Cual niño apenado: El Teide había permanecido oculto, tras las nubes, durante todo el primer día en La Isla. Pero a la mañana siguiente, muy temprano, lo primero que hice al levantarme fue asomarme al balcón de nuestra habitación en el Hotel Marte (con vista al Oeste de la isla), y allí – a lo lejos y entre densas brumas mañaneras – finalmente se nos insinuaba, se nos mostraba el imponente volcán isleño, que con sus tres mil setecientos y tantos metros, es la montaña más alta de toda España.
Rápidamente (antes de que se
ocultara) tomé las fotos de rigor, y me quedé allí un buen rato, recordando a mis
padres y su inmenso amor por sus dos tierras, y de cómo disfrutaron y disfrutan
con igual cariño de su entrañable Teide y su amado Ávila, siempre he pensado
que en sus corazones se confundían y enmarañaban ambos, y que cuando mi Padre
nos llevaba a La Julia – después de sellar su obligatorio cuadro de 5y6, aquellos
lejanos domingos en la mañana – sus piernas subían El Ávila y su corazón Las
Cañadas.
Al rato se despertó Desiree (aun
a tiempo para formalizar las presentaciones de rigor entre El Teide y ella),
nos acicalamos y bajamos a desayunar (por alguna razón que desconozco, los
desayunos en los hoteles saben a vacaciones). Y luego salimos, vía a El Penitente.
Cuando llegamos había tres o cuatro pescadores del lado izquierdo y uno
solitario del lado derecho, el cual resaltaba por su camisa estampada, su gorra
tipo Mar Caribe y su tabaco (mas isleño que habano), nos acercamos y
preguntamos, a sus espaldas:
-
¿Pican?
-
Nada, desde hace días que no hay nada, ni una
viejita de nada – nos contestó el viejo pescador mirando el mar, y luego volteando
hacia nosotros – Ñoooooohh, muchacho, ahorita mismito pensaba que Adriana me
dijo que Ustedes estaban por aquí, ¿Cómo está tu madre? … …
Hablamos un largo rato, y
luego nos invitó para vernos el domingo para almorzar «C O M I D A C H I N A», en un restaurante que
queda un poco más arriba de su casa. Definitivamente este Puerto de La Cruz, da
para todo.
Nos regresamos rápidamente al
hotel en donde nuestro Baquiano (que casualmente estaba de cumpleaños), nos
esperaba para el primer recorrido por la isla, hoy nos tocaba conocer la costa
nor-oeste de la Isla: una ruta rica en paisajes contrastantes entre los cerros
y las playas.
Y para allá salimos con
nuestros ojos y oídos bien abiertos, para conseguir a Cecilia y Rodrigo en cada
paisaje, lugar y persona que nos esperaba.
Drago Milenario de Icod de Los Vinos |
Charco de Las Lajas en San Juan de La Rambla |
A la salida de este último
pueblo, nuestro guía cumpleañero nos presentó el peculiar monumento al Emigrante
Canario, con el que, por razones obvias, nos sentimos inmediata e infinitamente
identificados. Se trata de una figura en
bronce realizada por Fernando García Ramos (poeta y escultor – Santa Cruz de
Tenerife, 1931) que representa a un joven saltando hacia el bravo mar del norte,
con una maleta en la mano, dejando otras muchas maletas detrás de él, y
llevando solo un enorme hueco en donde debió estar su corazón, los que (para mí),
vienen a significar los recuerdos, la familia, la mujer, el amor, la vida que
deja en su amada isla, cuando emprende aquella magnifica aventura de forjarse una
vida nueva, más allá del mar, en tierras extrañas y lejanas. Este memorable monumento
se construyó en la mitad del siglo XX, cuando la emigración a Venezuela, era
casi la única salida que tenían los jóvenes canarios, para huir de la trágica postguerra
y de la terrible dictadura española, lamentablemente hoy, deberíamos mudarlo
para cualquier risco, o piedra de nuestras costas caribeñas.
Luego de Icod, la carretera
continua a lo largo de la abrupta costa creada por la lava al enfriarse en las
frías aguas del Océano Atlántico, dicha costa se alarga como si se tratara de
una infinita anguila (de esas que se esconden entre sus charcos, piedras, y
riscos). Y en cada curva, en cada garganta: un risco o peñón que termina en un “sereno
charco” – resguardados de la bravura del océano por grandes peñascos incrustados
en el mar, como si hubieran sido colocados por el mismo Guayota, el demonio que
vive dentro de El Teide, y que les presentaremos en alguna de las siguientes
entregas – que invita a relajarse y refrescarse de los más de 38° con que el
Sol calienta en estas latitudes. Estos peñascos y charcos, me recordaron una
vieja foto en blanco y negro de mi padre en su juventud, en la que aparece con
su amigo Juan Gonzalez encaramados en uno de ellos (con la cual acompañamos
este relato).
Al llegar a Buenavista del
Norte, nos conseguimos con unos inmensos y verdes campos de golf, incrustados
entre la montaña y el mar (los cuales deleitarían a Juan Carlos Otero y algunos otros amigos míos), y al
final de ellos un mirador natural en donde se encuentra el restaurante El
Burgado, allí nos detuvimos para: disfrutar de la vista de los inmensos
acantilados que adornan estas costas, a refrescarnos con unas frías cañitas y a
brindar por los cincuenta y siete años de nuestro baquiano. Al hablarnos al
mesonero se le salió un “CHEVERE”, por lo que lo reconocimos
como paisano, al indicárselo nos dijo que, en efecto, era un técnico superior
universitario en electricidad, de los Valles del Tuy – Estado Miranda, y que
hacían ya dos años, se había tenido que ir a Tenerife para trabajar de mesonero,
en ese bello rincón, con asientos al aire libre, barra de piedras y menú
marino. Luego cuando terminamos nuestras bebidas, y nos disponíamos a cancelar
la cuenta, conocimos a la otra mesonera, una joven también coterránea que nos
contó que, (al igual que le sucedió hace setenta años a mis padres, a mis tíos
y a muchos otros isleños), se vio obligada a dejar todo lo que amaba, (y a
todos los que amaba), para cambiar el ron por listan negro, el queso guayanés
por el Majonero y el de tiras por el de cabras o el de ovejo, la Reinas Pepiadas
por el Mojo Canario, el mango por el membrillo, el Joropo por la Isa, la arepa
por el gofio, buscando una nueva vida más allá del mar.
El Baquiano cumpleañero en EL Burdago |
Salimos y continuamos, nuestro
recorrido hacia Punta de Teno, el extremo Occidental o Finisterre de Tenerife, no
conocíamos esas costas ni de vista ni de trato, pero sí por crónicas y cuentos
escuchados cientos o miles de veces en la cuna, en el carro, en la mesa o
simplemente caminando con mi padre, por las playas del caribe; usando las palabras
del poeta Joan Manuel a Lucia: ♪♫♬ No hay nada más bello, que lo que nunca
he tenido, nada más amado que lo que perdí, perdóname si hoy busco en la arena,
esa luna llena que arañaba el mar♬♫♪, y por eso buscábamos
en esas arenas negras y en ese mar bravío (que nunca habíamos tenido), al viejo
Rodrigo (que habíamos perdido), con la seguridad de que él, muchas (pero
muchísimas veces) las había recorrido, y se había bañado en ellas.
No lo hicimos, pero pudimos haber
parafraseado aquella famosa escena de CAMPO DE SUEÑOS:
-
¿Es esto el cielo? – le preguntaría yo al
Baquiano
-
No, es Tenerife – contestaría con candidez el cumpleañero
Jardin interno de Restaurante Brisas de Teno |
Desiree y mi Tia Milagros |
Luego a acostarnos, mañana nos
esperan Las Cañadas … … … … … …
Pterodáctilo
Ancestral
22 de octubre 2018
sus comentarios hechos directamente al blog, perduran
22 de octubre 2018
día de
Santa Cecilia, 90 onomástico de mi Madre
ESTA HISTORIA CONTINUARA...
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