sábado, 5 de mayo de 2018

Tu y Yo somos Hermanos








Tu y yo somos hermanos

♫ Y del mismo cubil,

Tu rastro va junto a mi rastro

♫ Mi caza es para ti






Hacía ya mucho rato que me había acostado en el suelo del cubil con el resto de los cachorros y lobatos que conformábamos la manada, pero aun no me podía dormir de la emoción acumulada a lo largo de aquel día y lo que ya sabía que me esperaba al despertar, cuando de la nada lo comencé a escuchar, primero como un rumor, un susurró o un aullido a lo lejos, que poco a poco fue aumentado de volumen como un gran clamor, estuve atento a escuchar con mis “oídos bien abiertos”, y de repente explotó como si toda la selva se encontrara entre nosotros dentro de aquella cueva, y entonces, de la nada, comenzó a llover.

Casi de inmediato, todos los cerros alrededor del cubil se convirtieron en caudalosos torrentes, cargados de barro, madera, piedras, y cualquier otra cosa que se interpusiera a su caudal. Pequeños arroyos, comenzaron a nacer de aquellos caudales principales, y muchos de ellos buscaron entrar al calor y protección de nuestro refugio. Al sentir, el agua y el frio, los cachorros y lobatos buscamos arrimarnos al calor de la manada, y nos arrejuntamos, unos contra otros, en el centro de la guarida que nos daba resguardo, los viejos lobos por su parte se acostaron a nuestro alrededor para protegernos. A pesar de eso, muy pronto grandes charcos cubrían los pisos del refugio, mientras los ecos de los rayos retumbaban en nuestros cuerpos y las centellas alumbraban todo el cubil.

De inmediato, el olor de la lluvia invadió el lugar y lo impregno todo: fuerte, penetrante, persistente, pertinaz, violento, soberano. Al final todos mis sentidos advertían que la lluvia había conquistado el cubil y se recostaba a mi lado. Y así, entre: agua, humedad, rayos y centellas, final e increíblemente, me quede dormido.

Despertamos temprano, y aunque ya no llovía, el cielo encapotado no nos dejaba ver al sol, ni sentir su calor. La humedad, plenaba toda la selva, que se mantenía encharcada y anegada por doquier. Bostezamos, nos rascamos, alargamos una extremidad, luego las otras, para sacudir y exorcizar la pesadez que aun sentíamos. Luego, lenta y pesadamente, salimos al descubierto y allí comenzamos a movernos y a correr buscando el calor y la energía que solo genera el movimiento. Splash, splash, splash, repiqueteaban nuestras pisadas, mientras labraban en el barro huellas: frescas, alertas, agiles y libres. Splash, splash, salpicaba el barro a nuestro alrededor.

Reitero que a esa hora ya no llovía, pero una persistente e interminable garua se confundía con las gotas que las ramas y hojas habían recolectado durante la noche y que ahora descargaban inmisericordemente sobre nosotros, de modo que al poco tiempo estábamos tan mojados como si hubiéramos danzado toda la noche bajo la lluvia, y no teníamos ni esperábamos la menor posibilidad de secarnos al sol.




A pesar de eso, la manada estaba muy feliz… …

A pesar de eso, la manada estaba prendada del momento… …

A pesar de todo, yo no hubiera querido estar en ningún otro lugar… …




A lo largo y ancho del campo la llegada de la lluvia entusiasmaba y renacía todo y a todos, el espectáculo era digno de los mejores teatros del mundo: los gritos de las guacharacas resonaban desde antes del amanecer llamando a levantarse, en contrapunteo los cristofués le contestaban desde lo alto de los eucaliptos pidiendo que los dejaran seguir durmiendo; tucusitos de infinitos colores, se confundían con innumerables libélulas compitiendo por los aires, por las flores y por las frutas para libar sus dulces néctares; ardillas y otros roedores de diferentes tamaños y aspectos, surgían de sus madrigueras, salían al descampado y cruzaban los campos para recolectar frutillas, con las que regresaban prontamente a la seguridad de sus agujeros; lagartijas, culebras y otros reptiles se arrastraban por los charcos, buscando la humedad; arriba, desde lo alto, negras “golondrinas” se lanzan en acrobáticas caídas para “robar agua” de los múltiples charcos que colmaban los suelos, y por encima de ellas, muy por encima, el agudo chillido del Cari-Cari – Jefe y Guardián del lugar –, cantándole a su pareja, mientras observa cualquier movimiento de los súbditos de sus dominios, los cuales seguramente tendrá el privilegio de convertirse en el sustento de los suyos. Si, la naturaleza había despertado. Y se regocijaba por la vida que le había traído la lluvia.


En eso cachorros y lobatos nos dimos cuenta de que también nosotros teníamos hambre, y ya que “cada lobo aúlla en su caverna”, regresamos al cubil, para ver si los cazadores habían atrapado algún gamo, todos esperábamos que “Akela – y sus viejos lobos – no hubiera errado el golpe” y que la comida alcanzara para toda la manada, además preferíamos un buen sambhur o un joven gamo a un toro cebado como el que Bagheera pago por rescatar la vida de Mowgli, en todo caso nosotros nos sentíamos protegidos y privilegiados por la Ley de La Manada que nos consideraba menores desde que nos presentaran a la manada y hasta que hubiéramos cazado nuestro primer gamo. Sabíamos bien, que todos los viejos lobos se sentían obligados a cuidarnos, protegernos, educarnos, formarnos “so pena de muerte”. Y yo, era el más contento, ya que sabía que esa misma noche, a lo alto de la roca del consejo, rodeado por todos, bajo la luz de la luna llena, sería presentado a la Manada y pasaría a formar parte de ella.

Luego de comer, salimos con los viejos lobos a reconocer el lugar, a lo largo del camino ellos hacían de maestros y como Baloo a Mowgli nos enseñaban las palabras mágicas para todos los pueblos de la selva, y especialmente las palabras mágicas que utilizaba nuestro pueblo: "Tú y yo somos de la misma sangre”.


Transcurrió el día, entre juegos, bromas, compartir, aprendizaje, y ya pasada la media tarde, tras un largo caminar, descendimos hasta un pequeño valle, incrustado en el centro de la selva, en el fondo lo remataba un grato claro, rodeada de bambúes y bejucos, circulado por troncos y piedras a modo de un anfiteatro natural. La manada se fue sentando y acomodando desordenadamente alrededor del claro, y entonces comenzamos a cantar, al principio solo algunas voces sueltas y desafinadas, a las que nos fuimos sumando uno por uno, hasta que al final nuestras voces sonaban como un gran aullido grupal, con más entusiasmo que afinación. Y allí permanecimos buena parte de la tarde.

Tan concentrados y divertidos estábamos, que ninguno se percató de que “Mang, el murciélago, había desatado la noche” hasta que iniciamos el ascenso a la cima, alumbrados solo por el resplandor de la luna llena, mientras serpenteábamos la trocha como una infinita Kaa arrastrada a lo largo del sendero, y avanzamos lentamente. Antes de llegar a la cima, ingresamos a un pequeño, acogedor, prodigioso y mágico descanso, cubierto por un árbol de pomarrosa, que invitaba a descansar, conversar, reflexionar, meditar, compartir, orar, amar; allí nuevamente nos detuvimos, y sigilosamente alumbrados por los cómplices rayos de la luna llena que se filtraban por entre las ramas de la pomarrosa, formamos una ronda alrededor de los viejos lobos, quienes a varias voces – a modo de bardos medievales – nos relataron la historia de “Los hermanos de Mowgli”, luego a coro nuestras voces se unieron para entonar la “Canción nocturna en la selva”, aun cantábamos cuando continuamos ascendiendo hasta penetrar a una gran terraza ubicada entre dos pequeños bosques y una empinada ladera que le servía de lienzo, allí  celebraríamos el consejo de la manada, y ante  él debíamos ser presentados todos los cachorros que teníamos edad suficiente para sostenernos en pie con el fin de que los otros lobos pudieran identificarnos como “de la misma sangre”. Después de la presentación, quedaríamos los lobatos en libertad para correr por donde nos placiera, y de prepararnos hasta estar listos para dar nuestro gran salto y matar nuestro primer gamo.

Al llegar arriba, los viejos lobos, los lobatos y los cachorros nos fuimos ubicando a lo largo de la terraza, y esperamos ansiosos el inicio de la ceremonia, en eso escuché a Akela llamarme por mi nombre, y de inmediato fui conducido hasta su presencia, Akela pregunto:



-       ¿Quién habla a favor de este cachorro?, ¿Quién, que pertenezca al pueblo libre, habla a favor suyo?



-       Yo hablo a favor de Ricky. Dejadle correr con la manada, y contadlo como uno de tantos. Yo mismo lo enseñare – contesto mi seisenero



Akela, se me quedo mirando, me dio la bienvenida, y tomando mi mano izquierda me invito a integrarme formalmente a la manada, y entonces bajo la luz de la luna, y en ese bello campo de tantas leyendas, historias y recuerdos, hice que mi voz llenara la noche, y dije:

Prometo hacer lo mejor que pueda

por cumplir mis deberes para con Dios y la Patria,

cumplir la Ley de la Manada y

hacer una buena acción a alguien cada día




Entonces Akela se dirigió a la manada diciendo:

“Miradlo bien, miradlo bien lobos”

Y en ese momento pase a ser parte de la manada, de inmediato todos los lobatos rodeamos a Akela, nos sentamos sobre nuestros talones en cuclillas y en voz fuerte y clara y acompasada, nos unimos todos en un gran aullido diciéndole a la noche: ¡A - KE – LA,  HA - RE - MOS LO MEJOR!, me pare de un salto y le pregunte a mis nuevos hermanos: ¿Did, dib, dib, dib? (Que significa: ¿harán ustedes lo mejor?), y ellos a coro me respondieron "Dob, Dob, Dob, Dob" (Que significa:   Haremos lo mejor!).

A continuación, las nubes – como si se tratara de inmensos telones, que señalaran el fin de la función – cubrieron la luna, dejándonos en total oscuridad, por lo que “Mang y sus hermanos llenaron los cielos” y de inmediato, nuevamente, comenzó a llover.

Apresuradamente, todos buscamos la protección del cubil, y hacia allí nos dirigimos, en el camino – bajo la lluvia – alcance a Hermano Gris, quien, sin dejar de caminar, me felicito por mi promesa, y me animo a apresurarme:



-       Gracias – le dije, y de inmediato, ignorando la lluvia y el frio, le pregunté - ¿Felo, en Paramacay siempre llueve?

Él se detuvo, se me quedo mirando, sonrió, iluminando la noche y me contesto:

-       No Ricky, a veces escampa.



Buena Caza,
Pterodáctilo Ancestral
Mayo 2018









Nota del Autor:

Este relato no pretende ser, ni suplir al Manual de Ceremonias de la ASV, ni ejemplarizar un Programa Típico de Manada, solo se trata de mi muy humilde recreación, de lo que creo pasa por la mente de un niño que disfruta del Gran Juego en la manada, y además procura demostrar mi más sentido reconocimiento a todos los excelsos miembros del Pueblo Libre y Valiente, y a sus tan abnegados Viejos Lobos. Con el aspiro pagar parte de la deuda que #MeLoContaronAlrededorDelFuego tiene con todos ellos.

Con él también pretendo agradecer y ensalzar al nunca suficientemente bien ponderado Campo Escuela Paramacay: entre tus campos se sucedieron, muchas de mis más bellas experiencias dentro del escultismo, bajo tu lluvia se forjo mucho del hombre que hoy soy, bajo tus eucaliptos conocí a mi compañera de vida, y a muchos de mis mejores amigos, gracias por todo, gracias, por tanto.

JR / mayo 2018

15 comentarios:

  1. Excelente relato, nos permitió ver el dirigente de manada, conocedor de las historias del Seeonee y el sendero que bordea el Waigunga que vive dentro de ese viejo jefe de tropa gruñón, un abrazo hermanito

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    1. Gracias Marcos Rios, "mi caza es para ti", que bueno que lo disfrutaste, y que bueno que lo comentaste por aquí, ya que perdura el comentario

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  2. EXCELENTE RELATO ME HAS HECHO TRASLADARME AL CAMPO ESCUELA Y A MIS ACANTONAMIENTOS AL MISMO TIEMPO, EPOCA HERMOSA YMUY IMPORTANTE PARA MI, ESA UNION Y COMPLICIDAD DE UN ACANTONAMIENTO DE LOBATOS ES MUY MAGICA. BUENA CAZA Y SOMOS HERMANOS DE LA MISMA SANGRE. UN GRAN ABRAZO

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    1. Gracias Alejandro, que bueno que lo disfrutaras y te llevara a aquellos tiempos cuando éramos felices, y lo sabíamos. Mi caza es para ti

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  3. https://melocontaronalrdedordelfuego.blogspot.com/2018/05/tu-y-yo-somos-hermanos.html

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  4. Como siempre muy buenos Juan Rodrigo Rodriguez nos enseña que la manada es más que "Plastilina Espacial" (Visión de troperos) ja ja

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    1. Gracias x leerlo y comentarlo Ignacio, en todo caso no olvides que somos de la misma sangre.

      Tu caza es para mi

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  5. Excelente! Me encantó, es increíble como logras por medio de historias trasladarnos a lugares, hasta sentí el olor particular de Paramacay con lluvia
    "A pesar de todo, yo no hubiera querido estar en ningún otro lugar… …"

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    1. Así es querida Sandra, "A pesar de todo, yo no hubiera querido estar en ningún otro lugar… …
      Un beso
      Mi caza es para ti

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  6. Que bueno está Juan! Me sentí de nuevo en nuestro añorado campo escuela, con sus olores, aventuras y vivencias. Además retratas muy bien a la Manada, las alegrias y emociones que allí hemos compartido.
    Me gustó la alegoría al plan de adelanto y a las ceremonias y claro el guiño a quien fue mi Baloo (felo). Lo disfruté mucho aunque me dio mucha “‘morriña”.

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    1. Gracias por comentar Comadre y Bagheera.sabia que disfrutarias recordando Paramacay. Aún te recuerdo bajando de Moradas Frías a Campo de Fogatas en el Amistad de los Grandes Navegantes. Un beso para ti.

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  7. Viejito no dejes de escribir gracias por el relato algún día volveré a paramacay a disfrutar de la lluvia

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  8. Muy pero muy bueno, casi desde el comienzo me trasladaste a Paramacay. A las pocas veces que tuve el gran privilegio de acampar allí. Pero me trajo a la mente todo lo vivido allá por semanas Santa del año 90, que fue una maravillosa experiencia y que me marcó tanto todo ese compartir con excelentes hermanos con mucho aprendizaje que hasta el día de hoy están presentes en mi vida. Muchas gracias Juan

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    1. Gracias Pedro, esa es la idea, que bueno que disfrutaras leyéndolo como yo escribiéndolo

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