he tenido que emigrar
y trabajar de camarero
lejos, lejos de mi hogar.
Me invade la morriña
el dolor de Breogán;
cuando suena la muiñeira
el llanto empieza a brotar
Miña terra galega,
donde el cielo es siempre gris.
Miña terra galega,
es duro estar lejos de ti.
y trabajar de camarero
lejos, lejos de mi hogar.
Me invade la morriña
el dolor de Breogán;
cuando suena la muiñeira
el llanto empieza a brotar
Miña terra galega,
donde el cielo es siempre gris.
Miña terra galega,
es duro estar lejos de ti.
Siniestro Total - Miña terra galega
https://youtu.be/t02dFZI7nw4Santiago Salgado, nació en 1930 en la casa de sus padres de La Ribeira Sacra – el territorio común de las provincias de Lugo y Ourense – nieto de Santiago, hijo de Santiago, descendía de una estirpe dedicada, desde la época de los romanos, a trabajar las cortiñas de las familias nobles, donde sembraban legumbres, verduras y hortalizas. Además, en el interior de esas cortiñas y cortiñeiros florecen árboles frutales e incluso castaños, que también son trabajados desde tiempos inmemorables por los Salgados. Sin embargo, al estallar la batalla de Vigo – a finales de julio de 1936 – sin pensarlo mucho su padre y sus tíos recogieron sus gaitas y macundales, para acompañar a miles de otros afiliados de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) que se alistaron al bando republicano.
Y aquí nos corresponde abrir
uno de nuestros ya acostumbrados paréntesis: (No nos equivoquemos, sería
frívolo y superficial indicar que los hermanos Salgados o sus compañeros del
sindicato entendían o compartían la ideología anarcosindicalista que la CNT
quería instaurar en España. Más real y serio, seria indicar que en la macabra
lotería con que los líderes de ambos bandos se jugaron a España y a los
españoles durante la Guerra Civil, a ellos les toco defender el bando republicano.
Sin embargo, «la guerra duro poco para muchos de estos gallegos», y pasaron la
mayor parte de los años de guerra haciendo valer aquello de que: «En Galicia no
hubo guerra civil en el 36, sino represión y genocidio». Para cuando termino la
guerra, el 1ro de abril de 1939, España estaba destruida estructural, económica
y moralmente, eso sumado al inicio de la II Guerra Mundial, y a los inmensos odios
sembrados por los “exabruptos y falta de escrúpulos” de ambos lados, fueron el
caldo perfecto para gestar la fúnebre Post-Guerra española. Periodo que la mayoría
de los historiadores fecha entre 1939 y 1960, y durante el cual España estuvo
sumida en la más mísera pobreza, el mayor malestar social y la más fuerte
represión posible.) cerremos aquí nuestro paréntesis.
Al amanecer de 1945, el huérfano
quinceañero Santiago Salgado, no tenía ni trabajo ni futuro en Galicia, y
tampoco valor para meterse a “maletilla”, por lo que junto a muchos paisanos se
decidió a ir tras un sueño con nombre de mujer: América, embarcándose como “grumete”
para pagar su boleto en la Santa Maria un buque portugués que transportaba
emigrantes. La madre lo despidió en la puerta de la casa con un: «lembrar a
nosa terra» y un beso, embarcaron en Vigo – el viaje de la aldea a Vigo fue la
primera travesía para estos jóvenes, pero eso sería otra historia – iba con
otros emigrantes en “segunda”, los hombres en una zona y las mujeres en otra, todos
en camarotes de cinco literas, lo de grumete duro muy poco ya que desde que
salieron de Las Canarias no fue más al comedor y menos a la cubierta, por
pasársela mareado y enfermo.
Santiago Salgado,
nació en 2003 en el Centro Medico Paso Real de Los Valles del Tuy, en el estado
Miranda. Nieto de Santiago, hijo de Santiago, la familia se dedica a regentar
una modesta serie de almacenes agrícolas – fundados y gerenciados por su abuelo
Santiago, hasta su muerte en el 2015 – llamadas “AGROCORTIÑA´s” las cuales
estuvieron regadas a lo largo y ancho de Los Valles del Tuy. Sin embargo, la
situación que se ha venido desarrollando desde el inicio de la dictadura – a
finales del siglo XX – ha hecho que las cosas se fueran deteriorando – primero
paulatina y luego aceleradamente – por lo que su padre y sus tíos se han visto
obligados a ir cerrando varios de los locales, hasta que hoy solo les quedan
dos.
Aquí nos corresponde
abrir uno de nuestros ya acostumbrados paréntesis: (No nos equivoquemos, sería
frívolo y superficial indicar que los hermanos Salgados eran acaudalados terratenientes,
oligarcas o aristócratas, que tenían sometidos a los agricultores del Tuy
aplicando la ideología capitalista de las que muchos los acusaron. Más real y
serio, seria indicar que eran incansables trabajadores y “los mejores amigos”
de los pequeños agricultores a los que asesoraban, financiaban y proveían de
los insumos y los consumibles requeridos para la faena. Pero de manera
inescrupulosa los Salgados, sus colegas y sus proveedores fueron despojados del
accesos a las indispensables divisas, expropiados de sus necesarias propiedades
e injustamente acusados de usureros y latifundistas, por los envidiosos,
incapaces e ineptos que con macabra demagogia destruyeron a Venezuela estructural,
económica y moralmente, eso sumado a los inmensos odios sembrados “por la maquinaria estatal”, fueron el caldo
perfecto para gestar la más fúnebre y desastrosa época de nuestra historia, en
la que la Patria está sumida en la más mísera pobreza, el mayor malestar social
y la más fuerte represión posible. Sin embargo, la tradición de sacrificio y la
capacidad de resiliencia de estos empresarios les permiten adaptarse una y otra
vez a las adversidades, para continuar luchando en el convencimiento de que el
“trabajo fecundo y creador” más temprano que tarde siempre da frutos.) cerremos
aquí nuestro paréntesis.
Al amanecer de 2018,
el quinceañero Santiago Salgado, está terminando su bachillerato, no tiene ni
cupo en la universidad ni futuro en esta Venezuela Revolucionaria, por lo que
junto a muchos compañeros lleva varios meses convenciéndose de buscar la
seguridad y el confort de un sueño, del que ha escuchado muchas veces en la
cocina de su abuelo, un sueño con nombre de mujer: Europa. Finalmente se embarca
como “turista”, en un vuelo lechero, que recorre cinco países antes de llegar a
Madrid. La madre lo despedido sobre el mosaico de Carlos Cruz Diez en Maiquetía
con un “selfy”, un “hijo: esto es lo mejor para ti, no dejes de escribirme” y
un beso. Al despegar, Santiago se quedó mirando, desde la ventanilla del avión cómo
se alejaba la Silla de Caracas.
Al llegar a Madrid,
no lo esperaba nadie, tomo un metro hasta la estación de Puerta de Atocha y
desde allí un autobús a Ourense – la bella ciudad a orillas del río Miño que
los romanos llamaban Aquae Aurente, famosa por sus aguas termales y, en
particular, por las piscinas de As Burgas que, junto con el antiguo Puente
Romano, son símbolos de la ciudad gallega –, en la Estación de Ourense-Empalme
lo esperaba su primo – se había venido de Caracas, un año antes – «Epale Chamo,
¿Cómo estuvo el viaje?, que bueno verte aquí, toma aprovecha que la estación es
zona wifi gratis y avísale por el WhatsApp “á túa nai” que ya llegaste. Mañana,
vas conmigo a AS BUERGAS, que él del puesto de papas, está dispuesto a
conseguirte algo de trabajo. Vente déjame ayudarte con esa maleta, que vamos
caminando hasta el piso, esta como a tres cuadras».
En La Guaira lo esperaba, “O
Mocho” – un compañero de su padre de cuando el sindicato, que en 1936 había
tenido que huir de los Franquistas para no ser fusilado – lo recibió con un
abrazo y un: «Raparigo, parecen estar vendo ao teu pai», Santiago cargo con su
vieja maleta y se montaron el autobús que los llevaba por una vieja carretera a
Caracas, solo “O Mocho” hablaba, Santiago no podía abrir la boca: «Esta
carretera, la construyeron los presos de cuando Gomez, ese fue un tipo como
Franco, que mando en Venezuela como mil años. Te voy a llevar a una pensión que
se llama Hotel Sonia, en El Conde – en el Luna Española no hay camas – allí
podrás estar unos quince días o más a crédito hasta que consigas un trabajo,
ellos te darán que comer y donde dormir. La dueña es de Orense, se llama Elvira
González. Eso sí, apenas consigas trabajo, comienzas a pagar – y cambiando de
idioma, para afianzar el mensaje – “non me fagas parecer mal, vexo que son
garante”»
Durante los primeros días,
Santiago “se pagó” la comida y el catre, ayudando a Doña Elvira con los
trabajos de la pensión, la gallega lo adopto y lo apodaba “meu fillo”, y casi
que se lamentó cuando consiguió trabajo como peón en una construcción por la
zona baja de Sarria. Debido a la falta de experiencia, edad y papeles – el
gobierno de Medina consideraba a Santiago como un Emigrante Espontáneo, para
diferenciarlos de aquellos que llegaban bajo la figura de la inmigración
dirigida y seleccionada para repoblar el campo y, por lo tanto, no existía
ninguna previsión en la Ley de Extranjeros que lo apoyara o protegiera –, él
capataz de la obra le pagaba la mitad del jornal que, a los demás obreros, sin
embargo, le alcanzaba para pagarle la pensión a Doña Elvira, y ahorrar algo del
jornal para “el futuro”.
De inmediato,
Santiago “se pagó” la comida y el catre en casa de su primo, laborando como
peón en el puesto de papas de AS BUERGAS, en donde hacía de todo: descargaba
los camiones, llenaba los estantes, ayudaba a embolsar las compras y antes de
retirarse barría los pisos. “Él del puesto” lo había adoptado y lo trataba
“como un fillo”, y aunque era menor de edad, le pagaba la mayor parte del
jornal, con lo que podía aportar para el piso del primo, y ahorrar algo para
“el futuro”.
Al poco tiempo se
adaptó a la rutina de Ourense, y fue haciendo amigos, la mayor parte entre los
paisanos – poco a poco el tuyero se fue acostumbrando a que, “en el viejo
continente”, consideraban que todos los nacidos al sur del Rio Bravo eran sudacas,
y por lo tanto “todos compatriotas” –, uno de sus nuevos amigos era un margariteño
que desde siempre estuvo obsesionado con los platos picantes con que la nueva
comida peruana deleitan los paladares más exigentes y conquistan a la
gastronomía mundial, él pensaba que podía hacer lo mismo con la comida su Isla:
-
Mira Santiago, ya conseguí “currar
como bombero” en uno de los restaurantes del casco antiguo que los romanos
construyeron para disfrutar de las aguas termales – le contaba el ñero
-
¿Currar como bombero? – pregunto
Santiago, totalmente perdido
-
Si, si, si, si, – lo corto el
futuro chef – así le digo porque me toca cubrir todas las emergencias: si falta
el del almacén: cargo los bultos, si falta el de la cocina: lavo lo platos,
vasos y ollas, si falta el que barre: cojo la escoba, si falta el camarero: atiendo
las mesas, si falta el “pela papas”: yo me encargo de … … … … …
-
¿Y no, tendrán un puesto
disponible en ese cuerpo de bomberos para un tuyero? – pregunto Santiago
-
Claro, esta noche le digo al
encargado, ¿te gusta el pulpo? – continuo el isleño
A partir de ese día
Santiago iba a apagar los incendios del restaurante de la zona colonial todos
los jueves, viernes y sábados desde las siete de la noche hasta las tres de la
mañana, y los domingos de doce a doce. Al poco tiempo comenzó a servir mesas y
a recibir propinas, recordando un dicho que según su papá siempre decía su
abuelo Santiago: «los borrachos, son buena gente y dan buenas propinas». Todo
iba mejor de lo planeado, pero Santiago estaba convencido de que jamás se
sentiría nuevamente en su casa, hasta regresar con los suyos, algo le faltaba.
Al adaptarse mejor a Caracas,
Santiago fue haciendo amigos, la mayor parte entre los paisanos – poco a poco el
gallego se fue acostumbrando a que, “en las indias”, consideraban que todos los
españoles eran gallegos, y por lo tanto “todos nacidos en la misma aldea” –, uno
de los nuevos amigos era un Isleño llamado Yeray que trabaja como albañil en la
misma obra. En las tardes caminaban juntos al regresar a sus respectivas
pensiones, llamando la atención por la “dispareja pareja” que hacían (Yeray
hacia honor a su nombre, que significa grande en Guanche), durante ese
recorrido el Isleño llevaba siempre la palabra: «Cuando
reúna lo suficiente, comprare unos terrenos en Los Valles del Tuy, con buena
agua esa tierra es buena para legumbres, verduras y hortalizas, y aquí el agua
es lo que sobra – no como en mi Tenerife, en donde hay que sacarla de minas –,
por eso los fines de semana me voy a La Candelaria para trabajar como camarero en
EL POZO CANARIO, allí la paga es poca pero las propinas buenas, los borrachos,
son buena gente y dan buenas propinas», tanto hablaba su nuevo amigo, que
Santiago se convenció de que esta era la mejor manera de aumentar su capital,
por eso el siguiente viernes se apareció en un pequeño restaurante llamado A
ADEGA DE OURENSE, para pedir trabajo. Quisieron las hadas que lo atendiera un muy
viejo Secretario del CNT que había estado en el frente durante la Batalla de
Vigo, con su padre: «Mira Santi, te doy la oportunidad porque tu padre y yo
tenemos muchas historias que contar, “fomos irmáns”, comenzaras recogiendo y
limpiando mesas, pero estaré pendiente y en lo que tengamos el primer cupo
disponible, te daremos la oportunidad para servir como camarero». A partir de
ese día Santiago iba A ADEGA DE OURENSE, todos los jueves, viernes y sábado desde
las siete de la noche hasta las tres de la mañana, y los domingos de doce a
doce. Al poco tiempo comenzó a servir mesa, y demostró que su amigo Yerey tenía
razón: «los borrachos, son buena gente y dan
buenas propinas». Todo iba mejor de lo planeado, pero Santiago estaba
convencido de que jamás se sentiría nuevamente en su casa, hasta regresar con
los suyos, algo le faltaba.
Santiago la conoció cuando llevaba como tres meses de camarero, se la
presento su nuevo amigo, en lo primero que se fijo fue en sus senos – la consigna
entre los Salgado era: «Una mujer sin tetas, es como un domingo
sin goles» –, lo que vio no solo le gusto, sino que
fue amor a primera vista, de inmediato
comenzaron a acompañarse cuando regresaban a sus casas por las madrugadas, así
poco a poco, noche a noche, bajo el titilar de las estrellas, y de “bota en
bota” fue conociendo el resto de ella, y simplemente “también le gusto”. A las
pocas semanas se hicieron inseparables, se bastaban con tres frases hechas, que
habían escuchado a antiguos comediantes, a los quince años no se requiere más, ante
propios y extraños se trataban de “parientes”, parecía que se conocían de
siempre, que habían nacido para estar juntos hasta la eternidad. Ella le enseño
la ciudad, él le enseño la vida, juntos conocieron el amor, en cuanto pudieron se
mudaron juntos, y también juntos conocieron la felicidad que pensaban que les seria
esquiva. Con el tiempo Santiago entendió que justo en el momento de conocerla termino
su viaje, finalmente estaba en su casa, porque: «el
hogar está allí, en donde está el amor».
¿Qué estoy haciendo
aquí?
Pagando para vivir
Escogiendo sin opción
Lejos de donde nací
Escaparme de mí
Alejarme de ti
Una lejana canción
Sigue llamándome
Sigue llamándome
Lejos, La Vida Boheme
dedicado
con nuestro mayor cariño y respeto a
todos
los emigrantes e inmigrantes de Venezuela
de
hoy, ayer, mañana y siempre
Pterodáctilo
Ancestral
marzo
2018