sábado, 24 de noviembre de 2018

Nostalgias Heredadas, dia #02- La Isla Baja




Cual niño apenado: El Teide había permanecido oculto, tras las nubes, durante todo el primer día en La Isla. Pero a la mañana siguiente, muy temprano, lo primero que hice al levantarme fue asomarme al balcón de nuestra habitación en el Hotel Marte (con vista al Oeste de la isla), y allí – a lo lejos y entre densas brumas mañaneras – finalmente se nos insinuaba, se nos mostraba el imponente volcán isleño, que con sus tres mil setecientos y tantos metros, es la montaña más alta de toda España.

Rápidamente (antes de que se ocultara) tomé las fotos de rigor, y me quedé allí un buen rato, recordando a mis padres y su inmenso amor por sus dos tierras, y de cómo disfrutaron y disfrutan con igual cariño de su entrañable Teide y su amado Ávila, siempre he pensado que en sus corazones se confundían y enmarañaban ambos, y que cuando mi Padre nos llevaba a La Julia – después de sellar su obligatorio cuadro de 5y6, aquellos lejanos domingos en la mañana – sus piernas subían El Ávila y su corazón Las Cañadas.

Al rato se despertó Desiree (aun a tiempo para formalizar las presentaciones de rigor entre El Teide y ella), nos acicalamos y bajamos a desayunar (por alguna razón que desconozco, los desayunos en los hoteles saben a vacaciones). Y luego salimos, vía a El Penitente. Cuando llegamos había tres o cuatro pescadores del lado izquierdo y uno solitario del lado derecho, el cual resaltaba por su camisa estampada, su gorra tipo Mar Caribe y su tabaco (mas isleño que habano), nos acercamos y preguntamos, a sus espaldas:

-      ¿Pican?

-      Nada, desde hace días que no hay nada, ni una viejita de nada – nos contestó el viejo pescador mirando el mar, y luego volteando hacia nosotros – Ñoooooohh, muchacho, ahorita mismito pensaba que Adriana me dijo que Ustedes estaban por aquí, ¿Cómo está tu madre? … …

Desiree y el Tío Pancho (con su camisa estampada) en El Penitente


Hablamos un largo rato, y luego nos invitó para vernos el domingo para almorzar «C O M I D A   C H I N A», en un restaurante que queda un poco más arriba de su casa. Definitivamente este Puerto de La Cruz, da para todo.

Nos regresamos rápidamente al hotel en donde nuestro Baquiano (que casualmente estaba de cumpleaños), nos esperaba para el primer recorrido por la isla, hoy nos tocaba conocer la costa nor-oeste de la Isla: una ruta rica en paisajes contrastantes entre los cerros y las playas.


Y para allá salimos con nuestros ojos y oídos bien abiertos, para conseguir a Cecilia y Rodrigo en cada paisaje, lugar y persona que nos esperaba.


Drago Milenario de Icod de Los Vinos
Una vez que sale del valle de La Orotava, la carretera de la costa atraviesa varios pueblos hoy turísticos y ayer de pescadores, como San Juan de la Rambla, Los Realejos, La Guancha e Icod de los Vinos, que resalta por su famoso y antiquísimo Drago Milenario, una de las plantas más fotografiada, conocida, hermosa y peculiares de toda la isla. Allí nos correspondía entrar para saludar al primo Manolo Padrón Rodriguez (quien debería estar pasando consulta en su clínica veterinaria), pero por la hora, decidimos seguir de largo para verlo a la vuelta (craso error: «nunca dejes para mañana lo que puedes hacer hoy», decía mi Padre). Donde sí nos paramos fue en el mirador de San Pedro de Los Realejos, ya que allí hay una añejísima ermita en que se venera al primer papa (tocayo de mi abuelo, mi padre y mi hermano mayor), allí nos detuvimos y pudimos observar entre otras cosas, un valiosísimo tanque dentro de las plataneras, que de inmediato nos hizo pensar en EL POZO aquel que le dio nombre a la finca de los abuelos y a la casa de mis padres en Caracas. 

Charco de Las Lajas en San Juan de La Rambla
A pocos kilómetros al oeste de Icod entramos a la llamada «Isla Baja», una joya de la naturaleza preservada por ásperos e inmensos acantilados, y salpicada por pintorescos pueblos y aldeas que conforman un remanso de paz con la naturaleza, sin perder su antiguo encanto y arquitectura rural. Entre ellos: Buenavista, Los Silos, San Juan de la Rambla, (allí nos paramos a fotografiar el primero de muchos charcos que recorreríamos hoy: el charco de las lajas en San Juan de la Rambla), El Tanque y Garachico. Mi madre cuenta que este último, es el pueblo al que un volcán cambió su historia, cuenta la profesora Cecilia: «…durante los siglos XVI y XVII, Garachico se alzaba como el principal puerto comercial de la isla de Tenerife, con intercambio de mercancías con América y la Península (y de allí a toda Europa). Sin embargo, la erupción del volcán Trevejo – también conocido como Arenas Negras – acabo con el puerto y buena parte del pueblo, sepultándolo bajo capas y capas de lava, y llevándolo a un largo periodo de decadencia, el cual, a la larga, termino favoreciendo el auge de Santa Cruz como capital de la Isla»


A la salida de este último pueblo, nuestro guía cumpleañero nos presentó el peculiar monumento al Emigrante Canario, con el que, por razones obvias, nos sentimos inmediata e infinitamente identificados.  Se trata de una figura en bronce realizada por Fernando García Ramos (poeta y escultor – Santa Cruz de Tenerife, 1931) que representa a un joven saltando hacia el bravo mar del norte, con una maleta en la mano, dejando otras muchas maletas detrás de él, y llevando solo un enorme hueco en donde debió estar su corazón, los que (para mí), vienen a significar los recuerdos, la familia, la mujer, el amor, la vida que deja en su amada isla, cuando emprende aquella magnifica aventura de forjarse una vida nueva, más allá del mar, en tierras extrañas y lejanas. Este memorable monumento se construyó en la mitad del siglo XX, cuando la emigración a Venezuela, era casi la única salida que tenían los jóvenes canarios, para huir de la trágica postguerra y de la terrible dictadura española, lamentablemente hoy, deberíamos mudarlo para cualquier risco, o piedra de nuestras costas caribeñas.

Luego de Icod, la carretera continua a lo largo de la abrupta costa creada por la lava al enfriarse en las frías aguas del Océano Atlántico, dicha costa se alarga como si se tratara de una infinita anguila (de esas que se esconden entre sus charcos, piedras, y riscos). Y en cada curva, en cada garganta: un risco o peñón que termina en un “sereno charco” – resguardados de la bravura del océano por grandes peñascos incrustados en el mar, como si hubieran sido colocados por el mismo Guayota, el demonio que vive dentro de El Teide, y que les presentaremos en alguna de las siguientes entregas – que invita a relajarse y refrescarse de los más de 38° con que el Sol calienta en estas latitudes. Estos peñascos y charcos, me recordaron una vieja foto en blanco y negro de mi padre en su juventud, en la que aparece con su amigo Juan Gonzalez encaramados en uno de ellos (con la cual acompañamos este relato).

Juan Gonzalez sentado y Rodrigo Rodríguez parado

Al llegar a Buenavista del Norte, nos conseguimos con unos inmensos y verdes campos de golf, incrustados entre la montaña y el mar (los cuales deleitarían a Juan Carlos Otero y algunos otros amigos míos), y al final de ellos un mirador natural en donde se encuentra el restaurante El Burgado, allí nos detuvimos para: disfrutar de la vista de los inmensos acantilados que adornan estas costas, a refrescarnos con unas frías cañitas y a brindar por los cincuenta y siete años de nuestro baquiano. Al hablarnos al mesonero se le salió un “CHEVERE”, por lo que lo reconocimos como paisano, al indicárselo nos dijo que, en efecto, era un técnico superior universitario en electricidad, de los Valles del Tuy – Estado Miranda, y que hacían ya dos años, se había tenido que ir a Tenerife para trabajar de mesonero, en ese bello rincón, con asientos al aire libre, barra de piedras y menú marino. Luego cuando terminamos nuestras bebidas, y nos disponíamos a cancelar la cuenta, conocimos a la otra mesonera, una joven también coterránea que nos contó que, (al igual que le sucedió hace setenta años a mis padres, a mis tíos y a muchos otros isleños), se vio obligada a dejar todo lo que amaba, (y a todos los que amaba), para cambiar el ron por listan negro, el queso guayanés por el Majonero y el de tiras por el de cabras o el de ovejo, la Reinas Pepiadas por el Mojo Canario, el mango por el membrillo, el Joropo por la Isa, la arepa por el gofio, buscando una nueva vida más allá del mar.
El Baquiano cumpleañero en EL Burdago


Salimos y continuamos, nuestro recorrido hacia Punta de Teno, el extremo Occidental o Finisterre de Tenerife, no conocíamos esas costas ni de vista ni de trato, pero sí por crónicas y cuentos escuchados cientos o miles de veces en la cuna, en el carro, en la mesa o simplemente caminando con mi padre, por las playas del caribe; usando las palabras del poeta Joan Manuel a Lucia: ♪♫ No hay nada más bello, que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí, perdóname si hoy busco en la arena, esa luna llena que arañaba el mar♫♪, y por eso buscábamos en esas arenas negras y en ese mar bravío (que nunca habíamos tenido), al viejo Rodrigo (que habíamos perdido), con la seguridad de que él, muchas (pero muchísimas veces) las había recorrido, y se había bañado en ellas.   


No lo hicimos, pero pudimos haber parafraseado aquella famosa escena de CAMPO DE SUEÑOS:

-      ¿Es esto el cielo? – le preguntaría yo al Baquiano

-      No, es Tenerife – contestaría con candidez el cumpleañero


Jardin interno de Restaurante Brisas de Teno
Al regreso, Juani nos tenía preparada otra muy agradable sorpresa: para conmemorar su cumpleaños había elegido el restaurante BRISAS DE TENO, el bellísimo lugar de su amigo Fidel, ubicado en pleno Buenavista del Norte. El exterior del local, no hace honor de lo que encontramos adentro: un seductor y precioso jardín isleño, en donde el mismo Fidel nos brindó la más exquisita atención, al ofrecernos una inmejorable comida, regada con singulares y únicos caldos, (productos del gran trabajo y saber de viticultores, bodegueros y enólogos del archipiélago), probamos el bacalao encebollado, el queso asado y una carne a la plancha que estaba realmente tierna y sabrosa, torta de cumpleaños de postre, y finalmente un aguardiente de hierbas isleñas para la digestión: sin ninguna duda, una tarde para ser repetida.


Desiree y mi Tia Milagros
El almuerzo se alargó todo lo necesario, por lo que cuando salimos de Buenavista Norte ya estaba por entrar la noche. Nos dirigimos nuevamente al Valle de la Orotava, y en el camino contactamos telefónicamente a la amada prima Maribel, que nos esperaba en la casa de su madre cerca de El Hotel Taoro. Hacia allí nos dirigimos con la máxima velocidad que nos permitía aquel moderno TOYOTA HIBRIDO que ya les mencionamos en la entrega anterior, pero nuestro baquiano se perdió en su propio pueblo y tardamos un poco más de lo esperado en dar con la casa de la Tía Milagros, finalmente llegamos a la morada de la menor de las tres hermanas Martin, a la cual yo no veía desde hacía muchísimos años. Nos recibieron la querida prima – madridista de corazón: Hala Madrid y nada más – y la siempre entrañable tía menor, ambas nos brindaron: abrazos, besos, amapuches, largos cuentos, infinitas historias, hogar, familia, recuerdos, nostalgias, y un exquisito Vino Tinto de la Ribera del Duero. Y así disfrutando de la compañía de la “querida hermana de mi madre”, en aquel “hogar dulce hogar” en el que tantas veces se refugió y buscó descanso mi padre, terminamos aquel miércoles y segundo día en Tenerife. Cerca de la medianoche, Maribel nos llevó hasta el Hotel Marte, y nos despedimos de ella, acordando vernos el sábado muy temprano para juntos ir a saludar a la ♪♫ VIRGEN DE CANDELARIA, LA MAS BONITA, LA MAS MORENA♫♪  

Luego a acostarnos, mañana nos esperan Las Cañadas … … … … … …



Pterodáctilo Ancestral
22 de octubre 2018
día de Santa Cecilia, 90 onomástico de mi Madre









ESTA HISTORIA CONTINUARA... … …

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