Creo que todos estamos de acuerdo que una de las épocas más difíciles
del Siglo XX y de la economía occidental en su historia, fue la Gran Depresión
o Crisis Económica Mundial iniciada en octubre de 1929 y que se prolongó alrededor
de una década dependiendo de cada País. Sin embargo, en lo que respecta a USA, este
se considera uno de los momentos más difíciles pero también, más
ejemplarizantes y forjadores de la historia norteamericana. Existen tantos
relatos y anécdotas sobre esta difícil época, que las leyendas se mezclan con
la realidad, y es muy difícil distinguirlas y diferenciarlas (también ver en #MeLoContaronAlredorDelFuego:
UN ANGEL LLAMA A LA PUERTA/CUENTO DE CUARESMA del jueves 25 de febrero 2016).
Pero la mayoría coincide en indicar que a pesar de las dificultades y penurias
que todos sufren, la bondad y la caridad humana, no solo sobrevivieron en esa
crisis, sino que se magnificaron y existieron números ejemplos que asi lo
demuestran.
Este relato me llego por internet en 2004 y nunca conseguí al
autor, como es típico en la red conseguí diversas versiones variando hasta el
País de los hechos (hay varios que lo ubican en México), sin embargo me quedo
con este que fue el primero que me llego, así que ahora – con su permiso - lo comparto
con Ustedes, como ejemplo de Caridad Cristiana y recordatoria de que: ««DEBEMOS
DEJAR ESTE MUNDO MEJOR DE CÓMO LO ENCONTRAMOS»» y ««QUE NO DEBEMOS ESPERAR MAS RECOMPENSA QUE EL SABER QUE HAGO TU SANTA VOLUNTAD»» , sin más preámbulo los dejo con…
CANICAS ROJAS
Durante los duros años de la depresión, en un pueblo pequeño de
Idaho, USA, solía parar en el almacén del Sr. Miller para comprar productos
frescos de granja. La comida y el dinero faltaban y el trueque se usaba mucho.
Un día en particular, el Sr. Miller me estaba empaquetando unas papas. De
repente me fijé en un niño pequeño, delicado de cuerpo y aspecto, con ropa
roída pero limpia que miraba atentamente un cajón de arvejas frescas
maravillosas. Pagué mis papas pero también me sentí atraído por el aspecto de
las arvejas. Me encanta la crema de arvejas y las papas frescas!
Admirando las arvejas, no pude evitar escuchar la conversación
entre el Sr. Miller y el niño.
-
«Hola Barry, como estás hoy?»
-
«Hola Sr. Miller. Estoy bien, gracias.
Solo admiraba las arvejas... se ven muy bien.»
-
«Sí, son muy buenas. ¿Cómo está tu
mamá?»
-
«Bien. Cada vez más fuerte.»
-
«Bien. ¿Hay algo en que te pueda
ayudar?»
-
«No Señor. Sólo admiraba las arvejas.»
-
«¿Te gustaría llevar algunas a casa?»
-
«No Señor. No tengo con que pagarlas.»
-
«Bueno, qué tienes para cambiar por
ellas? »
-
«Lo único que tengo es esto, mi canica
más valiosa.»
-
«¿De veras? ¿Me la dejas ver?»
-
«Acá está. ¡Es una joya!»
-
«Ya lo veo. Mmmm... el único problema
es que ésta es azul y a mí me gustan las rojas. ¿Tienes alguna como esta, pero
roja, en casa?»
-
«No exactamente, pero casi.»
-
«Hagamos una cosa. Llévate esta bolsa
de arvejas a casa y la próxima vez que vengas muéstrame la canica roja que
tienes.»
-
«Desde ya! Gracias Sr. Miller.»
La Sra. Miller se me acercó
a atenderme y con una sonrisa me dijo:
-
«Hay dos niños más como él en nuestra
comunidad, todos en situación muy pobre. A Jim le encanta hacer trueque con
ellos por arvejas, manzanas, tomates, o lo que sea. Cuando vuelven con las
canicas rojas, y siempre lo hacen, él decide que en realidad no le gusta tanto
el rojo, y los manda a casa con otra bolsa de mercadería y la promesa de traer
una canica color naranja o verde tal vez.»
Me fui del negocio sonriendo e impresionado con este hombre.
Un tiempo después me mudé a Colorado pero nunca me olvidé de este
hombre, los niños y los trueques entre ellos. Varios años pasaron, cada uno más
rápidamente que el anterior. Recientemente tuve la oportunidad de visitar unos
amigos en esa comunidad en Idaho. Mientras estuve allí, me enteré que el Sr.
Miller había muerto. Esa noche sería su velorio y sabiendo que mis amigos
querían ir, acepté acompañarlos.
Al llegar a la funeraria, nos pusimos en fila para conocer a los
parientes del difunto y para ofrecer nuestro pésame. Delante nuestro en la
fila, había tres hombres jóvenes. Uno tenía puesto un uniforme militar y los
otros dos unos lindos trajes oscuros con camisas blancas. Parecían
profesionales. Se acercaron a la Sra. Miller quien se encontraba al lado de su
difunto esposo, tranquila y sonriendo. Cada uno de los hombres la abrazó, la
besó, conversó brevemente con ella y luego se acercaron al ataúd. Los ojos
azules llenos de lágrimas de la Sra. Miller los siguió uno por uno mientras
cada uno tocaba con su mano cálida la mano fría dentro del ataúd. Cada uno se
retiró de la funeraria limpiándose los ojos.
Llegó nuestro turno y al acercarme a la Sra. Miller le dije quién
era y le recordé lo que me había contado años atrás sobre las canicas. Con los
ojos brillando, me tomó de la mano y me condujo al ataúd.
-
«Esos tres jóvenes que se acaban de ir
son los tres chicos de los cuales te hablé. Me acaban de decir cuanto
agradecían los «trueques» de Jim. Ahora que Jim no podía cambiar de parecer
sobre el tamaño o color de las canicas, vinieron a pagar su deuda.
-
«Nunca hemos tenido riqueza» -me
confió- «pero ahora Jim se consideraría el hombre más rico del mundo.»
Con una ternura amorosa levantó los dedos sin vida de su esposo.
Debajo de ellos había tres canicas rojas exquisitamente brillantes.
Moraleja: No seremos recordados por nuestras palabras, sino por
nuestras acciones. La vida no se mide por cada aliento que tomamos sino por las
cosas que nos quitan el aliento.
Hoy te deseo un día de milagros comunes, tal como una cafetera de
café fresco que otro te preparó, una llamada inesperada de un viejo amigo,
semáforos verdes camino al trabajo.
Te deseo un día de cosas pequeñas de las cuales estar agradecido:
la fila más rápida en el supermercado, una canción favorita en la radio,
encontrar tus llaves justo donde buscas.
Te deseo un día de felicidad y perfección; pequeños trozos de
perfección que te hagan sentir que Dios te está sonriendo, sosteniéndote tan
tiernamente porque eres alguien especial y único.
Te deseo un día de paz.
Un abrazo
Recibido por correo electrónico el 18 de febrero de 2004, y compartido
en junio de 2016 en #MeLoContaronAlredorDelFuego por:
Pterodáctilo Ancestral
junio 2016