Cual niño apenado: El Teide
había permanecido oculto, tras las nubes, durante todo nuestro primer día en La
Isla.
Pero a la mañana siguiente,
como si de repente nos hubiera reconocido como a unos de los suyos, se nos fue
insinuado, a pedacitos y mostrándose, muy poco a poco, como diciéndonos: ¡ Coñoooo,
yo les conozco, ¡ ¿tú eres hijo de Roro y Cecilia? !
Aquella semana de búsqueda de
nostalgias heredadas, la habíamos anhelado hacía muchísimo tiempo (pareciera
que desde siempre), y el anhelo había crecido desde la partida del viejo (que coincidió con el inicio de mi fantasía de sentirme poeta), pero recién había iniciado el día
anterior en Aena: cuando nuestro avión proveniente de Barajas, aterrizó en el
Aeropuerto del Norte (cuando mi última visita a la Isla – hacían cuarenta y dos
años – aún lo llamaba Aeropuerto de Los Rodeos). Allí nos “esperaba”: el primo, tocayo,
amigo, y durante toda esta semana guía, navegante, sommelier y baquiano: Juan Sebastián
(no del Cano).
Al salir de Aena, El Teide
estaba oculto tras un denso manto de nubes, por lo que no pudimos hacer los
saludos ni presentaciones de rigor (Desiree no lo conocía sino por fotos y cuentos). Sin
perder tiempo, nuestro guía enfilo hacia la nueva autopista (todo aquí era
nuevo para mí), rodeamos La Laguna y rápidamente (a la máxima velocidad que permitía aquel moderno TOYOTA HIBRIDO) nos dirigimos a El Puerto de mis ancestros.
Entramos por el este, y al
iniciar el descenso hacia las playas que besan El Valle de La Orotava, nos
encontramos de frente con las frías aguas y negras arenas de Martiánez,
custodiadas por sus negros acantilados y el lago. Ambos pensábamos y deseábamos, que allí, en esas
playas estuviera todo aquello que veníamos a buscar.
Luego todo se apresuró,
llegamos al Hotel Marte, dejamos las maletas, besamos a la Tía (y le dimos los saludos de mi madre), saludamos a los
primos, y nos dispusimos a cumplir con la tradición, práctica y costumbre de ir
a apresuradamente a la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, para saludar al Viejito, y de paso visitar a la Virgencita del Carmen a la que también, le
llevábamos muchos saludos de nuestra Pastorcita de Barquisimeto.
Al salir del hotel, y
dirigirnos a nuestra misión, nos cruzamos con la ermita a la virgen que la tía
Ana Maria había incorporado a la esquina Este del hotel, y de inmediato lamentamos
no haberlo sabido antes, para traerle una virgencita de Coromoto o del Valle; nada ya tenemos Homework
para Caracas. Seguimos y apresuramos el paso.
La Plaza del Charco |
Con esa premura cruzábamos la
Plaza del Charco, cuando un señor de unos 80 años, me dice:
- ¿Tú eres hijo del Rorro?, ¿nieto de Don Pedro?, ¿sobrino de Santiago?
- - Si, si y si – le conteste entre intrigado y pasmado por la pregunta,
- - Coñoooooooo muchacho que no puedes negar tu apellido – contesto el viejo – yo fui muy amigo de tu padre y trabajé en la lonja con tu abuelo Perico, sentí muchísimo la partida del Roro y de tus tíos Santiago y Juanito, mándale a Cecilia un beso muy grande de parte de Yago.
EL VIEJITO
GRAN PODER DE DIOS
Puerto de La Cruz
Tenerife
|
Continuamos hacia nuestro
destino – no lo recordaba, pero sabía exactamente donde quedaba – así que sin más
distracciones finalmente llegamos, entramos al templo, nos acercamos al
viejito, y lo saludamos como a un viejo familiar que no veíamos desde hacía
tiempo, pero lo conociéramos desde siempre, y allí nos contamos todo para ponernos al día: le dije que extrañábamos mucho a mi padre y que lamentábamos profundamente
no haberle dicho más veces gracias y te amo, que por favor le diera un beso de nuestra
parte por todos aquellos que no le dimos y finalmente le dije que escribiríamos este
relato para decirle a mi madre que la amamos mucho, muchísimo. Por su lado Desiree también
le mando saludos a Rodrigo, sé que le dijo algo de estar muy agradecida, pero no
la escuche bien y ella nunca me conto.
Cumplida la tradición, y ya
arreglados los asuntos, salimos a darle juntos, la primera vuelta a la manzana:
Plaza de la Iglesia con sus dragos, sus jardines y su fuente del cisne de
piedra; las gemelas Iglesias de San Francisco y San Juan ubicadas frente a la
Plaza de Víctor Pérez con su tradicional fuente Ñamera y sus bancos para novios (allí nos dimos un beso);
El Muelle (foto obligada con la pescadora cargando su cesta, y otra frente al edificio
donde estuvo la lonja del Abuelo Perico); la casa de Miranda (hoy, para molestia de nuestro guía, alberga una moderna
cafetería Starbucks); el Mirador del Penitente (la idea era ver allí al Tío
Pancho pescando, pero es tarde y ya se fue, tarea pendiente para mañana); San Telmo (el
mirador, la playa, la ermita, el paseo, las piscinas, la chamos saltando las rocas con la marea); la Plaza del Charco con
su Bar Dinámico y su fuente Ñamera; y así en cada esquina, en cada rincón, en
cada recoveco: las historias de mi viejo, las nostalgias de mi madre, los mitos,
amores y leyendas de los tíos, la añoranza por los abuelos nunca disfrutados,
la morriña por la familia dispersa por la urbe, y todo eso: sazonado por el
legado, el orgullo de ser hijos de Rodrigo y Cecilia.
Y aquí debo confesarles que de alguna manera, entendimos que en ese viaje llevábamos dos guías: por un lado Juan Sebastian muy orgulloso de su tierra y profundamente gustoso de enseñarla, por el otro los recuerdos de mis visitas al Puerto. La primera en 1967 a los cuatro años, y (sobre todo) la que hice en 1976 a los trece años, con mi padre. Recuerdos y nostalgias sazonados, agrandados, reforzados con muchos años de escuchar las historias de mis viejos. Por lo que de alguna manera en cada esquina, encontrábamos un recuerdo.
Y aquí debo confesarles que de alguna manera, entendimos que en ese viaje llevábamos dos guías: por un lado Juan Sebastian muy orgulloso de su tierra y profundamente gustoso de enseñarla, por el otro los recuerdos de mis visitas al Puerto. La primera en 1967 a los cuatro años, y (sobre todo) la que hice en 1976 a los trece años, con mi padre. Recuerdos y nostalgias sazonados, agrandados, reforzados con muchos años de escuchar las historias de mis viejos. Por lo que de alguna manera en cada esquina, encontrábamos un recuerdo.
El Monumento a la
Pescadora
escultura en bronce
Muelle de El Puerto
de La Cruz
2008 - Julio Nie
|
A final de la tarde El Teide aún
se nos ocultaba entre nubes, y nos regresamos a el Marte en donde nos esperaban
el primo Carlos y su hija, para invitarnos – junto con Juan el Baquiano – a uno
de esos restaurantes de campo convertidos en estandartes de la cultura
gastronómica Tinerfeña, y que son excelentes para acordar con los amigos para
probar el vino de la casa, acompañándolo de un menú sencillo, sabroso y autentico; cocido al calor de esta caliente tierra volcánica, y todo pensado para acompañar
estas catas informales con sabor isleño. Si, los primos, nos invitaban a un
Guachinche de esos que saben a la comida de mi madre. De esos que suenan a: Guanche con Bochinche, de esos que se conocen y se extrañan sin nunca haberlos
conocidos.
Si no toma vino: ¿PARA QUE VINO? |
Al entrar, solo nos
preguntaron: «blanco
o tinto», y
así de inmediato entendimos aquello de: «si no quiere vino, ¿a qué vino?», nos
trajeron un cuartico de vino tinto de listac negro (el primero de muchos),
acompañado de queso fresco de cabra y a la plancha, calamares en su tinta, garbanzos
en salsa, carne fiesta, huevos estrellados, y mucho, mucho más. Y así
sintiéndonos como uno de los nueve menceyes guanches de Tenerife y comiendo como
cualquier sábado en la tarde en la mesa de mi madre en El Pozo, se terminó nuestro
primer día en la isla de mis padres, y aun sin poder ver al Teide … …
Pterodáctilo
Ancestral
28 de octubre 2018
a los tres años de la partida de El Viejo Rodrigo
ESTA HISTORIA CONTINUARA... … …
sus comentarios hechos directamente al blog, perduran
sus comentarios hechos directamente al blog, perduran
Excelente relato Juan Rodrigo !!! Provoca ir a las Islas Canarias de vacaciones y disfrutarlas! Un saludo.
ResponderEliminarGracias Miguel Angel: Gracias por leerme y no dejes de ir. Y te recomiendo que leas la segunda crónica de nostalgias heredadas La Isla Baja, describe una buena porción de la isla
EliminarSaludos
Juan Rodrigo