martes, 16 de enero de 2018

CON EL PERNIL DE LA CAJA, crónica urbana enero 2018


Lo único verdaderamente cierto es que esa Noche Vieja Coromoto del Valle estaba muy cansada: había tenido que salir de su casa antes de las cuatro de la madrugada, para que le diera tiempo de limpiar las diez oficinas en el CCCT antes del mediodía – y ese día todas las oficinas estaban salpicadas de los sobrantes de los brindis navideños – luego le toco esperar que la Sra. Mercedes le transfiriera la paga (esa vieja nunca tenia efectivo), y al instante se apuró a sacar la plata de BANESCO, para finalmente regresar al barrio antes de las tres de la tarde y poder pagar (en efectivo) LA CAJA NAVIDEÑA a Yolimar (su ahijada, hija de Yolanda y Mario, el policía), que ahora era la enchufada que coordinaba esas entregas en el Consejo Comunal.



Con enorme esfuerzo realizo exitosamente todo lo planificado, y a la carrera se regresó al barrio con los reales escondidos bajo las pantaletas, pero al comenzar a subir las escaleras se dio cuenta de que la casa del partido, ubicada frente a la Escuela Municipal “Juana Ramírez La Avanzadora”, ya estaba cerrada, y eso que aún no eran ni las dos y cuarenta y cinco.




Entre arrecha y angustiada de que no le tocara su Pernil Navideño, siguió subiendo hasta la casa de Yolanda, para preguntarle en donde estaba la Yolimar, y al llegar se encontró la inmensa cola de vecinos para recibir sus CAJAS, paso directo y se encontró a la chica sentada baja una mata de mango, contando la plata y tomándose una cerveza. Ver a la carajita cómodamente sentada bajo la sombra del árbol tomándose una fría (Coromoto ya no recordaba la última vez que se había tomado una) la enfureció mucho más, hasta el punto de perder la compostura. Por lo que al llegar le tiro los reales y el carnet sobre la mesa diciendo:



-      Aquí tienes tu vaina, ¿dónde está mi pernil?



La chica se le quedo viendo entre incrédula, sobrada y satírica, y estaba a punto de «mandarla pal´carajo», cuando su madre le llego medio corriendo y le dijo:



-      Tranquila Yolimar, que yo sabía que tu Madrina llegaba a esta hora y le aparte una de las CAJAS del 3er viaje, ya tu padre las fue a buscar – y dirigiéndose a la vecina – Dale Coromoto, ponte en la cola que en un ratito llega Mario con tu Pernil






Tanto Yolimar como Coromoto del Valle, aprovecharon la balsa que les lanzaba Yolanda, ambas mujeres se comieron su arrechera y en la seguridad de que cualquier palabra emitida terminaría en «peo», se quedaron calladas, Yulimar siguió contado los reales y su Madrina se puso en la cola «de los pernil».

Y en la cola se quedó por un buen rato, ya que la segunda tanda de CAJAS llego como a las cuatro, y la tercera (en la que se incluía el de ella) llego después de la seis.



Por todo eso … … …

Lo único verdaderamente cierto es que esa Noche Vieja Coromoto del Valle estaba muy cansada: y a las siete de la noche cuando finalmente logro llegar al rancho en el que vivía con «SU NEGRO», solo quería meter el pernil al horno, bañarse y olvidarse de aquel terrible año. Al entrar se consiguió al hombre sentado en la maltratada mesa que llenaba el centro de la casa, y de inmediato se fijó en una bolsa plástica llena de ropa a su lado, la mujer intento no darle importancia:

-      Verga «MI NEGRO», casi que no llego y la ahijada me quiso joder «QUE BOLAS LAS DE LA ENCHUFADA ESA», menos mal que la comadre dio la talla, si no nos quedábamos sin pernil, al final no nos tocó el más grande, pero tu pana Mario separo uno de cinco kilos, que es suficiente para nosotros dos, ahora mismo lo meto al horno y seguro comemos justo después de las doce, como dice la tradición … …



El hombre le corto la conversación, diciendo:

-      Deja ya eso mujer, siéntate aquí que tengo que decirte una vaina – y sin esperar a que se sentara, continúo apresurado – tu sabes que esto está muy jodido, y he tenido que ir a buscar «Chamba pa´Ocumare», allí conocí a una negra, y vamos a tener un carajito. Y tú sabes que yo siempre quise criar un chamo, y tú nunca me pudiste dar uno, por eso me voy ahora mismo «p´allá».



La mujer, no podía y no quería entender lo que estaba pasando, si bien era cierto que no tenían hijos, también es cierto que ya tenían más de diez años juntos, ella lo había recogido cuando él tenía algo más de veinte años, y ella estaba por cumplir los treinta y cinco, y desde aquel momento siempre había velado por él, así que simplemente ignoro lo que le decían, y saco el pernil congelado de la caja y llevándolo hasta la destartalada cocina de gas ubicada a la espalda del hombre, le dijo:

-      «MI NEGRO», ya verás cómo esto lo preparamos muy rápido y lo metemos en el horno. Yo voy a pedirle prestadas unas yucas sancochadas a Yolanda, y aprovecho «p´agradecerle» de nuevo su ayuda de hoy, dame un minuto y … … …



-      ¡Pero cállate ya Coromoto! – la corto el hombre sin siquiera voltear a verla – esto ya lo tengo decidido yo me voy esta misma noche, eso es lo mejor «Pa´todos». Tengo que velar por «mi carajito».



Coromoto del Valle no pensó, la reacción fue automática, y con todas sus fuerzas (y arrecheras acumuladas) levanto la pata posterior del cochino, y descargo los cinco kilos congelados en la nuca de «SU NEGRO».



El hombre murió en el acto y cayó sobre la mesa como si estuviera recostado, descansando, durmiendo, no hubo ruidos, ni sangre, ni desbarajustes, y la mujer se le quedo viendo sin lograr entender lo que había pasado, y sin pensarlo mucho continúo hablando como poseída … …

-      Nada «MI NEGRO», déjame poner algo de música y mientras adobo este Pernil como a ti te gusta, full de ají picante.



Y diciendo eso, prendió la radio, y se encamino a la gaveta que funcionaba de alacena en el rancho, de allí saco: dos cebollas, lo que le quedaba de ajo, la sal y una bolsa grande de ajíes que se había traído «SU NEGRO» de sus viajes al Tuy. Luego de la CAJA saco la botella de aceite y la mantequilla mexicanas, y con esos ingredientes procedió a adobar el pernil para meterlo al horno que ya antes había prendido.



Luego se lavó en el bidón donde recogían el agua de lluvia, y se cambió las pantaletas, se quitó el sostén, y se puso una vieja minifalda pegada y una camisa blanca de licra que resaltaba sus grandes tetas, se peinó, maquillo y se encamino a la puerta del rancho, diciendo:

-      Bueno «MI NEGRO», me voy a «pa´donde» Yolanda a que me preste las yucas, no te quedes dormido y mira que eres responsable del pernil que está en el horno, yo regreso antes de que esté listo.



Salió del rancho, y se interno en el multicolor barrio comenzando a bajar por las escaleras hacia el rancho de sus compadres, a la mitad del camino se encontró con un grupo de vecinos que estaban bailando y tomando unos tragos de unas botellas de Carta Roja que pasaban de mano en mano y de boca en boca. Se acercó al grupo y de inmediato uno de los hombres la saco a bailar, mientras reía ella se dejó llevar por el tipo, quien la apretó fuertemente para sentir las tetas sin sostén baja la delgada camisa, se dejó apretar y pensó que: «estas, a pesar de mis cuarenta y cinco años, aun levantan». Mientras de las cornetas sonaba Héctor Lavoe con aquello de:




Esta risa no es de loco,


Se están riendo de mi


Me dicen que yo estoy loco


Pero se están cayendo de un coco


Porque de mí no pueden reír




Mientras bailaban, se dio cuenta de lo mucho que necesitaba esto, y no por lo que acababa de pasar en el rancho, lo necesitaba desde hacía mucho, mucho tiempo, luego de unos minutos bailando su compañero le paso una botella de Carta Roja y Coromoto del Valle le dio un largo trago mientras sentía que la bebida la quemaba por dentro y que la vida le revivía en los huesos, en eso estaba cuando escucho que le gritaban:

-      Verga no te pegues Coromoto, deja «p´los» otros…



Riendo le devolvió la botella, al hombre con que bailaba, y dijo en vos alta:

-      Esto está muy bueno, pero tengo a «MI NEGRO», esperando en el rancho. Feliz Año «pa´todos», nos vemos luego



Y diciendo eso continúo bajando hacia el rancho de sus compadres, al llegar le abrió la puerta su compadre Mario, le dio un beso y lo abrazo diciendo:

-      Gracias compadre, tremendo pernil me consiguió, allí lo deje en el horno y a «MI NEGRO» cuidándolo – y cambiando de tono – ¿Y hoy a Usted no le tocaba guardia con la PNB?



-      Si comadre, pero la Yolimar con una CAJAS convenció al jefe de me diera la noche libre, y aquí estoy. Pasa tomate una fría, están «vestidas de novia».



-      Un pelo de cuca jala más que una guaya – pensó la mujer, teniendo sumo cuidado para no decirlo en voz alta



Coromoto paso y no pudo dejar de observar lo mucho que había mejorado ese rancho desde que su ahijada se había enchufado. Allí se quedó por más de una hora tomándose unas frías con la comadre, hasta que dijo para todos:

-      Todo esto está muy bueno, pero deje a «MI NEGRO» solo, y tengo que sacar el Pernil del horno – y dirigiéndose a su comadre - dame una cerveza más para el camino, y la yuca sancochada que me ofreciste, y agarro de las escaleras «p´arriba».

Diciendo eso Coromoto agarro sus macundales, y comenzó a subir las escaleras, saludando y besando a todo el mundo a su paso, hasta que llego al rancho y abrió la puerta, diciendo:

-      «MI NEGRO» ya llegué, ¿me extrañaste mucho????



Y en eso lo vio tirado sobre la mesa, Coromoto no tuvo que fingir, sintió un nudo en el estómago y el desgarrador grito le salió de lo más profundo de su ser, de inmediato comenzó a llorar con un sentimiento que le venia del alma, es que simplemente: Coromoto del valle amaba a «SU NEGRO».



Al sonido de sus gritos retumbando en el barrio llegaron los vecinos, que se encontraron a Coromoto bajo el marco de la puerta gritando y llorando, mientras que el cuerpo inerte de «SU NEGRO», reposaba sobre la mesa, las vecinas la abrazaron y los hombres fueron a ver si «EL NEGRO» aún estaba vivo. Intentaron llevarse a Coromoto a otro rancho, pero ella se negó a separarse de «SU NEGRO». Llamaron a Mario y este subió con Yolimar, Yolanda y la patrulla de guardia de la PNB, cuando entraron Yolanda abrazo a su comadre y juntas lloraron de corazón, mientras Mario y los otros PNB registraban el rancho buscando el arma homicida. Al rato (gracias a una llamada de la enchufada). llego la comisión de la morgue, y cargaron con el cadáver escaleras abajo. Mientras Yolimar apago el horno, saco el pernil y lo dejo sobre la mesa, Coromoto lo vio y dijo:

-      Ya son casi las 2 y «MI NEGRO» jamás me perdonaría que los tuviera a Ustedes trabajando en este Fin de Año sin comer nada, el pernil de la CAJA ya está listo, y la yuca sancochada que me dio la comadre también. Por favor Yolimar, sírveles a tu Padre y a los otros panas, que nunca se diga que en la casa de «EL NEGRO», los hicieron pasar hambre.


Y con esa conformidad forjada con tantos años de sufrimiento, Yolimar corto el pernil sin contradecir a su madrina, y los seis hombres se sentaron alrededor de la mesa, para comérselo con la yuca. Al principio el silencia acompaño la comida, pero al rato se soltaron a hablar:

-      Que vaina que le pasara esto a «EL NEGRO», y mira que hoy Coromoto estaba de lo más feliz, pobre jeva, se quedó sola.



-      Eso es que «EL NEGRO», se metió en algún «peo», en sus idas al Tuy, por allí hay demasiado malandro. Y muchas tetas.



-      Tremendo coñazo le pegó ese «Coño e´Madre» al pana, le dio con todo, debe ser un cuarto bate.



-      Verga si, y al parecer fue de un solo coñazo, le deben haber dado con algo muy pesado, como de 3 o 4 kilos.



-      Pero yo no veo nada tan pesado en este rancho, se lo debe de haber llevado, pero no es fácil sacar del barrio algo tan pesado si que lo vean, ¿Cómo lo habrán sacado?, la verdad que no se me ocurre nada



-      Nos queda es seguir buscando, como dicen en la escuela del junquito: el arma debe de aparecer, no existe el crimen perfecto – y cambiando de tono – Coño, que bueno lo que hizo Coromoto del Valle con el pernil de la CAJA, esa jeva siempre tuvo buena mano.







Pterodáctilo Ancestral

Caracas, enero 2018

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