Nuestra historia transcurre un sábado cualquiera, de un año cualquiera, en cualquier ciudad o pueblo
de Venezuela, en cualquier parque, plaza, terreno, colegio: en resumen un sábado scout en un local de tropa... ...
A partir de las dos de la tarde, los scouts van llegando de diversas
maneras: los águilas – que viven todos en el mismo edificio – vienen juntos y
chalequeándose unos a otros, van contando chistes y riéndose muy duro; algunos de los
tigres subieron hace ya mucho rato, y llevan rato integrados a una “caimanera”
de futbolito que parece que no terminara nunca, los restantes – entre los que
se cuenta el GP – llegaran corriendo y
sin aliento casi sobre la hora de inicio; los búfalos van llegando poco a poco
– “piano piano se va lontano” diría Saverio el nuevo SGP, parafraseando el acento de sus
ancestros italianos – a la mayoría de
los búfalos los trae su mamá en la camioneta de la familia, uno de ellos – evidentemente
el GP – abren la puerta trasera y sacan el banderín rojo y blanco que cual “retrato
de Dorian Gray” siempre parece casi nuevo, a este GP lo reconocemos rápidamente
por la vieja canción que dice: ♪♪♪♪ tiene nuestro Guía condecoraciones ♪♪♪ de
las que se ponen todos los bribones ♪♪♪♪
A las dos y quince, llega un joven de entre 22 y 27 años, porta el mismo
uniforme que ellos, trae un pequeño morral, un balón, un largo mecate de
sisal que compro en el Estado Lara y la cara iluminada de una Gran Sonrisa.
Rápidamente los scouts de arremolinan alrededor del él y cada uno recibe
un apretón de mano izquierda, una agradable sonrisa y un comentarios personalizado. Mientras saluda a cada
uno por su nombre, el joven los va contando en su cabeza – 6 águilas, 9 tigres,
8 búfalos, total 23 faltan 5 por llegar hoy y solo 9 para la meta de abrir la cuarta patrulla a finales de este año – y mientras
lo hace deja correr sus recuerdos, hasta un sábado hace más de un año: recién
había terminado la universidad, y mientras espera la graduación, se había
quedado trabajando en la misma empresa de ingeniería en que había hecho sus
pasantías, ese sábado tuvo que ir a terminar un trabajo y al final de la tarde había
decidido pasar a visitar a su tropa scout, al llegar se dio cuenta que a la
tropa la estaba dirigiendo su viejo JT, increíble: ya habían pasado 15 años de la primera
vez que había tomado un pito.
Luego de saludarlos, el joven se lleva la sorpresa de que el Jefe de
Tropa se había retirado y la tropa quedaba a la deriva. Por lo que el Jefe de
Grupo (su viejo JT), había vuelto a sacar su “silbato scout” de la gaveta de la mesa de noche. Se queda aquella
tarde, colabora con el Juego Final (un quemado con pelotica de goma) y, antes de irse, acuerdo pasar: “un ratico,
la semana próxima, para ayudarte con algún juego”.
Este “cuento y su final” ya lo conocemos muy bien, (Walt Disney lo explico y recreo excelentemente bien en su imperecedera película de 1966: Síganme muchachos - Follow Me, Boys!, se la recomiendo a todos los JT), y se repite cada semana en muchas tropas de cualquier parte, lo que nos hace preguntar: ¿Qué lleva a estos dirigentes de tropa (y aquí cabe: de manada, de clan, de grupo o institucionales) a dedicar tanto de su tiempo a sembrar valores en jóvenes que “no son nada de ellos”?, ¿Qué esperan cosechar, si esos valores tardaran años en ser aplicados y tener efectividad?, ¿Qué hace que dedique Fines de Semana, Carnavales, Semanas Santa, Vacaciones y su Vida a dirigir: "SU TROPA SCOUT"?
Habrían muchas respuestas validas y posibles: (i) Agradecimiento por lo recibido cuando fuimos scouts: a nuestros dirigentes, nuestro Grupo, el Escultismo todo; (ii) Añoranza de que cualquier tiempo pasado fue mejor; (iii) Satisfacción personal por dirigir una BUENA TROPA; (iv) Y muchos mas de ese mismo estilo que repito son validas, humanas, posibles...
Pero estoy convencido de nada de esto debe ser suficiente, y por lo tanto debe existir una razón superior, por la que estos Jóvenes Dirigentes invierten tanto tiempo, esfuerzo y hasta su escaso dinero, para de forma voluntaria y altruista dedicarse a la dirección de una Tropa Scout: La respuesta la obtengo cada día, cuando veo a “mis scouts” (entregue la tropa del San Cayetano a Jose Félix Rivas y Javier Marquez hace ya 23 años a finales de 1993), convertidos en hombre de bien, en padres de familia, en agentes de cambio de la sociedad, en CIUDADANOS. Entonces me dio de cuenta que, que los Dirigentes Scouts, sembramos hoy, para que otros puedan: “comer mañana lo que hoy plantamos”, y aunque solo fuera para honrar a aquellos desconocidos que sembraron ayer lo que hoy “nos toca comer a nosotros”, vale la pena la tarea.
Pero estoy convencido de nada de esto debe ser suficiente, y por lo tanto debe existir una razón superior, por la que estos Jóvenes Dirigentes invierten tanto tiempo, esfuerzo y hasta su escaso dinero, para de forma voluntaria y altruista dedicarse a la dirección de una Tropa Scout: La respuesta la obtengo cada día, cuando veo a “mis scouts” (entregue la tropa del San Cayetano a Jose Félix Rivas y Javier Marquez hace ya 23 años a finales de 1993), convertidos en hombre de bien, en padres de familia, en agentes de cambio de la sociedad, en CIUDADANOS. Entonces me dio de cuenta que, que los Dirigentes Scouts, sembramos hoy, para que otros puedan: “comer mañana lo que hoy plantamos”, y aunque solo fuera para honrar a aquellos desconocidos que sembraron ayer lo que hoy “nos toca comer a nosotros”, vale la pena la tarea.
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Me, Boys!
|
Por eso, debemos seguir sembrando para que otros cosechen y disfruten de
la cosecha.
Por eso continuamos cada semana, con este proyecto de
#MeLoContaronAlrededorDelFuego para que alguien, algún día coseche lo sembrado.
Para y por todos los Jefes de Tropa de Ayer, Hoy y Siempre:
cuatro JT del San Cayetano Ildemaro Trías, Jose Felix Rivas, Juan Rodrigo, Kenneth Peraza |
QUE LARGA SEA SU
HISTORIA
Y ETERNA SU LEYENDA
SEMBRAR
Y COCECHAR
por Jorge Bucay, “Cuentos para pensar”
En un oasis escondido entre los más lejanos
paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, a un costado
de algunas palmeras datileras.
Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo
en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Eliahu transpirando, mientras
parecía cavar en la arena.
¿Qué tal anciano? La paz sea contigo.
Contigo -contestó Eliahu sin dejar su tarea.
¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala
en las manos?
Siembro -contestó el viejo.
Qué siembras aquí, Eliahu?
Dátiles -respondió Eliahu mientras señalaba a su
alrededor el palmar.
¡Dátiles!! -repitió el recién llegado, y cerró los
ojos como quien escucha la mayor estupidez.
El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo.
ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.
No, debo terminar la siembra. Luego si quieres,
beberemos...
Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?
No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé.. lo he
olvidado...pero eso, ¿qué importa?
Mira, amigo,
las datileras tardan más de cincuenta años en crecer y recién después de ser
palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el
mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que
difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y
ven conmigo.
Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró,
otro que tampoco soñó con probar esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros
puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque solo fuera en honor
de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.
Me has dado una gran lección, Eliahu, déjame que te
pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste - y diciendo esto,
Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.
Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces
pasa esto: tu me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara.
Parecía cierto y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché
una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.
Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la
segunda gran lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera.
Déjame pues que pague también esta lección con otra
bolsa de monedas.
Y a veces pasa esto -siguió el anciano y extendió
la mano mirando las dos bolsas de monedas-: sembré para no cosechar y antes de
terminar de sembrar ya coseché no solo una, sino dos veces.
Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues
enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para
pagarte.
De: Jorge Bucay. Cuentos para pensar.
Compartido por
Pterodáctilo Ancestral
Noviembre 2016