Por eso Doña Pancha – la vieja partera responsable de los cuidados
prenatales y los partos en San Francisco
de Yare, desde los tiempos cuando el diablo andaba suelto por estas calles
se llamaba Francisca Méndez, pero todo el mundo le decía Pancha – al ir a
revisarla a la casa de la abuela Crisalda – en donde la ex señorita vive desde que su padre, la sacó de la casa, cuando
se descubrió la lipa – le decía:
- Verga carajita, esa barriga no se ve nada bien, el chamito viene como raro, seguro que
va a llegar antes y pesando una mierda; es que, cuando las madres viven entre
ayunos, tristeza y esas vainas, las crías vienen jodidas; oiga lo que le digo,
yo sé de eso: coma plátano, pollo y, sobre todo, mucha yuca sancochada, no
frita: ¡SANCOCHADA!; además déjese de lloraderas, que si supo goza ́ y grita
́ como hembra cuando se lo metieron, ¿pa ́qué va está gritando como niñita ahora?, eso le jode la cría y
me da más trabajo a mí, mire Catalina, que yo no acostumbro perder las crías y
no voy a cambiar con la suya
Así se habían venido los días, las semanas y los
meses; Catalina en casa de su abuela materna, el padre que no le hablaba (ni la
dejaba hablar con las hermanas porque aquello era contagioso), la madre y la
niña Catina que lloraban todo el día, la barriga que no se veía bien, el
chamito que venía como raro, la abuela Crisalda que le preparaba las recetas
recomendadas por Doña Pancha, el pueblo que murmuraba a gritos que aquella
barriga era de «NO SÉ DE QUIÉN» y ya era junio: la barriga llegaba a su séptimo
mes y se llegaba el esperado jueves de Corpus
Christi, el día que “SALEN LOS
DIABLOS”, el día, cuando misioneros, amos y esclavos mezclan la tradición
católica con la raíces africanas e indígenas, en una sincrética manifestación de venezolanidad repleta de riqueza y
significación.
La abuela Crisalda, para convencerla de que se
saliera a ver los altares y los diablos, le dijo:
- Ultimadamente Catina, no es bueno que te quedes en la casa la “CALOR
DE JUNIO”, eso no es bueno ni pa´ti, ni pa´la cria, y, además, tú no tienes
nada que esconder, mira que a todas las hembras desde Eva nos lo han metido, ¿y
en este pueblo, donde mandan los diablos?, mucho más – dijo la abuela con
nostalgia, y luego remató, imperativamente – Coño Catina, a ti siempre te ha gustado
visitar los altares el día de Corpus, ¡vístete que nos vamos!
Así que la niña Catalina, se sacudió las
angustias, se lavó la cara – más no la vergüenza –, se vistió con los vestidos
grandes que le había prestado su madre a modo de ropa de maternidad y salió a
las calles de Yare a visitar los altares que los devotos colocan a las puertas
de sus casas, para que cuando pasen los diablos de la cofradía, estos se paren
a danzar y honrar frente a esa casa, lo que es una distinción y un privilegio
para aquella familia.
La niña preñada y su abuela Crisalda, bajaron de la Plaza Bolívar, hacia la carretera intercomunal y casi saliendo del pueblo llegaron al altar, que Doña Carmen Andrea y sus descendientes, montan todas las vísperas de Corpus Christi, frente a la vieja estación del tren de Yare a Petare (recuerdos nostálgicos, de que cualquier tiempo pasado: fue mejor) y que ella había convertido en hogar para su familia; cuando llegaron, se encontraron que los promeseros habían terminado de danzar y rendir ante el altar de Carmen Andrea y ya se estaban retirando. Las otras niñas al verlas llegar se pusieron a murmurar sobre que, en Yare, nadie sabía pa´dónde había cogido «NO SÉ DE QUIÉN» y se alejaron como si Catalina tuviera lepra u otra enfermedad contagiosa en vez de estar preñada. Al verse solas con Carmen Andrea frente al altar, la niña y la abuela se dejaron llevar por la angustia acumulada y se lanzaron a sus brazos, las tres mujeres se abrazaron, lloraron, sollozaron y sin saber cómo, terminaron postradas frente al Santísimo Sacramento y entonces sin haberlo pensado, Catalina rompió a orar en voz alta:
- Señor mío Jesucristo, me acerco a tu altar llena de temor por mis
pecados, pero también llena de confianza porque estoy segura de tu
misericordia. Sé que he pecado y que no he sabido dominar mi cuerpo,
dejándome llevar por la lujuria, por eso, hoy estoy como estoy; Señor en tu
bondad, te pido que no castigues al niño que llevo en mis entrañas, por las
debilidades de su madre, hazlo crecer fuerte y sano, para que pueda servirte
luego, por muchos años, en tu cofradía; PROMETO QUE, SI ME CONCEDES LO QUE HOY
TE PIDO, ÉL TE SERVIRÁ DURANTE DOCE AÑOS, Y SERÁ
PROMESERO CON LOS DIABLOS DESDE LOS DIECIOCHO A LOS TREINTA AÑOS. Pídeme cuentas a mí que soy débil y pecadora, concédenos tu
misericordia y perdón, no para mí que te he fallado, sino para mi hijo que no
tiene ningún pecado, amén
Cuando Catalina terminó de orar, las dos viejas
la abrazaron como demostrando que aprobaban sus palabras, las tres se
levantaron de la calle caliente, y comenzaron a caminar adentrándose en el
pueblo, postrándose y rindiéndose frente a cada uno de los altares que se iban
encontrando y en cada ocasión, Catalina oraba, prometía y sumaba de manera
similar:
DOS: … … prometo que, si me concedes lo que hoy
te pido, él te servirá durante cinco años más, y será promesero con los diablos
de LOS TREINTA A LOS TREINTA Y CINCO AÑOS …
amén
TRES: … … prometo que, si me concedes lo que hoy
te pido, él te servirá durante cinco años más, y será promesero con los diablos
de LOS TREINTA Y CINCO A LOS CUARENTA AÑOS …
amén
CUATRO: … …
prometo que, … A LOS CUARENTA Y CINCO AÑOS …
amén
CINCO: … … prometo que, … A LOS CINCUENTA AÑOS
… amén
SEIS: … … prometo
que, … A LOS CINCUENTA Y CINCO AÑOS …
amén
Y SIETE VECES: … … prometo que, … A LOS SESENTA
AÑOS … amén
Cuando, regresaron a la casa de su abuela
Crisalda, Catalina estaba decidida a que su hijo naciera sano para que pudiera
cumplir con las SIETE PROMESAS que ella
había realizado en su nombre, ese Jueves de Corpus Christi ante en
Santísimo Sacramento, para que así pudiera ser promesero como mínimo hasta los
sesenta años, de allí en adelante dependería de lo que él quisiera.
Así terminaron de correr los días faltantes y el
8 de septiembre de aquel año, día de la Virgencita
del Valle y exactamente nueve meses más tarde de la última vez que salieron
juntos Catalina y «NO SÉ DE QUIÉN», nacía Jesús Sacramentado – ese fue el
nombre grandote que su madre le esbozó, aquel jueves de junio en que se fue
postrando ante SIETE altares del pueblo – el niño nació, grande y sano, pero la
niña madre, no sobrevivió al parto. Así que la ahora bisabuela Crisalda,
prometió, ante la tumba de su nieta: acogerlo en su casa para criarlo como
hombre de bien y así asegurarse que Jesús Sacramentado, cumpliera las siete
promesas hechas por su madre en su nombre, y como si eso fuera poco, Carmen
Andrea, que se sentía partícipe de aquella tarde de promesas, se comprometió a
lo mismo.
Así que, a los pocos años, Jesús Sacramentado, o
simplemente Chuchín – como terminaron
apodando al niño en ese pueblo, en donde a todo el mundo le inventan apodos –
creció corriendo de arriba abajo por las calles de Yare, perseguido por sus dos
bisabuelas (Crisalda la heredada y Carmen Andrea la de adopción). Creció
Chuchín como un niño amable, sano de mente y cuerpo, simpático, siempre cordial
y afectuoso. Como era de esperarse las bisabuelas lo hicieron crecer
conociendo, viviendo y disfrutando, de las tradiciones del pueblo: el día de
San Francisco de Padua Patrono de Yare, cuando
se corren los toros en la manga de coleo del pueblo; el día de La Cruz de
Mayo, cuando el pueblo se llena de altares, cantos y flores en cada esquina; el
día de San Juan, cuando se suelta y calienta la sangre negra de las abuelas
esclavas, de un pueblo del centro que siempre se creyó de la costa; los
carnavales, que según los yarenses son los mejores de Los Valles del Tuy, del
estado Miranda, de Venezuela, del Mundo y de sus alrededores; de las navidades,
cuando se hace una bochinche en cada esquina de Yare, con ron, gaitas y aguinaldos;
y muy especialmente del noveno jueves luego de Semana Santa, cuando, al son de
las maracas, del repique de la caja, de las campanas de la iglesia y de los
fuegos artificiales, se sueltan los diablos por las calles del pueblo para
celebrar el día de Corpus Christi, danzándole al Santísimo Sacramento; es el
día de la fiesta mayor del pueblo, el día de LOS DIABLOS DANZANTES DE YARE.
Y así creció Chuchín – Jesús Sacramentado, quedó
solo para la cédula de identidad, las abuelas y algunos profesores del liceo –
hasta sus 18 años y un día, cuando sus abuelas se vistieron y lo vistieron de
gala, para llevarlo a la casa del Capataz Mayor de la Cofradía de Los Diablos
Danzantes de Yare, para que lo hiciera parte de la cofradía, y así iniciara, Jesús
Sacramentado, a cumplir la primera de las siete promesas que su madre hiciera
en su nombre ante aquellos siete altares al Santísimo Sacramento.
La estructura jerárquica de los Diablos Danzantes de Yare es algo serio para los miembros de la cofradía: El capataz mayor con la única máscara con cuatro cachos; el segundo y tercer capataz y los arreadores con sus máscaras de tres cachos – ojo que el primer arreador, usa el tercer cacho más largo para distinguirse de los demás – y finalmente el primer y segundo cajero que junto los diablos rasos o Promeseros, utilizan las máscaras simples de 2 cachos, que todos conocemos. Así comenzó el entrenamiento de Chuchín – de inmediato los diablos decidieron llamarlo solo con el apodo – aprendió a bailar los diferentes pasos, se leyó – varias veces – la historia de la cofradía, le pidió a sus bisabuelas que le hicieran el característico uniforme rojo y el mismo se fabricó sus maracas, sus crucifijos, sus contras y la máscara de dos cachos; y finalmente, llegó nuevamente el día o más bien la semana de Corpus Christi. Escuchemos en silencio como Chuchín se lo contaba sus bisabuelas el jueves en la noche, mientras se comía un plato de hervido en la cocina de Carmen Andrea:
- Verga Viejas, eso fue arrechisimo, con mayúsculas. Comenzamos
desde el martes con la misa por el alma de los diablos difuntos, ¡que son que
jode!; allí el padre bendijo las aguas, las maracas, los crucifijos, las
reliquias y contras de que cada uno y de ñapa a nosotros; pa ́ terminar el Diablo Mayor y los otros viejos nos dieron una charla a
los nuevos de cómo comportarnos, por ser esto una vaina seria, no es una
jodedera. El día miércoles caminamos todos por
separado “pueblo arriba” hasta la misma pata del cerro, todos con las máscaras
y los trajes escondidos en bolsas negras, allí nos esperaba el Diablo Mayor,
quien, primero nos mandó a vestir, luego rezó
por todos y nos enseñó a los nuevos a cruzarnos. Allí nos quedamos todos calladitos esperando el repique de
las campanas, los cohetes y el Cajero; ¡Y PUN!, eso fue una sola bulla y
salimos corriendo de una pa´la plaza, donde bailamos hasta que nos mandaron a
visitar los altares hasta las cinco. A esa
hora regresamos a la Plaza Bolívar, y nos dirigimos a la procesión que hacen en
la parte alta del pueblo entre La Cruz del Empedrado hasta La Cruz del Arbolito;
luego de la procesión los capataces nos mandaron a retirarnos hasta el día
siguiente, diciéndonos que tuviéramos cuidado con lo que hacíamos esa noche, ya
que al día siguiente era el jueves que es el propio día de Corpus, nada de
estar echándose palos esa noche, muchos nos fuimos a La Cruz del Calvario a
cantar fulías, pero yo dure poco, porque estaba full cansado.
Las bisabuelas escuchaban embelesadas y
orgullosas a su pupilo y no quisieron interrumpir, por lo que continuó el nuevo
diablo:
- Carmen Andrea, este hervido esta buenisimo, sírvame otro plato,
pero con mucha Yuca, ¡no sé por qué pero siempre me ha gustado la yuca
sancochada!; por donde iba: El jueves cada quien se vistió en su casa y nos
concentramos cerca de la plaza, entonces cuando terminó la misa, entramos
todos a la Plaza Bolívar, con el cajero y el estandarte adelante, nos llamaron al frente a los diablos nuevos,
nos adelantamos, nos arrodillamos a la puerta de la iglesia y entonces los más
viejos nos bautizaron a los nuevos – a mí me bautizó el mismito capataz mayor, ustedes
saben bien que estoy apadrinado de siempre – luego El Capataz Mayor se subió en
las escaleras de la iglesia pidió un minuto de silencio, por los diablos
difuntos, y se lanzó un discurso, que gracias a Dios fue cortico, luego hizo un
rosario en voz alta y mandó al Cajero a
repicar. Entonces entró él de primero a reza´
y a paga´ su promesa, cuando salió fuimos entrando los demás por grupos, a mí
me tocó entre los primeros porque estoy
apadrinado por el capataz mayor. Después de que todos rezaron salimos juntos a
recorrer los altares del pueblo, el altar de la Escuela, el altar de los
lriarte, el altar de los pescadores, la calle Los Mangos, el altar de San
Antonio, el altar Carmen Andrea, el de la calle #1 y así hasta la tarde cuando
regresamos pal frente de la iglesia todos mamaos. Entramos en silencio,
tranquilitos, calladitos, hasta que sonaron los fuegos artificiales, entonces
el cura cerró las puertas de la iglesia y
empezamos a bailar otra vez, un buen rato, como otra hora, hasta que el cura agarró el micrófono y nos dijo que todo había estado bien, nos
dio la despedida, las felicitaciones y cada quien pa ́ su casa hasta el otro año.
- Entonces, ¡Cómo que te fue muy bien! – comentó Doña Carmen
Andrea, sirviéndole el tercer plato de aquella espesa sopa – mira que tu vida,
también inició un jueves de Corpus como hoy,
cuando tu madre, que Dios tenga en su gloria, visito esos mismos altares, haciendo tus siete promesas
- Eso mismito me dijo el Capataz – contó Chuchín, que no
quería perder el protagonismo de la conversación – y luego me puso a mí, ¡A UN
NUEVO, RECIÉN BAUTIZADO!, a hacer el BAILE DE CRUZAR EL VASO frente a la casa
de las Iriarte, me dijeron los viejos que yo lo hacía con mucha gracia, con
mucho cuidado, con mucho ritmo, con mucha magia: como que yo había nacido
pa´esto.
Y de esa manera se pasó aquella semana de los Diablos,
cuando Chuchín comenzó a cumplir la PRIMERA de sus SIETE promesas.
Así, sin prisa, pero sin pausa se fueron
sucediendo los días de Corpus; Chuchín, se había convertido en una de los
principales prospectos de la cofradía. En menos de doce años ya era el 2do
cajero – supuestamente el más joven de la historia – y visto que el cajero
mayor estaba viejo, en la barra del Teque contaban:
- A Jesús Sacramentado, ya lo
están bañando, pa´ primer cajero
- ¿A quién?
- Al chamo Chuchín
- Ah, es que ese chamo, desde el primer día hace todo con mucho
fundamento y cuidado, baila con gracia, con mucho ritmo, con mucha magia: como
que nació pa´esto y además, Chuchín desde siempre, ha estado como apadrinado,
¿este año termina su primera promesa?
- Si, ya solo le quedan seis de las siete que hizo la Catalina, y,
de allí en adelante, las que él quiera suma´
- Verga Salud, para el Chuchín, recuerdos pa´ su
madre la Catalina, estaba bien buena esa negrita, cono su madre ese «NO
SÉ DE QUIÉN»
Siguieron pasando los años, Chuchín – Jesús
Sacramentado, pa ́ la cédula, las abuelas y algunos profesores del liceo – ya
iba a cumplir tres años como primer cajero y estaba entrenando al nieto del
viejo Meneses, para que lo sustituyera, ya que él, siempre bien apadrinado,
estaba apuntado para quedar como arreador antes de terminar su segunda promesa
el próximo jueves de Corpus. Con sus treinta y cinco año el hijo de Catalina,
era un apuesto joven, muy querido por todos en el pueblo, trabajador, bailador,
declamador, cantador, serenatero, o como decían en el estadio del pueblo: «manager,
pitcher, cuarto bate y novio de la madrina»; su carrera en la cofradía de
los diablos era brillante, vertiginosa e indetenible; para todos era muy claro
que permanecería en la cofradía, hasta los sesenta años, cuando terminaría de
cumplir las siete promesas que su madre hizo en su nombre y de allí en adelante
dependería de lo que él quisiera. Para todos en el pueblo era claro que todo lo
hacía con mucha gracia, mucho cuidado, con mucho ritmo, con mucha magia: ¡como
que había nacido pa ́eso!
Pero, para el cuarenta cumpleaños de Chuchin, el
destino le había preparado otra cosa. Primero digamos que, aunque pretendientes
no le faltaban, Chuchín nunca se había casado, novias había tenido muchas –
tantas como temporadas de béisbol había jugado – pero para disgusto de sus dos
bisabuelas (Crisalda la heredada y Carmen Andrea la de adopción), Chuchín nunca
se había comprometido, nunca se había casado y ambas mujeres habían muerto
hacía pocos años sin lograr cumplir su deseo de cargar a un hijo del amado
Jesús Sacramentado. Pero ese año, para su cuarenta cumpleaños, los amigos de la
cofradía, le organizaron una fiesta en el Teque, al llegar Chuchín, comenzó a
saludar y abrazar a todos los presentes, cuando de repente, la vio en la pista
de baile, era una bella negra de figura prieta, de unos veinte y tantos años,
bella como él nunca había visto antes, de inmediato le preguntó a los amigos,
¿Quién era ella? Se llamaba Rosalinda,
era cuñada del nieto del viejo Meneses, vivía en Higuerote, y se había venido a
Yare a pasar unos meses con su hermana, la mujer de Meneses junior, que estaba
preñada; Chuchin no lo podía creer, como su tocaya del poema de Ernesto Luis
Rodríguez, que tanta veces había declamado: tenía los senos bonitos, como las
rosas abiertas, pulpa de amor era el centro, de sus pupilas saltonas, como las
frutas pintonas, que dicen mucho por dentro; así que para no extendernos mucho,
digamos que lo de Chuchín con Rosalinda fue amor a primera vista.
Esa noche Chuchín la sacó a bailar, y, para
reponer la entrada, bailaron la noche enterita. Ya justo antes del amanecer,
Rosalinda, le dijo sonriendo que la acompañara hasta su casa, y, para celos de
las damas y envidia de los caballeros, ambos salieron del local, agarrados de
la mano, como novios de mucho tiempo; Chuchín, aplicó todas sus tretas, de
galán, pensando que, esa noche, ya había coronado y que al llegar al rancho, lo
invitaría al chinchorro, PA´ DECIRLE UN COROTICO; así que cuando llegaron a la
puerta del rancho, y ella se empinó para llagarle a la altura de sus labios,
esperaba un beso que fuera un pase libre al chinchorro y a ese cuerpo de ébano,
pero Rosalinda buscó las comisuras de los labios, y le dio un beso entre goloso
y tímido, luego la negra sonrió y se despidió diciéndole melodiosamente: «FELIZ
CUMPLEAÑOS MI NEGRO, LO PASE CHEVERÍSIMO, QUE SE REPITA», y antes de que
nuestro cuarto bate se repusiera de aquel slider,
entro al rancho, cerró la puerta y apago, tras de sí, la luz de la entrada,
dejando a Chuchin ponchado, sin tirarle.
De allí en adelante, se hicieron inseparables y pa´ donde iba uno aparecía el otro. En todo Yare se hablaba de como aquella negrita, había conquistado al inconquistable, los vieron juntos en los juegos de pelota, donde Chuchín seguía siendo manager, pitcher y cuarto bate, pero no novio de la madrina; durante las navidades, cuando se les vio de esquina en esquina, de bochinche en bochinche, tomando ron, cantando y bailando gaitas y aguinaldos; en los carnavales, cuando amanecieron bailando en lo que según los yarenses son los mejores Carnavales de Los Valles del Tuy, del estado Miranda, de Venezuela, del Mundo y de sus alrededores; en abril el día de San Francisco de Padua Patrono de Yare, cuando juntos se sentaron en las gradas de la manga de coleo del pueblo para disfrutar de los toros coleados; el día de La Cruz de Mayo, cuando entre cantos y flores, recorrieron juntos todos los altares del pueblo; y así llegó junio, y con junio al son del repique de la caja, el día en que se sueltan los diablos por las calles Yare para celebrar Corpus Christi; y una noche, cuando faltaba solo unas semana pa´ Corpus, estaban enchinchorrados luego de hacer el amor, cuando Rosalinda, apretó su negro cuerpo desnudo, al de Chuchín y le dijo golosa:
- ¿Pa´ la semana de Diablos, te dan libre miércoles, jueves y
viernes?
- Sí mi negra – contestó
ingenuamente Chuchín, sin ver o sospechar que
se le venía la trampa
- Cónchale mi negro: ¿y si nos vamos esa semana pa´ Higuetore,
pa´ estrenar el bikini blanco, que me regalaste de cumpleaños?, mira que tu
negra necesita Sol de playa – arremetió Rosalinda con voz sexi
- Pero, negra – contestó el hombre sorprendido – sabes que debo cumplir mis
promesas, este año termino la tercera, ya solo me quedan cuatro promesas,
veinte años y luego solo depende de mí
- Miria Negro, definitivamente no voy a esperar veinte años pa´
estrenar el bikini blanco – contesto Rosalinda, acariciando con sus senos
desnudos al cuerpo de su hombre – ¡Mira que tengo mucha ilusión de mostrarte como
me queda puesto! – y cambiando de tono – total, tú has bailado más de veinte
años seguidos, nadie te va a decir nada si te tomas un descansito para
complacer a esta negrita – y para acentuar su petición, se montó sobre el negro
iniciando el acto, antes de que él pudiera reclamar algo.
Esto se repitió, varias veces aquella noche y las noches que siguieron, así que – demostrando que aquello jala más que una yunta de bueyes – el miércoles de la semana de Corpus Cristi, antes de que saliera el Sol, se montaron ambos enamorados, en el viejo Escarabajo negro, que Chuchín, había heredado de su bisabuela Crisalda y tomaron rumbo a Higuerote, por la ruta de Guatopo-Caucagua. La idea del fugitivo era pararse a tomar café en el RESTAURANTE PARADOR LOS ALPES, ubicado en la encrucijada a donde llegan las vías de Los Valles del Tuy, el Parque Nacional Guatopo y Caucagua, y de allí seguir para llegar a Caucagua antes de que salieran las gandolas. Y aunque Chuchín, no lo decía, la verdadera razón para madrugar era poder salir de Yare, antes de que los compañeros de la cofradía lo vieran y lo señalaran como desertor.
Salieron pues, los enamorados muy temprano en el
escarabajo heredado de la abuela Crisalda, antes de arrancar Chuchín se
santiguó, se cruzó y tocó el rosario de la abuela que colgaba del retrovisor;
por la hora, no había tráfico y antes de las ocho de la mañana estaban
desayunando arepas de queso de mano y café con leche en Los Alpes, al terminar
fueron a los sanitarios para asegurarse que aquella fuera la única parada y
retomaron el viaje hacia Higuerote. Al rato de estar rodando, dice Rosalinda:
-
Épale Negro, ¿seguro que vas en la dirección correcta?
-
Sí claro, vamos vía a Caucagua.
-
Si tú lo dices – porfió la mujer – pero es que me pareció, pasar
por aquí esta mañana, temprano.
-
¡Verga negra,
tienes razón, me estoy regresando pa´ Yare! – reaccionó el hombre – menos mal que te diste cuenta.
Con prudencia, Chuchín, bajo la velocidad, hasta
llegar a un lugar amplio en la carretera, allí dio la vuelta en U y tomó
nuevamente la ruta en la dirección deseada; media hora más tarde, volvían a
pasar por el parador Los Alpes:
- Chuchín necesito que te pares para ir al baño – anunció Rosalinda.
- Otra vez – contestó con fastidio el hombre – ¿pero si fuimos antes de salir de
allí?
- Ajá, pero ahora tengo ganas, ¿Qué quieres que haga?, ¿Qué me
haga? – lo corto la negra
- Así, nunca vamos a llegar – murmuró Chuchín
Se volvieron a parar en aquella encrucijada, Rosalinda
se bajó para volver a utilizar los sanitarios y Chuchín se quedó en el carro,
con el motor prendido, “para meterle presión”; al rato – a Chuchín le pareció
muchísimo rato – regresó la mujer, pidiendo excusas, porque había mucha cola en
el baño, se montó, cerró rápidamente la puerta y regresaron a la carretera,
donde el chofer aceleró a lo máximo que permitían la carretera y el viejo
escarabajo, de manera de poder reponer el tiempo perdido, en eso estaba cuando:
- Coño, ¡qué vaina no lo puedo creer! – dijo molesto Chuchín.
- ¿Qué pasa? – respondió Rosalinda preocupada.
- Mira, es que vamos de nuevo de regreso, esto se cuenta y no se
cree, así no vamos a llegar nunca a la playa – contestó molesto el
hombre, sin saber a quién echarle la culpa,
mientras buscaba un sitio para volver a dar la vuelta en U y tomar la dirección
correcta.
Cuando llegaron por tercera vez a la encrucijada
de Los Alpes, Chuchín no pensaba ni en bajar la velocidad ni en detenerse, y le
pregunto a Rosalinda:
- ¿Qué hora es? – nótese que ya no le decía: ni mi amor, ni mi
negra, ni querida, ni nada parecido
- Van a ser las 10 – contestó Rosalinda, mirando el reloj
- ¡Como la hora bajamos los diablos, los miércoles! – respondió Chuchín sin
pensarlo mucho
No había terminado de hablar el hombre, cuando
¡PUN, PUN, PUN!, el carrito se llenó del repique de las campanas, los cohetes,
el cajero; ¡PUN, PUN, PUN! Ambos sentían
que las maracas, las campanas, los cohetes y el cajero estaban junto a ellos en
el pequeño carro. El ruido se les entrometía en la cabeza, ¡PUN, PUN, PUN!.
Aquello no se terminaba, sentían como si los diablos, las maracas, la campana,
los cohetes, el cajero, estuvieran dentro de ellos, como si estuvieran dentro
de sus cabezas.
Con suerte, Chuchín logró parar el carro aun
lado de carretera y, de inmediato, se puso al cuello el rosario de la abuela
Crisalda, que colgaba del espejo retrovisor, ambos se santiguaban se ponían en
cruz, hacia garabatos, rezaban,
lloraban, volvían a rezar, seguían llorando, hasta que finalmente, así como
empezaron, cesaron los ruidos; aún llorando ambos se abrazaron, no decían nada,
solo lloraban. Sin hablar, Chuchín le puso el rosario a su amada, le dio un
beso en la mejilla, metió la primera velocidad, regresó a la carretera, dio la
vuelta en U y se dirigió en la dirección correcta, hacia San Francisco de Yare.
Aquel año, Chuchín – Jesús Sacramentado, quedó solo para la cédula de identidad, las abuelas difuntas y algunos profesores del liceo – llegó algo tarde a la fiesta de los diablos, pero no dejó de cumplir con la promesa que su difunta madre Catalina – Catina le decían su madre y su abuela Crisalda. Los años siguieron pasando, Chuchín seguía pagando promesa tras promesa hasta los sesenta años, cuando fue con su esposa la negra Rosalinda y sus cuatro hijos para cumplir finalmente con la séptima promesa que su madre había hecho en su nombre aquel jueves de Corpus antes de que él naciera; al de irse con los diablos, el nuevo Primer Capataz de Yare abrazó a sus hijos, besó a su negra en los labios, sonrió mostrando su blanca dentadura y dijo mirando al cielo: «BUENO MAMITA QUERIDA, YA BAILE CUARENTA Y DOS AÑOS, YA TENGO SESENTA AÑOS, FINALMENTE CUMPLÍ CON TUS SIETE PROMESAS, DE AQUÍ EN ADELANTE SOLO DEPENDERÁ DE LO QUE YO QUIERA … … …»
PTERODÁCTILO ANCESTRAL,
Juan Rodrigo Rodriguez
Caracas, 14 de junio 2023
NOTAS DEL AUTOR:
- Los protagonistas, personajes y hechos incluidos en este relato son completamente ficticios e inventados por nosotros. La utilización de personas e instituciones verdaderas o hechos reales se realizó solo con fines de enmarcar a nuestros personajes en un tiempo y espacio determinado. Cualquier otro parecido con la realidad es pura y simple coincidencia. Nuestro mayor respeto y consideración para San Francisco de Yare, para los diablos danzantes y para aquellas personas que mencionamos con sus nombres verdaderos y que fueron, son y serán referencia de esta fiesta en Yare
- Esta historia comenzó a darme vueltas en la cabeza desde marzo del año 1983, cuando aun no conocía a San Francisco de Yare, en ese año recibí un regalo maravilloso de Andreina Borzacchini y Gustavo Silva; se trataba de un bellísimo libro de la Fundación La Salle titulado DIABLOS DANZANTES DE VENEZUELA, hoy finalmente termino mi historia, sazonada con los veintitrés años que trabaje en este pueblo y con su gente