guía, alberga una moderna cafetería Starbucks); el Mirador del Penitente (la idea era ver allí al Tío Pancho pescando, pero es tarde y ya se fue, tarea pendiente para mañana); San Telmo (el mirador, la playa, la ermita, el paseo, las piscinas, la chamos saltando las rocas con la marea); la Plaza del Charco con su Bar Dinámico y su fuente Ñamera; y así en cada esquina, en cada rincón, en cada recoveco: las historias de mi viejo, las nostalgias de mi madre, los mitos, amores y leyendas de los tíos, la añoranza por los abuelos nunca disfrutados, la morriña por la familia dispersa por la urbe, y todo eso: sazonado por el legado, el orgullo de ser hijos de Rodrigo y Cecilia. 

Y aquí debo confesarles que de alguna manera, entendimos que en ese viaje llevábamos dos guías: por un lado Juan Sebastian muy orgulloso de su tierra y profundamente gustoso de enseñarla, por el otro los recuerdos de mis visitas al Puerto. La primera en 1967 a los cuatro años, y (sobre todo) la que hice en 1976 a los trece años, con mi padre. Recuerdos y nostalgias sazonados, agrandados, reforzados con muchos años de escuchar las historias de mis viejos. Por lo que de alguna manera en cada esquina, encontrábamos un recuerdo. 



El Monumento a la Pescadora

escultura en bronce

Muelle de El Puerto de La Cruz

2008 - Julio Nie
A final de la tarde El Teide aún se nos ocultaba entre nubes, y nos regresamos a el Marte en donde nos esperaban el primo Carlos y su hija, para invitarnos – junto con Juan el Baquiano – a uno de esos restaurantes de campo convertidos en estandartes de la cultura gastronómica Tinerfeña, y que son excelentes para acordar con los amigos para probar el vino de la casa, acompañándolo de un menú sencillo, sabroso y autentico; cocido al calor de esta caliente tierra volcánica, y todo pensado para acompañar estas catas informales con sabor isleño. Si, los primos, nos invitaban a un Guachinche de esos que saben a la comida de mi madre. De esos que suenan a: Guanche con Bochinche, de esos que se conocen y se extrañan sin nunca haberlos conocidos.

Si no toma vino: ¿PARA QUE VINO?


Al entrar, solo nos preguntaron: «blanco o tinto», y así de inmediato entendimos aquello de: «si no quiere vino, ¿a qué vino?», nos trajeron un cuartico de vino tinto de listac negro (el primero de muchos), acompañado de queso fresco de cabra y a la plancha, calamares en su tinta, garbanzos en salsa, carne fiesta, huevos estrellados, y mucho, mucho más. Y así sintiéndonos como uno de los nueve menceyes guanches de Tenerife y comiendo como cualquier sábado en la tarde en la mesa de mi madre en El Pozo, se terminó nuestro primer día en la isla de mis padres, y aun sin poder ver al Teide … …

Pterodáctilo Ancestral
28 de octubre 2018
a los tres años de la partida de El Viejo Rodrigo

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sábado, 5 de mayo de 2018

Tu y Yo somos Hermanos








Tu y yo somos hermanos

♫ Y del mismo cubil,

Tu rastro va junto a mi rastro

♫ Mi caza es para ti






Hacía ya mucho rato que me había acostado en el suelo del cubil con el resto de los cachorros y lobatos que conformábamos la manada, pero aun no me podía dormir de la emoción acumulada a lo largo de aquel día y lo que ya sabía que me esperaba al despertar, cuando de la nada lo comencé a escuchar, primero como un rumor, un susurró o un aullido a lo lejos, que poco a poco fue aumentado de volumen como un gran clamor, estuve atento a escuchar con mis “oídos bien abiertos”, y de repente explotó como si toda la selva se encontrara entre nosotros dentro de aquella cueva, y entonces, de la nada, comenzó a llover.

Casi de inmediato, todos los cerros alrededor del cubil se convirtieron en caudalosos torrentes, cargados de barro, madera, piedras, y cualquier otra cosa que se interpusiera a su caudal. Pequeños arroyos, comenzaron a nacer de aquellos caudales principales, y muchos de ellos buscaron entrar al calor y protección de nuestro refugio. Al sentir, el agua y el frio, los cachorros y lobatos buscamos arrimarnos al calor de la manada, y nos arrejuntamos, unos contra otros, en el centro de la guarida que nos daba resguardo, los viejos lobos por su parte se acostaron a nuestro alrededor para protegernos. A pesar de eso, muy pronto grandes charcos cubrían los pisos del refugio, mientras los ecos de los rayos retumbaban en nuestros cuerpos y las centellas alumbraban todo el cubil.

De inmediato, el olor de la lluvia invadió el lugar y lo impregno todo: fuerte, penetrante, persistente, pertinaz, violento, soberano. Al final todos mis sentidos advertían que la lluvia había conquistado el cubil y se recostaba a mi lado. Y así, entre: agua, humedad, rayos y centellas, final e increíblemente, me quede dormido.

Despertamos temprano, y aunque ya no llovía, el cielo encapotado no nos dejaba ver al sol, ni sentir su calor. La humedad, plenaba toda la selva, que se mantenía encharcada y anegada por doquier. Bostezamos, nos rascamos, alargamos una extremidad, luego las otras, para sacudir y exorcizar la pesadez que aun sentíamos. Luego, lenta y pesadamente, salimos al descubierto y allí comenzamos a movernos y a correr buscando el calor y la energía que solo genera el movimiento. Splash, splash, splash, repiqueteaban nuestras pisadas, mientras labraban en el barro huellas: frescas, alertas, agiles y libres. Splash, splash, salpicaba el barro a nuestro alrededor.

Reitero que a esa hora ya no llovía, pero una persistente e interminable garua se confundía con las gotas que las ramas y hojas habían recolectado durante la noche y que ahora descargaban inmisericordemente sobre nosotros, de modo que al poco tiempo estábamos tan mojados como si hubiéramos danzado toda la noche bajo la lluvia, y no teníamos ni esperábamos la menor posibilidad de secarnos al sol.




A pesar de eso, la manada estaba muy feliz… …

A pesar de eso, la manada estaba prendada del momento… …

A pesar de todo, yo no hubiera querido estar en ningún otro lugar… …




A lo largo y ancho del campo la llegada de la lluvia entusiasmaba y renacía todo y a todos, el espectáculo era digno de los mejores teatros del mundo: los gritos de las guacharacas resonaban desde antes del amanecer llamando a levantarse, en contrapunteo los cristofués le contestaban desde lo alto de los eucaliptos pidiendo que los dejaran seguir durmiendo; tucusitos de infinitos colores, se confundían con innumerables libélulas compitiendo por los aires, por las flores y por las frutas para libar sus dulces néctares; ardillas y otros roedores de diferentes tamaños y aspectos, surgían de sus madrigueras, salían al descampado y cruzaban los campos para recolectar frutillas, con las que regresaban prontamente a la seguridad de sus agujeros; lagartijas, culebras y otros reptiles se arrastraban por los charcos, buscando la humedad; arriba, desde lo alto, negras “golondrinas” se lanzan en acrobáticas caídas para “robar agua” de los múltiples charcos que colmaban los suelos, y por encima de ellas, muy por encima, el agudo chillido del Cari-Cari – Jefe y Guardián del lugar –, cantándole a su pareja, mientras observa cualquier movimiento de los súbditos de sus dominios, los cuales seguramente tendrá el privilegio de convertirse en el sustento de los suyos. Si, la naturaleza había despertado. Y se regocijaba por la vida que le había traído la lluvia.


En eso cachorros y lobatos nos dimos cuenta de que también nosotros teníamos hambre, y ya que “cada lobo aúlla en su caverna”, regresamos al cubil, para ver si los cazadores habían atrapado algún gamo, todos esperábamos que “Akela – y sus viejos lobos – no hubiera errado el golpe” y que la comida alcanzara para toda la manada, además preferíamos un buen sambhur o un joven gamo a un toro cebado como el que Bagheera pago por rescatar la vida de Mowgli, en todo caso nosotros nos sentíamos protegidos y privilegiados por la Ley de La Manada que nos consideraba menores desde que nos presentaran a la manada y hasta que hubiéramos cazado nuestro primer gamo. Sabíamos bien, que todos los viejos lobos se sentían obligados a cuidarnos, protegernos, educarnos, formarnos “so pena de muerte”. Y yo, era el más contento, ya que sabía que esa misma noche, a lo alto de la roca del consejo, rodeado por todos, bajo la luz de la luna llena, sería presentado a la Manada y pasaría a formar parte de ella.

Luego de comer, salimos con los viejos lobos a reconocer el lugar, a lo largo del camino ellos hacían de maestros y como Baloo a Mowgli nos enseñaban las palabras mágicas para todos los pueblos de la selva, y especialmente las palabras mágicas que utilizaba nuestro pueblo: "Tú y yo somos de la misma sangre”.


Transcurrió el día, entre juegos, bromas, compartir, aprendizaje, y ya pasada la media tarde, tras un largo caminar, descendimos hasta un pequeño valle, incrustado en el centro de la selva, en el fondo lo remataba un grato claro, rodeada de bambúes y bejucos, circulado por troncos y piedras a modo de un anfiteatro natural. La manada se fue sentando y acomodando desordenadamente alrededor del claro, y entonces comenzamos a cantar, al principio solo algunas voces sueltas y desafinadas, a las que nos fuimos sumando uno por uno, hasta que al final nuestras voces sonaban como un gran aullido grupal, con más entusiasmo que afinación. Y allí permanecimos buena parte de la tarde.

Tan concentrados y divertidos estábamos, que ninguno se percató de que “Mang, el murciélago, había desatado la noche” hasta que iniciamos el ascenso a la cima, alumbrados solo por el resplandor de la luna llena, mientras serpenteábamos la trocha como una infinita Kaa arrastrada a lo largo del sendero, y avanzamos lentamente. Antes de llegar a la cima, ingresamos a un pequeño, acogedor, prodigioso y mágico descanso, cubierto por un árbol de pomarrosa, que invitaba a descansar, conversar, reflexionar, meditar, compartir, orar, amar; allí nuevamente nos detuvimos, y sigilosamente alumbrados por los cómplices rayos de la luna llena que se filtraban por entre las ramas de la pomarrosa, formamos una ronda alrededor de los viejos lobos, quienes a varias voces – a modo de bardos medievales – nos relataron la historia de “Los hermanos de Mowgli”, luego a coro nuestras voces se unieron para entonar la “Canción nocturna en la selva”, aun cantábamos cuando continuamos ascendiendo hasta penetrar a una gran terraza ubicada entre dos pequeños bosques y una empinada ladera que le servía de lienzo, allí  celebraríamos el consejo de la manada, y ante  él debíamos ser presentados todos los cachorros que teníamos edad suficiente para sostenernos en pie con el fin de que los otros lobos pudieran identificarnos como “de la misma sangre”. Después de la presentación, quedaríamos los lobatos en libertad para correr por donde nos placiera, y de prepararnos hasta estar listos para dar nuestro gran salto y matar nuestro primer gamo.

Al llegar arriba, los viejos lobos, los lobatos y los cachorros nos fuimos ubicando a lo largo de la terraza, y esperamos ansiosos el inicio de la ceremonia, en eso escuché a Akela llamarme por mi nombre, y de inmediato fui conducido hasta su presencia, Akela pregunto:



-       ¿Quién habla a favor de este cachorro?, ¿Quién, que pertenezca al pueblo libre, habla a favor suyo?



-       Yo hablo a favor de Ricky. Dejadle correr con la manada, y contadlo como uno de tantos. Yo mismo lo enseñare – contesto mi seisenero



Akela, se me quedo mirando, me dio la bienvenida, y tomando mi mano izquierda me invito a integrarme formalmente a la manada, y entonces bajo la luz de la luna, y en ese bello campo de tantas leyendas, historias y recuerdos, hice que mi voz llenara la noche, y dije:

Prometo hacer lo mejor que pueda

por cumplir mis deberes para con Dios y la Patria,

cumplir la Ley de la Manada y

hacer una buena acción a alguien cada día




Entonces Akela se dirigió a la manada diciendo:

“Miradlo bien, miradlo bien lobos”

Y en ese momento pase a ser parte de la manada, de inmediato todos los lobatos rodeamos a Akela, nos sentamos sobre nuestros talones en cuclillas y en voz fuerte y clara y acompasada, nos unimos todos en un gran aullido diciéndole a la noche: ¡A - KE – LA,  HA - RE - MOS LO MEJOR!, me pare de un salto y le pregunte a mis nuevos hermanos: ¿Did, dib, dib, dib? (Que significa: ¿harán ustedes lo mejor?), y ellos a coro me respondieron "Dob, Dob, Dob, Dob" (Que significa:   Haremos lo mejor!).

A continuación, las nubes – como si se tratara de inmensos telones, que señalaran el fin de la función – cubrieron la luna, dejándonos en total oscuridad, por lo que “Mang y sus hermanos llenaron los cielos” y de inmediato, nuevamente, comenzó a llover.

Apresuradamente, todos buscamos la protección del cubil, y hacia allí nos dirigimos, en el camino – bajo la lluvia – alcance a Hermano Gris, quien, sin dejar de caminar, me felicito por mi promesa, y me animo a apresurarme:



-       Gracias – le dije, y de inmediato, ignorando la lluvia y el frio, le pregunté - ¿Felo, en Paramacay siempre llueve?

Él se detuvo, se me quedo mirando, sonrió, iluminando la noche y me contesto:

-       No Ricky, a veces escampa.



Buena Caza,
Pterodáctilo Ancestral
Mayo 2018









Nota del Autor:

Este relato no pretende ser, ni suplir al Manual de Ceremonias de la ASV, ni ejemplarizar un Programa Típico de Manada, solo se trata de mi muy humilde recreación, de lo que creo pasa por la mente de un niño que disfruta del Gran Juego en la manada, y además procura demostrar mi más sentido reconocimiento a todos los excelsos miembros del Pueblo Libre y Valiente, y a sus tan abnegados Viejos Lobos. Con el aspiro pagar parte de la deuda que #MeLoContaronAlrededorDelFuego tiene con todos ellos.

Con él también pretendo agradecer y ensalzar al nunca suficientemente bien ponderado Campo Escuela Paramacay: entre tus campos se sucedieron, muchas de mis más bellas experiencias dentro del escultismo, bajo tu lluvia se forjo mucho del hombre que hoy soy, bajo tus eucaliptos conocí a mi compañera de vida, y a muchos de mis mejores amigos, gracias por todo, gracias, por tanto.

JR / mayo 2018

sábado, 28 de abril de 2018

Adiós al Jinete de Tamarindo / 27 de abril 2018

Hoy en #MeLoContaronAlrededoErDelFuego estamos desconsolado y afligidos:
  • El jinete de TAMARINDO (con ese nombre bautizo a su Caballo de Plata)
  • El capacitador de los ESCARAPULINES.
  • El “Scouter” de ESO SON COSAS DE MUCHACHOS
  • El filósofo de DUÉRMANSE CON DIGNIDAD
  • El historiador del Béisbol, El Caraquista aceptable
  • El hombre de EL TRABAJO FECUNDO Y CREADOR
  • Uno de los Miembros fundadores, y líder indiscutible del club de los 100
  • Un BOHEMIO, un SIBARITA, alguien que disfruto su vida
  • Un gran líder, un mayor ejemplo, un verdadero ciudadano,
  • Un Maestro de la felicidad y la vida
  • UN GRAN EDUCADOR
  • El primer y verdadero INTERNACIONAL
  • Un SanBenitero de esos de SOMOS TODOS UNO!!!
  • UN VERDADERO SCOUT
  • UN HOMBRE BUENO
  • UN GRAN JEFE SCOUT DE VENEZUELA
  • EL PROFESOR NÉSTOR LOHENGRY VENTÓ VIÑA,
SE NOS FUE ESTA MAÑANA AL CAMPO DE LA DICHA Y EL REPOSO

Tuvimos la suerte de que juntos compartiéramos un proyecto, un sueño, un ideal del Movimiento Scout que requeríamos para la formación de los Jóvenes que reconstruirían la Venezuela Posible, muchas veces le dije que su infinita confianza en los seres humanos y en sus hermanos scouts, estaban desfasados con la desvalorizada y antiética sociedad y asociación que nos tocaron, pero El PROFESOR (como le decíamos con respeto y cariño), se mantuvo terco en sus ideas y lucho por vivir plenamente aquello de que el SCOUT ES AMIGO DE TODOS Y HERMANO DE CUALQUIER OTRO SCOUT. Y por eso hoy estamos desconsolado y afligidos por la partida de un verdadero Scout. Me lo imagino alrededor de una fogata con: Alberto, Gino, Gilberto y Eduardo, debe ser una tertulia de lo más entretenida.
Para su esposa Esmeralda, para su familia y para todos los que lo admiraron, respetaron y amaron, un abrazo y mis oraciones para que siempre lo recuerden como el hombre que fue feliz.
Hace un año Lo El Profesor nos honró con publicando en #MeLoContaronAlrededoErDelFuego, un relato titulado MUCHOS ERRORES PARA UNA GRAN SATISFACCIÓN que tiene mucho de confesión, testamento, resumen. Por eso se los compartimos, en honor al Profesor…