domingo, 25 de marzo de 2018

Santiago Salgado

A una isla del Caribe
he tenido que emigrar
y trabajar de camarero
lejos, lejos de mi hogar.


Me invade la morriña
el dolor de Breogán;
cuando suena la muiñeira
el llanto empieza a brotar


Miña terra galega,
donde el cielo es siempre gris.
Miña terra galega,
es duro estar lejos de ti.

Siniestro Total - Miña terra galega
https://youtu.be/t02dFZI7nw4









Santiago Salgado, nació en 1930 en la casa de sus padres de La Ribeira Sacra – el territorio común de las provincias de Lugo y Ourense – nieto de Santiago, hijo de Santiago, descendía de una estirpe  dedicada, desde la época de los romanos, a trabajar las cortiñas de las familias nobles, donde sembraban legumbres, verduras y hortalizas. Además, en el interior de esas cortiñas y cortiñeiros florecen árboles frutales e incluso castaños, que también son trabajados desde tiempos inmemorables por los Salgados. Sin embargo, al estallar la batalla de Vigo – a finales de julio de 1936 – sin pensarlo mucho su padre y sus tíos recogieron sus gaitas y macundales, para acompañar a miles de otros afiliados de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) que se alistaron al bando republicano.


Y aquí nos corresponde abrir uno de nuestros ya acostumbrados paréntesis: (No nos equivoquemos, sería frívolo y superficial indicar que los hermanos Salgados o sus compañeros del sindicato entendían o compartían la ideología anarcosindicalista que la CNT quería instaurar en España. Más real y serio, seria indicar que en la macabra lotería con que los líderes de ambos bandos se jugaron a España y a los españoles durante la Guerra Civil, a ellos les toco defender el bando republicano. Sin embargo, «la guerra duro poco para muchos de estos gallegos», y pasaron la mayor parte de los años de guerra haciendo valer aquello de que: «En Galicia no hubo guerra civil en el 36, sino represión y genocidio». Para cuando termino la guerra, el 1ro de abril de 1939, España estaba destruida estructural, económica y moralmente, eso sumado al inicio de la II Guerra Mundial, y a los inmensos odios sembrados por los “exabruptos y falta de escrúpulos” de ambos lados, fueron el caldo perfecto para gestar la fúnebre Post-Guerra española. Periodo que la mayoría de los historiadores fecha entre 1939 y 1960, y durante el cual España estuvo sumida en la más mísera pobreza, el mayor malestar social y la más fuerte represión posible.) cerremos aquí nuestro paréntesis.


Al amanecer de 1945, el huérfano quinceañero Santiago Salgado, no tenía ni trabajo ni futuro en Galicia, y tampoco valor para meterse a “maletilla”, por lo que junto a muchos paisanos se decidió a ir tras un sueño con nombre de mujer: América, embarcándose como “grumete” para pagar su boleto en la Santa Maria un buque portugués que transportaba emigrantes. La madre lo despidió en la puerta de la casa con un: «lembrar a nosa terra» y un beso, embarcaron en Vigo – el viaje de la aldea a Vigo fue la primera travesía para estos jóvenes, pero eso sería otra historia – iba con otros emigrantes en “segunda”, los hombres en una zona y las mujeres en otra, todos en camarotes de cinco literas, lo de grumete duro muy poco ya que desde que salieron de Las Canarias no fue más al comedor y menos a la cubierta, por pasársela mareado y enfermo. 

Santiago Salgado, nació en 2003 en el Centro Medico Paso Real de Los Valles del Tuy, en el estado Miranda. Nieto de Santiago, hijo de Santiago, la familia se dedica a regentar una modesta serie de almacenes agrícolas – fundados y gerenciados por su abuelo Santiago, hasta su muerte en el 2015 – llamadas “AGROCORTIÑA´s” las cuales estuvieron regadas a lo largo y ancho de Los Valles del Tuy. Sin embargo, la situación que se ha venido desarrollando desde el inicio de la dictadura – a finales del siglo XX – ha hecho que las cosas se fueran deteriorando – primero paulatina y luego aceleradamente – por lo que su padre y sus tíos se han visto obligados a ir cerrando varios de los locales, hasta que hoy solo les quedan dos.


Aquí nos corresponde abrir uno de nuestros ya acostumbrados paréntesis: (No nos equivoquemos, sería frívolo y superficial indicar que los hermanos Salgados eran acaudalados terratenientes, oligarcas o aristócratas, que tenían sometidos a los agricultores del Tuy aplicando la ideología capitalista de las que muchos los acusaron. Más real y serio, seria indicar que eran incansables trabajadores y “los mejores amigos” de los pequeños agricultores a los que asesoraban, financiaban y proveían de los insumos y los consumibles requeridos para la faena. Pero de manera inescrupulosa los Salgados, sus colegas y sus proveedores fueron despojados del accesos a las indispensables divisas, expropiados de sus necesarias propiedades e injustamente acusados de usureros y latifundistas, por los envidiosos, incapaces e ineptos que con macabra demagogia destruyeron a Venezuela estructural, económica y moralmente, eso sumado a los inmensos odios sembrados  “por la maquinaria estatal”, fueron el caldo perfecto para gestar la más fúnebre y desastrosa época de nuestra historia, en la que la Patria está sumida en la más mísera pobreza, el mayor malestar social y la más fuerte represión posible. Sin embargo, la tradición de sacrificio y la capacidad de resiliencia de estos empresarios les permiten adaptarse una y otra vez a las adversidades, para continuar luchando en el convencimiento de que el “trabajo fecundo y creador” más temprano que tarde siempre da frutos.) cerremos aquí nuestro paréntesis.


Al amanecer de 2018, el quinceañero Santiago Salgado, está terminando su bachillerato, no tiene ni cupo en la universidad ni futuro en esta Venezuela Revolucionaria, por lo que junto a muchos compañeros lleva varios meses convenciéndose de buscar la seguridad y el confort de un sueño, del que ha escuchado muchas veces en la cocina de su abuelo, un sueño con nombre de mujer: Europa. Finalmente se embarca como “turista”, en un vuelo lechero, que recorre cinco países antes de llegar a Madrid. La madre lo despedido sobre el mosaico de Carlos Cruz Diez en Maiquetía con un “selfy”, un “hijo: esto es lo mejor para ti, no dejes de escribirme” y un beso. Al despegar, Santiago se quedó mirando, desde la ventanilla del avión cómo se alejaba la Silla de Caracas.

Al llegar a Madrid, no lo esperaba nadie, tomo un metro hasta la estación de Puerta de Atocha y desde allí un autobús a Ourense – la bella ciudad a orillas del río Miño que los romanos llamaban Aquae Aurente, famosa por sus aguas termales y, en particular, por las piscinas de As Burgas que, junto con el antiguo Puente Romano, son símbolos de la ciudad gallega –, en la Estación de Ourense-Empalme lo esperaba su primo – se había venido de Caracas, un año antes – «Epale Chamo, ¿Cómo estuvo el viaje?, que bueno verte aquí, toma aprovecha que la estación es zona wifi gratis y avísale por el WhatsApp “á túa nai” que ya llegaste. Mañana, vas conmigo a AS BUERGAS, que él del puesto de papas, está dispuesto a conseguirte algo de trabajo. Vente déjame ayudarte con esa maleta, que vamos caminando hasta el piso, esta como a tres cuadras».

En La Guaira lo esperaba, “O Mocho” – un compañero de su padre de cuando el sindicato, que en 1936 había tenido que huir de los Franquistas para no ser fusilado – lo recibió con un abrazo y un: «Raparigo, parecen estar vendo ao teu pai», Santiago cargo con su vieja maleta y se montaron el autobús que los llevaba por una vieja carretera a Caracas, solo “O Mocho” hablaba, Santiago no podía abrir la boca: «Esta carretera, la construyeron los presos de cuando Gomez, ese fue un tipo como Franco, que mando en Venezuela como mil años. Te voy a llevar a una pensión que se llama Hotel Sonia, en El Conde – en el Luna Española no hay camas – allí podrás estar unos quince días o más a crédito hasta que consigas un trabajo, ellos te darán que comer y donde dormir. La dueña es de Orense, se llama Elvira González. Eso sí, apenas consigas trabajo, comienzas a pagar – y cambiando de idioma, para afianzar el mensaje – “non me fagas parecer mal, vexo que son garante”»



Durante los primeros días, Santiago “se pagó” la comida y el catre, ayudando a Doña Elvira con los trabajos de la pensión, la gallega lo adopto y lo apodaba “meu fillo”, y casi que se lamentó cuando consiguió trabajo como peón en una construcción por la zona baja de Sarria. Debido a la falta de experiencia, edad y papeles – el gobierno de Medina consideraba a Santiago como un Emigrante Espontáneo, para diferenciarlos de aquellos que llegaban bajo la figura de la inmigración dirigida y seleccionada para repoblar el campo y, por lo tanto, no existía ninguna previsión en la Ley de Extranjeros que lo apoyara o protegiera –, él capataz de la obra le pagaba la mitad del jornal que, a los demás obreros, sin embargo, le alcanzaba para pagarle la pensión a Doña Elvira, y ahorrar algo del jornal para “el futuro”.


De inmediato, Santiago “se pagó” la comida y el catre en casa de su primo, laborando como peón en el puesto de papas de AS BUERGAS, en donde hacía de todo: descargaba los camiones, llenaba los estantes, ayudaba a embolsar las compras y antes de retirarse barría los pisos. “Él del puesto” lo había adoptado y lo trataba “como un fillo”, y aunque era menor de edad, le pagaba la mayor parte del jornal, con lo que podía aportar para el piso del primo, y ahorrar algo para “el futuro”.

Al poco tiempo se adaptó a la rutina de Ourense, y fue haciendo amigos, la mayor parte entre los paisanos – poco a poco el tuyero se fue acostumbrando a que, “en el viejo continente”, consideraban que todos los nacidos al sur del Rio Bravo eran sudacas, y por lo tanto “todos compatriotas” –, uno de sus nuevos amigos era un margariteño que desde siempre estuvo obsesionado con los platos picantes con que la nueva comida peruana deleitan los paladares más exigentes y conquistan a la gastronomía mundial, él pensaba que podía hacer lo mismo con la comida su Isla:

-       Mira Santiago, ya conseguí “currar como bombero” en uno de los restaurantes del casco antiguo que los romanos construyeron para disfrutar de las aguas termales – le contaba el ñero

-       ¿Currar como bombero? – pregunto Santiago, totalmente perdido

-       Si, si, si, si, – lo corto el futuro chef – así le digo porque me toca cubrir todas las emergencias: si falta el del almacén: cargo los bultos, si falta el de la cocina: lavo lo platos, vasos y ollas, si falta el que barre: cojo la escoba, si falta el camarero: atiendo las mesas, si falta el “pela papas”: yo me encargo de … … … … …

-       ¿Y no, tendrán un puesto disponible en ese cuerpo de bomberos para un tuyero? – pregunto Santiago

-       Claro, esta noche le digo al encargado, ¿te gusta el pulpo? – continuo el isleño

A partir de ese día Santiago iba a apagar los incendios del restaurante de la zona colonial todos los jueves, viernes y sábados desde las siete de la noche hasta las tres de la mañana, y los domingos de doce a doce. Al poco tiempo comenzó a servir mesas y a recibir propinas, recordando un dicho que según su papá siempre decía su abuelo Santiago: «los borrachos, son buena gente y dan buenas propinas». Todo iba mejor de lo planeado, pero Santiago estaba convencido de que jamás se sentiría nuevamente en su casa, hasta regresar con los suyos, algo le faltaba.


Al adaptarse mejor a Caracas, Santiago fue haciendo amigos, la mayor parte entre los paisanos – poco a poco el gallego se fue acostumbrando a que, “en las indias”, consideraban que todos los españoles eran gallegos, y por lo tanto “todos nacidos en la misma aldea” –, uno de los nuevos amigos era un Isleño llamado Yeray que trabaja como albañil en la misma obra. En las tardes caminaban juntos al regresar a sus respectivas pensiones, llamando la atención por la “dispareja pareja” que hacían (Yeray hacia honor a su nombre, que significa grande en Guanche), durante ese recorrido el Isleño llevaba siempre la palabra: «Cuando reúna lo suficiente, comprare unos terrenos en Los Valles del Tuy, con buena agua esa tierra es buena para legumbres, verduras y hortalizas, y aquí el agua es lo que sobra – no como en mi Tenerife, en donde hay que sacarla de minas –, por eso los fines de semana me voy a La Candelaria para trabajar como camarero en EL POZO CANARIO, allí la paga es poca pero las propinas buenas, los borrachos, son buena gente y dan buenas propinas», tanto hablaba su nuevo amigo, que Santiago se convenció de que esta era la mejor manera de aumentar su capital, por eso el siguiente viernes se apareció en un pequeño restaurante llamado A ADEGA DE OURENSE, para pedir trabajo. Quisieron las hadas que lo atendiera un muy viejo Secretario del CNT que había estado en el frente durante la Batalla de Vigo, con su padre: «Mira Santi, te doy la oportunidad porque tu padre y yo tenemos muchas historias que contar, “fomos irmáns”, comenzaras recogiendo y limpiando mesas, pero estaré pendiente y en lo que tengamos el primer cupo disponible, te daremos la oportunidad para servir como camarero». A partir de ese día Santiago iba A ADEGA DE OURENSE, todos los jueves, viernes y sábado desde las siete de la noche hasta las tres de la mañana, y los domingos de doce a doce. Al poco tiempo comenzó a servir mesa, y demostró que su amigo Yerey tenía razón: «los borrachos, son buena gente y dan buenas propinas». Todo iba mejor de lo planeado, pero Santiago estaba convencido de que jamás se sentiría nuevamente en su casa, hasta regresar con los suyos, algo le faltaba.


Santiago la conoció cuando llevaba como tres meses de camarero, se la presento su nuevo amigo, en lo primero que se fijo fue en sus senos – la consigna entre los Salgado era: «Una mujer sin tetas, es como un domingo sin goles» –, lo que vio no solo le gusto, sino que fue amor a primera vista,  de inmediato comenzaron a acompañarse cuando regresaban a sus casas por las madrugadas, así poco a poco, noche a noche, bajo el titilar de las estrellas, y de “bota en bota” fue conociendo el resto de ella, y simplemente “también le gusto”. A las pocas semanas se hicieron inseparables, se bastaban con tres frases hechas, que habían escuchado a antiguos comediantes, a los quince años no se requiere más, ante propios y extraños se trataban de “parientes”, parecía que se conocían de siempre, que habían nacido para estar juntos hasta la eternidad. Ella le enseño la ciudad, él le enseño la vida, juntos conocieron el amor, en cuanto pudieron se mudaron juntos, y también juntos conocieron la felicidad que pensaban que les seria esquiva. Con el tiempo Santiago entendió que justo en el momento de conocerla termino su viaje, finalmente estaba en su casa, porque: «el hogar está allí, en donde está el amor».



¿Qué estoy haciendo aquí?

Pagando para vivir

Escogiendo sin opción

Lejos de donde nací



Escaparme de mí

Alejarme de ti

Una lejana canción

Sigue llamándome

Sigue llamándome



Lejos, La Vida Boheme


dedicado con nuestro mayor cariño y respeto a
todos los emigrantes e inmigrantes de Venezuela
de hoy, ayer, mañana y siempre

Pterodáctilo Ancestral
marzo 2018




jueves, 15 de marzo de 2018

Hablando de merecer confianza: la casa de Don Argimiro




Los que alguna vez prometimos (como millones de jóvenes desde 1907): hacer todo lo que de nosotros dependiera para cifrar nuestro honor en merecer confianza, entendemos que esto solo se logra si día a día ambicionamos hacer SIEMPRE LO MEJOR. Evidentemente no es fácil, y parece una quimera, que se anhela y se persigue pese a ser muy improbable que se realice. Pero a pesar de todo, nos pasamos la vida intentándolo, y celebrando cada pequeño logro, en la seguridad de que la felicidad esta en disfrutar del camino a la meta, no en la meta.       


Por eso entenderán nuestro desencanto cuando la semana pasada, tuvimos que hablar de lo desagradable que se nos hace tratar y siquiera conocer, a personas que no merecen nuestra confianza porque la traicionan tan pronto como pueden.


Hoy en compensación, les compartimos el más grandioso ejemplo del auténtico valor de LA PALABRA DE HONOR (así, toda en mayúsculas), para una pareja de isleños que hicieron suyas estas tierras con la bendición de la DIVINA PASTORA.

Desde aquí nosotros, todos los días agradecemos, a la Pastorcita de Barquisimeto la suerte de poder llamarlos mamá y papá.    

Con todo nuestro cariño les dedicamos este relato a: Santiago, Pedro Rodrigo, Pablo, Ernesto Alexander, María José, Andrés Alberto, Rodrigo Javier, Juan Carlos, Diego y Alexandra, que tiene la suerte de decirles abuelos. Queridos hijos y sobrinos que la brújula de valores que ellos les legaron, continúe por siempre marcándoles el azimut sus vidas … … … … … …


Estimados público, permítanos iniciar dibujándoles el escenario en el que se desarrollaran los hechos que les compartiremos esta semana: ««Los historiadores, letrados y estudiosos, mantienen que Venezuela no salió del siglo XIX hasta el 17 de diciembre de 1935 (con la muerte del Benemérito), pero quien les “canta este poema épico” – que no es ni historiador, ni versado en la materia – a  cuenta de creerse trovador, se permite asegurarles que los únicos años de nuestra historia republicana en que hemos estado verdaderamente fuera del Siglo XIX, fueron los cuarenta años de democracia que se sucedieron entre 1958 y 1998»» Nuestro relato se desarrollará exactamente al inicio de ese periodo, comencemos entonces… …

… … hace muchos, muchos años, a principios de 1960, Barquisimeto era un pequeño pueblo de menos de quinientos mil habitantes, que entusiastamente luchaba por sumarse al desarrollo que la recién instaurada aventura democrática estaba sembrando a lo largo y ancho de la nación.




La ciudad se expandía acelerada y vertiginosamente – como prueba les indicamos que la superficie ocupada por la ciudad de 1990, era tres veces mayor, a la que ocupaba por el pueblecito provinciano del inicio de la democracia – nuevas y modernas urbanizaciones, nacían contagiadas del inmenso frenesí de libertad, independencia y progreso que se esparcían por doquier. Era tal el empuje y la aceleración en el desarrollo urbanístico e industrial de la nación que fue imposible prever el adecuado acompañamiento por parte de las leyes, métodos crediticios, sistemas bancarios, procedimientos hipotecarios y operaciones financieras indispensables para colectivizar y sobre todo para democratizar el mencionado desarrollo.

A esa Venezuela, a ese Barquisimeto, llegaron Cecilia y Rodrigo en 1959: verdaderos “maletillas”, como tantos otros forjados por la postguerra española. Que, con una curtida maleta de sueños en la mano, y un hatillo de coraje al hombro, salían a recorrer caminos y prados, en busca de “la añorada plaza – en donde en una tarde cualquiera – pudieran ganar la gloria o dejar la sangre en la arena”. Pero no se equivoquen, nuestra pareja no venía con los fardos vacíos, los traían repletos de ética, honestidad, principios y valores, los traían colmados de aquello que antiguos trovadores denominaban: HONOR, ese algo intangible, tan difícil de definir como de encontrar, que para los que tienen la extraña distinción de poseerlo: pesa poco, pero vale mucho.

Aquí se requiere que hagamos un paréntesis para contarles que hasta ahora, ni Cecilia, ni “su Roro” (así le decía ella cuando “se ponía cariñosa”) habían vivido tan alejados del mar (ojo, que los años vividos en Caracas no cuenta, porque extrañamente, aunque no tiene puerto, la Sultana de El Ávila siempre ha sido una ciudad costera). Esta lejanía maximizaba en la pareja la natural nostalgia del emigrante por el terruño, extrañaban: el puerto de pescadores con sus interminables historias (algo de eso debemos haber heredado), los cortejos a las muchachas en la Plaza del Charco, las frías aguas de Santelmo, las negras arenas de la playa Martianez, a su querido Viejito – así llaman en el Puerto a El Gran Poder de Dios –, las nieves de las Cañadas, la cima de El Teide, las juergas con los amigos, las castañas, sardinas y vinos nuevos de San Andres, las comidas de sus Madres (Pescado Salado con mojo rojo canario o Conejo al Salmorejo con papas arrugadas), el beso de despedida de sus Padres, en resumen extrañaban a La Familia. Extrañamente, hoy sus hijos gozan de esa «NOSTALGIA HEREDADA», y no pueden ver fotos del nevado Teide, sin sentir el llamado de esas tierras en las que nunca han vivido. Dicho todo cerramos el paréntesis y continuamos… …




Al llegar a Barquisimeto, Cecilia y Rodrigo (les dije que lo de Roro, es solo a veces) alquilaron una casa cerca del aeropuerto, y allí iniciaron la formación de su familia. La misma creció casi de inmediato, cuando en julio de 1960 llego el primogénito, por eso los sábados en la tarde a inicios 1961, los esposos salían a recorrer los nuevos desarrollos urbanísticos que nacían a lo largo de la carrera #19, en uno de esos viajes llegaron a una cuadra que estaba siendo urbanizada por Don Argimiro (lamentablemente el apellido se nos perdió en el tiempo), los jóvenes quedaron inmediatamente enamorados de las quintas que se estaban construyendo, y en especial de una que, hacia esquina, entre la carrera #19 y una de las calles adyacentes. La pareja recorría la deseada vivienda, mientras la fueron amoblando con la imaginación: aquí la cama matrimonial, allí una cuna, más allá una mesa de comedor – con muchas, muchas sillas –, al final de pasillo un escritorio para las tareas, en el salón un elegante sofá para las visitas, y para ellos unos muebles de mimbre para las tardes en el jardín, y así agarrados de la mano siguieron caminando – o flotando –  sobre sus sueños, hasta que Don Argimiro los despertó:


-         Esta casa es muy grande, hace esquina, y es más costosa que las del resto de la cuadra, seguramente a Ustedes se les ajustara mejor alguna de las casas intermedias, de esas que hoy los gringos llaman dúplex, están tan bien construidas como está tienen las mismas ventajas y comodidades de la ubicación, y son definitivamente más asequibles. Vengan para que se las enseñe.

Rodrigo vio humedad en los brillantes ojos (como los del Gato Con Botas) de su esposa, y pensó que no había llegado tan lejos para conformarse con una “casa más asequible, no iba a ser este guaro quien lo enseñara a negociar”, soltó la mano de Cecilia y encarando al vendedor le dijo:

-         Don Argimiro, mi nombre en Rodrigo Rodríguez, la casa que nos gusta es esta y es a donde nos queremos mudar. Tiene razón al pensar que no tengo plata para pagársela, pero con su ayuda y consentimiento estoy seguro de poder pagársela de acuerdo a lo que considere correcto. Sé que Usted no me conoce, y que no tiene ninguna referencia mía, y la verdad es que yo solo le puedo dar mi palabra de que le voy a pagar – y ante la cara de incredibilidad del viejo guaro, continuo – aquí tiene mi tarjeta, allí está mi teléfono y mi dirección. Además, le anote los nombres de algunas personas que me conocen bien, investigue, piénselo y me llama.

Dicho eso, Rodrigo le tendió la mano, y lo encandilo con su sonrisa de esperanza y sus inmensos ojos azules llenos de fuerza y fe, mientras le apretaba la mano de una manera en la que el viejo barquisimetano reconoció el señorío, la majestuosidad y la gallardía, que solo son propios de un verdadero caballero.


Luego marido y mujer se montaron en su carro, dejando a Don Argimiro, con la semilla de la curiosidad sembrada en su corazón, y sin dudarlo se dirigieron hasta Santuario de Santa Rosa, en donde el joven isleño, le hablo a la Patrona, con la confianza propia de los que tienen el corazón noble y la conciencia limpia:


-         Pastorcita, yo ya hice mi trabajo, y me comprometo a no dejarte mal. Ayúdame a que podamos criar a nuestros hijos en esa casa, que por siempre será la tuya.


Así pasaron varios días durante los cuales Cecilia ni se atrevía preguntar por la casa, y Rodrigo no la hacía. Hasta que una semana más tarde, sonó el timbre de la casa y la esposa abrió la puerta para encontrase al viejo Don Argimiro parado en el umbral:


-         Buenas noches señora – saludo – ¿esta su esposo?
 
-         Si claro, pero pase Usted por favor, ya se lo llamo – y con el corazón en la boca, salió de inmediato a buscar a Rodrigo

Al llegar el joven, el viejo guaro se le quedo mirando, y sin mayores preámbulos le dijo:

-         Felicitaciones, aquí tiene las llaves de su casa. Pueden mudarse cuando Ustedes quieran.

-         Muchas gracias Don Argimiro, puede estar seguro que le pagaremos, por favor dígame que le debo firmar – le contesto abrumado el joven isleño

-         Rodrigo – lo tuteo por primera vez el anciano, mientras le tendía la mano – luego pasas por mi oficina y me indicas cómo serán los pagos. Usted no necesita firmar nada, con su palabra me basta – y luego dirigiéndose a Cecilia continuo – Espero, que disfruten la casa, buenas noches señora.




A la brevedad se mudaron a la bella quinta y allí nacieron la única niña y el tercer hijo (este aprendiz de trovador que hoy les canta), para completar los tres guaros de la familia que aún sufren año tras año, por sus amados Cardenales de Lara – luego llegarían dos Caraqueños, para completar la manita (pero esa es otra historia).



Un detalle: Se me olvidaba decirles que, a los pocos meses, cuando se fue el viejo año, la primera aurora de 1962, consiguió a Cecilia y a Rodrigo, durmiendo plácidamente en un cuarto que aun olía a nuevo, con sus cabezas apoyadas sobre la seguridad que solo pueda brindar la almohada de saber que, (aunque al Caballero Larense, le debían muchísimo más que dinero), la deuda con Don Argimiro ya estaba pagada.


Pterodáctilo Ancestral
13 de marzo de 2018











13 de marzo 1928 - 13 de marzo 2018
90 años del nacimiento de Don Rodrigo,
Papá: te queremos y extrañamos todos los días
Gracias, infinitas gracias, a ambos por tanto ejemplo




domingo, 4 de marzo de 2018

Algunos deberían saber sobre el honor, la confianza y la traición




Venezolanos coloquemos las banderas a media asta, rasguémonos las vestiduras, pintemos nuestros rostros con cenizas, la traición se castiga con la tabla. Confesamos la inmensa y deprimente decepción que nos embarga, por el grito de dolor, decepción y arrechera que recorrió toda Venezuela a mediados de esta semana: uno de nosotros cuyo nombre no merece ser recordado, (un nirgüeño–guaro–adoptado al que muchos considerábamos con las credenciales requeridas para aglutinar y liderar el País Democrático en la ardua labor de reconstrucción de la Patria Posible, y al que defendimos “a capa y espada” y de “propios y extraños” en múltiples y diversas oportunidades), un venezolano innombrable – insistimos – traiciono la inmensa confianza que muchos habíamos puesto en él, y se prestó para apuñalar por la espalda (algunos dicen que totalmente segado por su ego o arrogancia, y otros que simplemente dirigido por la codicia y el dinero), no solo a los que habíamos creído en él sino a todos los que tenemos fe, en que la unidad era la única vía para poder despertar de esta pesadilla, sin seguir tiñendo de sangre las calles de las ciudades y pueblos del terruño.


Casualmente el mismo día en que se consumó la traición, nos whatsappeo un excompañero de trabajo con el que no hablábamos hace varios años, y nos envió un texto relativo a visión de los mexicanos de la PALABRA DE HONOR, y de la relación que se hace en México entre los FUEROS o privilegios que gozan algunos empleados públicos, y el honor que se debería requerir para alcanzarlos, merecerlos, y disfrutarlos si abusar de ellos y sin olvidar que se trata de privilegios prestados por la Patria, y que el día en que sus acciones no se correspondan con la responsabilidad que se requiere para ostentarlos, la misma Patria te lo demandara. Y en entre estas prerrogativas nosotros incluimos el privilegio y la responsabilidad de poder disfrutar del respeto y confianza del Pueblo. Y es que estamos convencidos que otras cosas podrían haber ocurrido, si alguien le hubiera enseñado al mencionado traidor, aquello que los scouts resumimos en CIFRAR EL HONOR EN MERECER CONFIANZA.
Tres comentarios, sobre el texto que les adjuntamos a continuación: (i) Lo buscamos en internet, consiguiéndolo en diversas oportunidades, pero siempre catalogado como colaboración y por lo que se nos hizo imposible identificar cual es el texto original, y quien es su autor, por lo tanto, para efectos de esta presentación lo consideraremos anónimo (ii) La palabra fuero procede del latín forum, foro. En la España medieval los fueros eran los estatutos jurídicos aplicables en una determinada localidad, cuya finalidad era, en general, regular la vida local, estableciendo un conjunto de normas, derechos y privilegios, otorgados por el rey, el señor de la tierra o el propio concejo, es decir, las leyes propias de un lugar. Fue el sistema de derecho local utilizado en la Península Ibérica a partir de la Edad Media y constituyó la fuente más importante del Derecho altomedieval español. De esa muy antigua excepción medieval viene la extensión “tener fuero” para determinar que una persona o un grupo de personas gozan de leyes o normas particulares, (iii) Sin embargo, el que la relación indicada en el texto entre el honor demostrado por el General Carlos Fuero y la etimología de la palabra, no sea gramatical e históricamente correcta, no hace menos importante y oportuno, el hecho que el mencionado militar, supiera dar importancia a su PALABRA DE HONOR, y al fuero que por respeto le concedió a su colega.






Estamos totalmente convencidos de que si el ya anteriormente mencionado nirgüeño–guaro–adoptado (cuyo nombre aun no nos da la gana de recordar o mencionar), hubiera valorado, honrado y respetado, la franquicia y responsabilidad de contar con la confianza de todos aquellos venezolanos que lo designamos guardian de nuestros más valiosos sueños y esperanzas, seguramente habría preferido privilegiar esa sagrada confianza por sobre su arrogancia o codicia, para así actuar de manera diferente, y preferir la verdadera lucha antes de ser sometido a la vergüenza e indignidad de ser llamado traidor. Es que para dedicarse a la política algunos deberían saber sobre el honor, la confianza y la traición, algunos deberían saber que la traición se paga con la tabla. Guaro, creo que mejor ruegas para que nuestro Señor y la Divina Pastorcita de Barquisimeto te perdonen, porque algunos venezolanos no la haremos jamás.




Sin más preámbulo, para todos ustedes…










PALABRA DE HONOR


 ¿De dónde viene la palabra "FUERO"?
México año de 1892 murió Don Carlos Fuero, una calle en la ciudad de Saltillo, y Coahuila y una en Parral, Chihuahua (México), llevan su nombre. La historia es digna de ser conocida por todos nosotros, mis queridos amigos. A la caída de la ciudad de Querétaro, quedó prisionero de los "Juaristas", el General Don Severo del Castillo, Jefe del Estado Mayor de Maximiliano.
Rápidamente fue condenado a muerte, y su custodia se encomendó al Coronel Carlos Fuero. La víspera de la ejecución del General Don Severo del Castillo, el Coronel Fuero dormía cuando su asistente lo despertó.
El General del Castillo, deseaba hablar con él.  Fuero, se vistió de prisa y acudió de inmediato a la celda del condenado a muerte. No olvidaba que el Gral. Don Severo del Castillo, había sido amigo de su padre.
-       Carlos – le dijo el General – perdona que te haya hecho despertar. Como tú sabes me quedan unas cuantas horas de vida, y necesito que me hagas un favor. Quiero confesarme y hacer mi testamento. Por favor manda llamar al padre Montes y al licenciado José María Vázquez

-       Mi General – respondió el Coronel Fuero – No creo que sea necesario que vengan esos señores

-       ¿Cómo? – se irritó el General Del Castillo – Deseo arreglar las cosas de mi alma y de mi familia, ¿y me dices que no es necesario que vengan el sacerdote y el notario?
-       En efecto, mi General – repitió el Coronel republicano – No hay necesidad de mandarlos llamar. Usted irá personalmente a arreglar sus asuntos y yo me quedaré en su lugar hasta que usted regrese.
El General Don Severo se quedó estupefacto. La muestra de confianza que le daba el joven Coronel Fuero, era extraordinaria.
-       Pero, Carlos – le respondió emocionado –¿Qué garantía tienes de que regresaré para enfrentarme al pelotón de fusilamiento?

-       Su PALABRA DE HONOR, mi General – Contestó Fuero.

-       Ya la tienes – dijo Don Severo abrazando al joven Coronel.
Salieron los dos y dijo Fuero al encargado de la guardia:
-       El señor General del Castillo, va a su casa a arreglar unos asuntos. Yo me quedaré en la celda en su lugar como prisionero. Cuando él regrese me manda usted a despertar.
 A la mañana siguiente, cuando llegó al cuartel el superior de Fuero, General Sóstenes Rocha, el encargado de la guardia le informó de todo lo sucedido.
Corriendo fue Rocha a la celda en donde estaba Fuero y lo encontró durmiendo tranquilamente, pero lo despertó de inmediato.

      -       ¿Qué hiciste Carlos?, ¿Por qué dejaste ir al General del Castillo?
     
      -       Ya volverá. le contestó Fuero.  Y si no lo hace, entonces me fusilas a mí.
En ese preciso momento se escucharon pasos en la acera.
-       ¿Quién vive? – gritó el centinela.

-       ¡México!, y un prisionero de guerra – respondió la vibrante voz del General del Castillo.
Cumpliendo su PALABRA DE HONOR volvía Don Severo para ser fusilado.
El final de esta historia es feliz. El General Severo del Castillo, no fue pasado por las armas. Rocha le contó a Don Mariano Escobedo lo que había pasado, y éste se le informó a don Benito Juárez. El Benemérito, conmovido por la magnanimidad de los dos militares, indultó al General y ordenó la suspensión de cualquier procedimiento contra el Coronel Fuero.
Ambos eran hijos del COLEGIO MILITAR; ambos hicieron honor a la Gloriosa Institución. Ambos hicieron honor a su palabra.
De ahí deriva también la palabra "Fuero". Tener "Fuero" es tener un privilegio, que debe sustentarse en la PALABRA DE HONOR y en un juramento o "protesto" como le llaman, que muchos de nuestros políticos y ciudadanos -  han olvidado y hecho a un lado.
Afortunadamente aún existen muchas familias que inculcan a sus hijos el valor de su palabra, palabra de honor.

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Pterodáctilo ancestral
marzo 2018