Hoy es el 1er domingo de Adviento de este año, y en
#MeLoContaronalrededorDelFuego nos contagiamos del Espíritu Navideño
y les compartimos un cuanto tradicional de la Navidad Caraqueña:
DE CÓMO PANCHITO
MANDEFUÁ FUE A CENAR CON EL NIÑO JESÚS: Aun vive (más vigente
que nunca) aquel muchachito “de la calle” que creó la preocupación social de
José Rafael Pocaterra en un cuento antológico que tan bien describe la Caracas
de los años veinte.
DE CÓMO PANCHITO
MANDEFUÁ
FUE A CENAR CON EL NIÑO
JESÚS(Cuentos Grotescos – José Rafael Pocaterra – 1922)
CAPITULO I
A ti que esta noche irás a sentarte a la mesa de los tuyos,
rodeado de tus hijos, sanos y gordos, al lado de tu mujer que se siente feliz
de tenerte en casa para la cena de Navidad; a ti que tendrás a las doce de esta
noche un puesto en el banquete familiar, y un pedazo de pastel y una hallaca y
una copa de excelente vino y una taza de café y un excelente "Hoyo de
Monterrey", regalo especial de tu excelente vicio; a ti que eres
relativamente feliz durante esta velada, bien instalado en el almacén y en la
vida, te dedico este cuento de Navidad, este cuento feo e insignificante, de
Panchito Mandefúa, granuja billetero, nacido de cualquiera con cualquiera en
plena alcabala, chiquillo astroso a quien el Niño Dios invitó a cenar.
CAPITULO II
Como una flor de callejón, por gracia de Dios no fue
palúdico, ni zambo, ni triste; abriose a correr un buen día calle abajo, calle
arriba, con una desvergüenza fuerte de nueve años, un fajo de billetes
aceitosos, y un paltó de casimir indefinible que le daba por las corvas y que
era su magnífico macferland de bolsillos profundos, con bolsillito pequeño para
los cigarrillos, que era su orgullo, y que le abrigaba en las noches del enero
frío y en los días de lluvia hasta cerca de la madrugada, cuando los puestos de
los tostaderos son como faros bienhechores en el mar de niebla, de frío y de
hambre que rodea por todas partes, en la soledad de las calles, al pobre
hamponcillo caraqueño. Hasta cerca de medianoche, después de hacer por la
mañana la correría de San Jacinto y del Pasaje y el lance de doce a una en la
puerta de los hoteles, frente a los teatros o por el bulevar del Capitolio,
gritaba chillón, desvergonzado, optimista:
-Aquí lo cargoooo…. El tres mil seiscientos setenta y
cuatro; el que no falla nunca ni fallando, archipetaquiremandefuá….!
El día bueno, de tres billetes y décimos. Panchito se daba
una hartada de frutas; pero cuando sonaban las doce y sólo- después de soportar
empellones, palabras soeces; agrios rechazos de hombres fornidos que tomaron
ron- contaba en la mugre del bolsillo catorce o dieciséis centavos por
pedacitos vendidos, Panchito metíase* a socialista, le ponía letra escandalosa
a “La Maquinita” y aprovechaba el ruido de una carreta o el estruendo de un
auto para gritar obscenidades graciosísimas contra los transeúntes o el carruaje
del general Matos o de otro cualquiera de esos potentados que invaden la calle
con un automóvil enorme entre un alarido de cornetas y una hediondez de
gasolina…; y terminaba desahogándose con un tremendo “mandefuá” donde el muy
granuja encerraba como en una fórmula anarquista todas sus protestas al ver,
cómo él decía, las caraotas en aeroplano.
Quiso vender periódicos, pero no resultaba; los encargados
le quitaron la venta: le ponía “mandefuá” a las más graves noticias de la
guerra, a las necrologías, a los pesares públicos:
-Mira hijito –le dijeron- mejor es que no saques el
periódico, tú eres muy “mandefuá”.
CAPITULO III
Tuvo, pues, Panchito su hermoso apellido Mandefuá obra de
él mismo, cosa esta última que desdichadamente no todos son capaces de obtener,
y él llevaba aquél Mandefuá con tanto orgullo como Felipe, Duque de Orlean,
usaba el apelativo de igualdad en los días un poco turbios de la Convención,
cuando el exceso de apellidos podía traer consecuencias desagradables.
Pero Panchito era menos ambicioso que el Duque y bastándole
su "medio real podrido"-como gritaba desdeñosamente tirándoles a los
demás de la blusa o pellízcándoles los fondillos en las gazaperas del
Metropolitano.
-Una grada para muchacho, bien "mandefuá"!De sus
placeres más refinados era el irse a la una del día, rasero con la estrecha
sombra de las fachadas, y situarse perfectamente bajo la oreja de un transeúnte
gordo, acompasado, pacífico; uno de esos directores de ministerio que llevan
muchos paquetitos, un aguacate y que bajan a almorzar en el sopor bovino del
aperitivo:
- El mil setecientos cuarenta y siete "mandefuá!
-Granuja atrevido!
Y Panchito, escapando por la próxima bocacalle,
impertérrito:
-Ese es el premiado, no se caliente mayoral!
El título de mayoral lo empleaba ora en estilo
epigramático, ora en estilo elevado, ora como honrosa designación para los
doctores y generales del interior a quienes les metía su numeroso
archipetaquiremandefuá.
Y con su vocablo favorito,que era penegírico, ironía,
apelativo -todo a un tiempo-,una locha de frito y un centavo de cigarros de a
puño comprado en los kioskos del mercado, Panchito iba a terminar la velada en
el Metro con "Los Misterios de Nueva York"; chillando como un
condenado cuando la banda apresaba a Gamesson o advirtiéndole a un descuidado
personaje que por detrás le estaba apuntando un apache con una pistola o que el
leal perro del comandante Patouche tenía el documento escondido en el collar.
Indudablemente era una autoridad en materia de cinematógrafo y tenía orgullo de
expresarlo entre sus compañeros, los otros granujas:
-Mire, vale, para que a mí me guste una película tiene que
ser muy crema.
CAPITULO IV
Panchito iba una tarde calle arriba pregonando un número
"premiado" como si lo estuviese viendo en una bolita… Detúvose en una
rueda de chicos después de haber tirado de la pata a un oso de dril que estaba
en una tienda del pasaje y contemplando una vidriera donde se exhibían
aeroplanos, barcos, una caja de soldados, algunos diávolos, un automóvil y un
velocípedo de "ir parado" ….Y, de paso, rayó con el dedo y se lo
chupó, un cristal de la India a través del cual se exhibían pirámides de
bombones, pastelillos y unos higos abrillantados como unas estrellas.
En medio del corro malvado, vio una muchachita sucia que
lloraba mientras contemplaba regada por la acera una bandeja de dulces; y como
moscas, cinco o seis granujas de habían lanzado a la provocación de los ponqués
y de los fragmentos de quesillo llenos de polvo. La niña lloraba desesperada,
temiendo el castigo.
Panchito estaba de humor: cinco números enteros y seis
décimos ¡ochenta y seis centavos! la sola tarde después de haber comido y
"chuchado"… Poderoso. Iría al Circo, que daban un estreno, comería
hallacas y podría fumarse hasta una cajetilla. Todavía le quedaban 2 bolívares
con que irse por ahí, del Madero abajo para él sabía que…. ¡Una noche muy
crema!
Seguía llorando la chiquilla y seguían los granujas mojando
en el suelo y chupándose los dedos….
Llegó un agente. Todos corrieron, menos ellos dos.
-Qué fue, qué pasó!
Y ella sollozando:
-Que yo llevaba para la casa donde sirvo esta bandeja, que
hay cena allá esta noche y me tropecé y se me cayó y me va a echar látigo….
Todo esto rompiendo a sollozar.
Algunos transeúntes detenidos encogiéronse de hombros y
continuaron.
-Sigan, pues-les ordenó el gendarme.
Panchito siguió detrás de la llorosa.
-Oye, ¿Cómo te llamas tú?
La niña se detuvo a su vez, secándose el llanto.
-¿Yo? Margarita
-¿Y ese dulce era de tu mamá?
-Yo no tengo mamá
-¿Y papá?
-Tampoco
-¿Con quién vives tú?
-Vivía con una tía que me "concertó" en la casa
en que estoy.
-¿Te pagan?
-¿Me pagan qué?
Panchito sonrió con ironía, con superioridad:
-Guá, tú trabajo: al que trabaja se le paga, ¿no lo sabías?
Margarita entonces protestó vivamente:
- Me dan la comida, la ropa y una de las niñas me enseña,
pero es muy brava.
-¿Qué te enseña?
- A leer… Yo sé leer; ¿tú no sabes?
Y Panchito, embustero y grave:
-¡Pauh! como un clavo…. Y sé vender billetes, y gano para
ir al cine y comer frutas y fumar de a caja.
Dicho y hecho, encendió un cigarrillo…. Luego, sosegado:
-¿Y ahora qué dices allá?
- Diga lo que diga, me pagan….- repuso con tristeza bajando
la cabecita enmarañada. Un rayo de luz se hizo en la no menos enmarañada cabeza
del chico:
- ¿Y cuánto botaste?
- Seis y cuartillo: aquí está la lista- y le alargó un
papelito sucio.
-¿Espérate, espérate!-Le quitó la bandeja y echó a correr.
Un cuarto de hora después volvió:
-Mira: eso era lo que se te cayó, ¿nojerdá?
Feliz, sus ojillos brillaron y una sonrisa le iluminó la
carita sucia.
- Sí…, era…
Fue a tomarla, pero él la detuvo:
- No; yo tengo más fuerza, yo te la llevo.
-Es que es lejos- expuso, tímida.
-¡No importa!
Por el camino él le contó, también, que no tenía familia,
que las mejores películas eran en las que trabajaba Gamesson y que podían
comerse un gofio…
- Yo tengo plata, ¿sabes?- y sacudió el bolsillo de su
chaquetón tintineante de centavos.
Y los dos granujas echaron a andar.
Los hociquillos llenos de borona seguían charlando de todo.
Apenas si se dieron cuenta de que llegaban.
- Aquí es… Dame
Y le entregó la bandeja.
Quedáronse viendo ambos a los ojos:
-¿Cómo te pago yo?- le preguntó con tristeza tímida.
Panchito se puso colorado y balbuceó:
- Si me das un beso.
- ¡No,no! ¡Es malo!
- ¡Por qué!
- Guá porque sí…..
Pero no era Panchito Mandefuá a quien se convencía con
razones como ésta; y la sujetó por los hombros y le pegó un par de besos llenos
de gofio y de travesura.
- Grito…., que grito….
Estaba como una amapola y por poco tira otra vez la dichosa
dulcera.
- Ya está, pues, ya está.
De repente se abrió el anteportón. Un rostro de garduña, de
solterona fea y vieja apareció:
-¡Muy bonito el par de vagabunditos estos!-gritó. El chico
echó a correr. Le pareció escuchar a la vieja mientras metía dentro a la chica
de un empellón.
-Pero, Dios mío, ¡qué criaturas tan corrompidas éstas desde
que no tienen edad! ¡Qué horror!
CAPITULO V
Era un botarate. No le quedaban sino veintiséis centavos,
día de Noche Buena…! Quién lo mandaba a estar protegiendo a nadie…
Y sentía en su desconsuelo de chiquillo una especie de loca
alegría interior…. No olvidaba en medio de su desastre financiero, los dos
ojos, mansos y tristes de Margarita. ¡Qué diablos!, el día de gastar se gasta "archipetaquiremandefuá"…
CAPITULO VI
A las once salió del circo. Iba pensando en el menú:
hallaca de "a medio", un guarapo, café con leche, tostada de
chicharrón y dos "pavos rellenos" de postre. ¡Su cena famosa! Cuando
cruzaba hacia San Pablo, un cornetazo brusco, un soplo poderoso y de Panchito
Mandefuá apenas quedó, contra la acera de la calzada, entre los rieles del
eléctrico, un harapo sangriento, un cuerpecito destrozado, cubierto con un
paltó de hombre, arrollado, desgarrado, lleno de tierra y sangre….
Se arremolinó la gente, los gendarmes abriéronse paso…..
-¿Qué es? ¿Qué sucede allí?
-¡Nada hombre! que un auto mató a un muchacho "de la
calle"…
- ¿Quién?…. ¿Cómo se llama?…
- ¡No se sabe!, un muchacho billetero, un granuja de esos
que están bailándole a uno delante de los parafangos… -informó indignado, el dueño
del auto que guiaba un "trueno".
José Rafael Pocaterra – 1922
Compartido
por:
Pterodáctilo
Ancestral
27 de nov
2016 – 1er domingo de adviento
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