♫♬ Tu y yo somos hermanos
♬♫ Y del mismo cubil,
♫♬ Tu rastro va junto a mi
rastro
♬♫ Mi caza es para ti
Hacía ya mucho rato que me
había acostado en el suelo del cubil con el resto de los cachorros y lobatos que
conformábamos la manada, pero aun no me podía dormir de la emoción acumulada a
lo largo de aquel día y lo que ya sabía que me esperaba al despertar, cuando de
la nada lo comencé a escuchar, primero como un rumor, un susurró o un aullido a
lo lejos, que poco a poco fue aumentado de volumen como un gran clamor, estuve
atento a escuchar con mis “oídos bien abiertos”, y de repente explotó
como si toda la selva se encontrara entre nosotros dentro de aquella cueva, y entonces,
de la nada, comenzó a llover.
Casi de inmediato, todos los
cerros alrededor del cubil se convirtieron en caudalosos torrentes, cargados de
barro, madera, piedras, y cualquier otra cosa que se interpusiera a su caudal.
Pequeños arroyos, comenzaron a nacer de aquellos caudales principales, y muchos
de ellos buscaron entrar al calor y protección de nuestro refugio. Al sentir,
el agua y el frio, los cachorros y lobatos buscamos arrimarnos al calor de la
manada, y nos arrejuntamos, unos contra otros, en el centro de la guarida que
nos daba resguardo, los viejos lobos por su parte se acostaron a nuestro alrededor
para protegernos. A pesar de eso, muy pronto grandes charcos cubrían los pisos
del refugio, mientras los ecos de los rayos retumbaban en nuestros cuerpos y
las centellas alumbraban todo el cubil.
De inmediato, el olor de la
lluvia invadió el lugar y lo impregno todo: fuerte, penetrante, persistente,
pertinaz, violento, soberano. Al final todos mis sentidos advertían que la
lluvia había conquistado el cubil y se recostaba a mi lado. Y así, entre: agua,
humedad, rayos y centellas, final e increíblemente, me quede dormido.
Despertamos temprano, y aunque
ya no llovía, el cielo encapotado no nos dejaba ver al sol, ni sentir su calor.
La humedad, plenaba toda la selva, que se mantenía encharcada y anegada por
doquier. Bostezamos, nos rascamos, alargamos una extremidad, luego las otras,
para sacudir y exorcizar la pesadez que aun sentíamos. Luego, lenta y
pesadamente, salimos al descubierto y allí comenzamos a movernos y a correr buscando
el calor y la energía que solo genera el movimiento. Splash, splash, splash, repiqueteaban
nuestras pisadas, mientras labraban en el barro huellas: frescas, alertas,
agiles y libres. Splash, splash, salpicaba el barro a nuestro alrededor.
Reitero que a esa hora ya no llovía,
pero una persistente e interminable garua se confundía con las gotas que las
ramas y hojas habían recolectado durante la noche y que ahora descargaban inmisericordemente
sobre nosotros, de modo que al poco tiempo estábamos tan mojados como si hubiéramos
danzado toda la noche bajo la lluvia, y no teníamos ni esperábamos la menor posibilidad
de secarnos al sol.
A pesar de eso, la manada estaba muy feliz…
…
A pesar de eso, la manada
estaba prendada del momento… …
A pesar de todo, yo no hubiera
querido estar en ningún otro lugar… …
A lo largo y ancho del campo la
llegada de la lluvia entusiasmaba y renacía todo y a todos, el espectáculo era
digno de los mejores teatros del mundo: los gritos de las guacharacas resonaban
desde antes del amanecer llamando a levantarse, en contrapunteo los cristofués
le contestaban desde lo alto de los eucaliptos pidiendo que los dejaran seguir
durmiendo; tucusitos de infinitos colores, se confundían con innumerables libélulas
compitiendo por los aires, por las flores y por las frutas para libar sus dulces
néctares; ardillas y otros roedores de diferentes tamaños y aspectos, surgían de
sus madrigueras, salían al descampado y cruzaban los campos para recolectar
frutillas, con las que regresaban prontamente a la seguridad de sus agujeros; lagartijas,
culebras y otros reptiles se arrastraban por los charcos, buscando la humedad;
arriba, desde lo alto, negras “golondrinas” se lanzan en acrobáticas caídas
para “robar agua” de los múltiples charcos que colmaban los suelos, y por encima
de ellas, muy por encima, el agudo chillido del Cari-Cari – Jefe y Guardián del
lugar –, cantándole a su pareja, mientras observa cualquier movimiento de los
súbditos de sus dominios, los cuales seguramente tendrá el privilegio de
convertirse en el sustento de los suyos. Si, la naturaleza había despertado. Y
se regocijaba por la vida que le había traído la lluvia.
En eso cachorros y lobatos nos
dimos cuenta de que también nosotros teníamos hambre, y ya que “cada
lobo aúlla en su caverna”, regresamos al cubil, para ver si los
cazadores habían atrapado algún gamo, todos esperábamos que “Akela
– y sus viejos lobos – no hubiera errado el golpe” y que la comida
alcanzara para toda la manada, además preferíamos un buen sambhur o un joven
gamo a un toro cebado como el que Bagheera pago por rescatar la vida de Mowgli,
en todo caso nosotros nos sentíamos protegidos y privilegiados por la Ley
de La Manada que nos consideraba menores desde que nos presentaran a la
manada y hasta que hubiéramos cazado nuestro primer gamo. Sabíamos bien, que
todos los viejos lobos se sentían obligados a cuidarnos, protegernos,
educarnos, formarnos “so pena de muerte”. Y yo, era el más
contento, ya que sabía que esa misma noche, a lo alto de la roca del consejo,
rodeado por todos, bajo la luz de la luna llena, sería presentado a la Manada y
pasaría a formar parte de ella.
Luego de comer, salimos con
los viejos lobos a reconocer el lugar, a lo largo del camino ellos hacían de
maestros y como Baloo a Mowgli nos enseñaban las palabras mágicas para todos
los pueblos de la selva, y especialmente las palabras mágicas que utilizaba nuestro
pueblo: "Tú y yo somos de la misma sangre”.
Transcurrió el día, entre
juegos, bromas, compartir, aprendizaje, y ya pasada la media tarde, tras un
largo caminar, descendimos hasta un pequeño valle, incrustado en el centro de
la selva, en el fondo lo remataba un grato claro, rodeada de bambúes y bejucos,
circulado por troncos y piedras a modo de un anfiteatro natural. La manada se fue
sentando y acomodando desordenadamente alrededor del claro, y entonces comenzamos
a cantar, al principio solo algunas voces sueltas y desafinadas, a las que nos
fuimos sumando uno por uno, hasta que al final nuestras voces sonaban como un
gran aullido grupal, con más entusiasmo que afinación. Y allí permanecimos
buena parte de la tarde.
Tan concentrados y divertidos
estábamos, que ninguno se percató de que “Mang, el murciélago, había desatado la
noche” hasta que iniciamos el ascenso a la cima, alumbrados solo por el
resplandor de la luna llena, mientras serpenteábamos la trocha como una
infinita Kaa arrastrada a lo largo del sendero, y avanzamos lentamente. Antes
de llegar a la cima, ingresamos a un pequeño, acogedor, prodigioso y mágico
descanso, cubierto por un árbol de pomarrosa, que invitaba a descansar,
conversar, reflexionar, meditar, compartir, orar, amar; allí nuevamente nos
detuvimos, y sigilosamente alumbrados por los cómplices rayos de la luna llena que se
filtraban por entre las ramas de la pomarrosa, formamos una ronda alrededor de
los viejos lobos, quienes a varias voces – a modo de bardos medievales – nos
relataron la historia de “Los hermanos de Mowgli”, luego a
coro nuestras voces se unieron para entonar la “Canción nocturna en la selva”,
aun cantábamos cuando continuamos ascendiendo hasta penetrar a una gran terraza
ubicada entre dos pequeños bosques y una empinada ladera que le servía de
lienzo, allí celebraríamos el consejo de
la manada, y ante él debíamos ser
presentados todos los cachorros que teníamos edad suficiente para sostenernos
en pie con el fin de que los otros lobos pudieran identificarnos como “de
la misma sangre”. Después de la presentación, quedaríamos los lobatos en
libertad para correr por donde nos placiera, y de prepararnos hasta estar
listos para dar nuestro gran salto y matar nuestro primer gamo.
Al llegar arriba, los viejos lobos,
los lobatos y los cachorros nos fuimos ubicando a lo largo de la terraza, y
esperamos ansiosos el inicio de la ceremonia, en eso escuché a Akela llamarme
por mi nombre, y de inmediato fui conducido hasta su presencia, Akela pregunto:
-
¿Quién habla a favor de este cachorro?, ¿Quién,
que pertenezca al pueblo libre, habla a favor suyo?
-
Yo hablo a favor de Ricky. Dejadle correr
con la manada, y contadlo como uno de tantos. Yo mismo lo enseñare – contesto
mi seisenero
Akela, se me quedo mirando, me
dio la bienvenida, y tomando mi mano izquierda me invito a integrarme
formalmente a la manada, y entonces bajo la luz de la luna, y en ese bello
campo de tantas leyendas, historias y recuerdos, hice que mi voz llenara la
noche, y dije:
Prometo
hacer lo mejor que pueda
por
cumplir mis deberes para con Dios y la Patria,
cumplir
la Ley de la Manada y
hacer
una buena acción a alguien cada día
Entonces Akela se dirigió a la
manada diciendo:
“Miradlo bien, miradlo bien
lobos”
Y en ese momento pase a ser
parte de la manada, de inmediato todos los lobatos rodeamos a Akela, nos
sentamos sobre nuestros talones en cuclillas y en voz fuerte y clara y
acompasada, nos unimos todos en un gran aullido diciéndole a la noche: ¡A -
KE – LA, HA - RE - MOS LO MEJOR!,
me pare de un salto y le pregunte a mis nuevos hermanos: ¿Did, dib, dib, dib? (Que
significa: ¿harán ustedes lo mejor?), y ellos a coro me respondieron "Dob,
Dob, Dob, Dob" (Que significa:
Haremos lo mejor!).
A continuación, las nubes –
como si se tratara de inmensos telones, que señalaran el fin de la función –
cubrieron la luna, dejándonos en total oscuridad, por lo que “Mang
y sus hermanos llenaron los cielos” y de inmediato, nuevamente, comenzó
a llover.
Apresuradamente, todos
buscamos la protección del cubil, y hacia allí nos dirigimos, en el camino –
bajo la lluvia – alcance a Hermano Gris, quien, sin dejar de caminar, me
felicito por mi promesa, y me animo a apresurarme:
-
Gracias – le dije, y de inmediato,
ignorando la lluvia y el frio, le pregunté - ¿Felo, en Paramacay siempre
llueve?
Él se
detuvo, se me quedo mirando, sonrió, iluminando la noche y me contesto:
-
No Ricky, a veces escampa.
Buena
Caza,
Pterodáctilo
AncestralMayo 2018
Nota
del Autor:
Este
relato no pretende ser, ni suplir al Manual de Ceremonias de la ASV, ni
ejemplarizar un Programa Típico de Manada, solo se trata de mi muy humilde
recreación, de lo que creo pasa por la mente de un niño que disfruta del Gran
Juego en la manada, y además procura demostrar mi más sentido reconocimiento a
todos los excelsos miembros del Pueblo Libre y Valiente, y a sus tan
abnegados Viejos Lobos. Con el aspiro pagar parte de la deuda que #MeLoContaronAlrededorDelFuego
tiene con todos ellos.
Con
él también pretendo agradecer y ensalzar al nunca suficientemente bien
ponderado Campo Escuela Paramacay: entre tus campos se sucedieron, muchas
de mis más bellas experiencias dentro del escultismo, bajo tu lluvia se forjo mucho
del hombre que hoy soy, bajo tus eucaliptos conocí a mi compañera de vida, y a
muchos de mis mejores amigos, gracias por todo, gracias, por tanto.
JR
/ mayo 2018
Excelente relato, nos permitió ver el dirigente de manada, conocedor de las historias del Seeonee y el sendero que bordea el Waigunga que vive dentro de ese viejo jefe de tropa gruñón, un abrazo hermanito
ResponderEliminarGracias Marcos Rios, "mi caza es para ti", que bueno que lo disfrutaste, y que bueno que lo comentaste por aquí, ya que perdura el comentario
EliminarEXCELENTE RELATO ME HAS HECHO TRASLADARME AL CAMPO ESCUELA Y A MIS ACANTONAMIENTOS AL MISMO TIEMPO, EPOCA HERMOSA YMUY IMPORTANTE PARA MI, ESA UNION Y COMPLICIDAD DE UN ACANTONAMIENTO DE LOBATOS ES MUY MAGICA. BUENA CAZA Y SOMOS HERMANOS DE LA MISMA SANGRE. UN GRAN ABRAZO
ResponderEliminarGracias Alejandro, que bueno que lo disfrutaras y te llevara a aquellos tiempos cuando éramos felices, y lo sabíamos. Mi caza es para ti
Eliminarhttps://melocontaronalrdedordelfuego.blogspot.com/2018/05/tu-y-yo-somos-hermanos.html
ResponderEliminarComo siempre muy buenos Juan Rodrigo Rodriguez nos enseña que la manada es más que "Plastilina Espacial" (Visión de troperos) ja ja
ResponderEliminarGracias x leerlo y comentarlo Ignacio, en todo caso no olvides que somos de la misma sangre.
EliminarTu caza es para mi
Excelente! Me encantó, es increíble como logras por medio de historias trasladarnos a lugares, hasta sentí el olor particular de Paramacay con lluvia
ResponderEliminar"A pesar de todo, yo no hubiera querido estar en ningún otro lugar… …"
Así es querida Sandra, "A pesar de todo, yo no hubiera querido estar en ningún otro lugar… …
EliminarUn beso
Mi caza es para ti
Que bueno está Juan! Me sentí de nuevo en nuestro añorado campo escuela, con sus olores, aventuras y vivencias. Además retratas muy bien a la Manada, las alegrias y emociones que allí hemos compartido.
ResponderEliminarMe gustó la alegoría al plan de adelanto y a las ceremonias y claro el guiño a quien fue mi Baloo (felo). Lo disfruté mucho aunque me dio mucha “‘morriña”.
Gracias por comentar Comadre y Bagheera.sabia que disfrutarias recordando Paramacay. Aún te recuerdo bajando de Moradas Frías a Campo de Fogatas en el Amistad de los Grandes Navegantes. Un beso para ti.
EliminarViejito no dejes de escribir gracias por el relato algún día volveré a paramacay a disfrutar de la lluvia
ResponderEliminarY cantaremos en CAMPO DE FOGATA, Alrededor del Fuego
EliminarGracias
Muy pero muy bueno, casi desde el comienzo me trasladaste a Paramacay. A las pocas veces que tuve el gran privilegio de acampar allí. Pero me trajo a la mente todo lo vivido allá por semanas Santa del año 90, que fue una maravillosa experiencia y que me marcó tanto todo ese compartir con excelentes hermanos con mucho aprendizaje que hasta el día de hoy están presentes en mi vida. Muchas gracias Juan
ResponderEliminarGracias Pedro, esa es la idea, que bueno que disfrutaras leyéndolo como yo escribiéndolo
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