domingo, 16 de junio de 2019

DESPEDIDA, EN LA TASCA DE JUAN


MI REGALO DEL DÍA DEL PADRE 2019, ERNESTO ALEXANDER VOLVIÓ A ESCRIBIR CUENTOS, Y ADEMÁS A “SU ESTILO QUIROGA” QUE SON LOS QUE YO MAS DISFRUTO, LO COMPARTO CON USTEDES, FELIZ DÍA DEL PADRE PARA TODOS… … … …



DESPEDIDA EN LA TASCA DE JUAN

Ernesto Alexander Rodríguez Eiris





Lluvia, que cliché… …

Pero no debía sorprenderse, a pesar del azar el universo tiene su propio lenguaje para subrayar los hechos importantes. Se bajó de su auto y entro de nuevo a la Tasca de Juan, su viejo hogar, donde había ido al cerrar cada caso en su larga carrera de detective por lo que era apropiado ir en su último día.



Dejo caer su cigarrillo en el suelo, apagándolo con un rápido movimiento del pie y entró con calma. Camino directo hacia la barra luego de dejar su vieja chaqueta en el perchero de la entrada. El viejo lugar tenía la misma apariencia de siempre, un cruce entre pub de Liverpool y taguara caraqueña que se reflejaba en sus sillas de plástico, sus fotos de los Beatles y Simón Díaz y en su siempre extraña selección musical que podía pasar de una vieja salsa o un triste bolero a lo más recordado del rock, en general lo que le gustará a Mario el viejo cantinero dueño del bar que nunca ha querido explicar el nombre. Al sentarse las cornetas tocaban algo de Johnny Cash, el hombre de negro que por amor bajaba al infierno, “Down, down, down and the flames went higher”.



Al sentarse en la barra Mario lo saludo con su trago de siempre: Ron en las rocas, y un cómodo – Va por la casa detective – Antes de preguntar por sus planes para retiro.



La verdad es que luego de 20 años finalmente empezaba a sentirse fuera de lugar en la vieja barra. El resto de los comensales se formaba por jóvenes universitarios o recién graduados, esos que buscan sitios con música diferente para acompañar sus tragos y escapar por unas horas del caos capitalino. Para empezar el detective era el único que dejaba su arma en el cinto, y uno de los pocos que seguía pidiendo los ceniceros.



Había conocido la vieja tasca al salir de una escena del crimen cercana. El cadáver de una joven fue hallado en su apartamento luego de varios días, cuando los vecinos reportaron el hedor. La joven fue apuñalada, pero en puntos no vitales y finalmente estrangulada.  Alguien quiso verla sufrir, pero no parecía haber un motivo lógico detrás, no hubo forma de encontrar culpable, es imposible si no puedes conseguir un motivo.



Irónicamente aquel viejo local, y su vieja rocola siempre lo habían hecho sentir cómodo, pero hoy no. Era su último día allí, pensaba partir dejando el caso sin resolver, y eso no estaba bien, dejar a la pobre chica muerte sin entender siquiera porque había muerto.



- ¿Sabes que dijeron los forenses? – pregunto cómo sin explicar. Mario supo de inmediato a que se refería así que lo dejo terminar – Que no había motivo real, solo querían verla morir – El comentario salió con una ironía quizás natural, o quizás mostraba su cambio natural. Después de todo este tiempo la muerte le causaba algo de gracia.



Mario se rio un poco – A todos nos divierten cosas diferentes – agrego sin demasiada preocupación. Sobre la mesa el viejo revolver brillaba, demasiado frío para su propio bien.



El detective sonrió por lo bajo – Si, pero a veces me gustaría entender – Ese era el punto, después de tantos años era lo único que pedía. Durante todo ese tiempo nunca pudo unir los puntos, nunca llego a entender por qué querría ver a alguien morir.



La decisión la tomó en un instante. Agarro el viejo revolver y tiró del gatillo, el rostro de Mario por un instante mostró más sorpresa que terror mientras intentaba presionar el lado derecho de su pecho. La gente abandonaba el bar corriendo mientras la rocola seguía sonando sin grandes preocupaciones.  Otro disparo, ahora el estómago, un hombro, el pecho y Mario finalmente cayó al suelo. La vida Salió de su cuerpo en poco tiempo, dejando a atrás el frío cadáver y un completo desorden en el mostrador.



El detective apago el cigarro en el cenicero. Sonrió por lo bajo por la canción que acababa de empezar se puso su gabardina y salió caminando del bar. Antes de que unieran los puntos en base a algún testimonio en ya no estaría en el país, y además sabía que por encima de cuatro disparos la policía solía achacarlo todo a un ajuste de cuentas. Su única preocupación es que después de esto aún no entendía demasiado.



En el fondo sin inmutarse a lo ocurrido Johnny Cash cantaba, probablemente desde alguna prisión.

♫♪♫♪ ¡ Shot a man in Reno just to see him bleed ! ♪♫♪♫



Ernesto Alexander Rodríguez Eiris

Caracas, domingo 16 de junio 2019