sábado, 27 de octubre de 2018

Nostalgias Heredadas, dia #01 - Llegamos



Cual niño apenado: El Teide había permanecido oculto, tras las nubes, durante todo nuestro primer día en La Isla.



Pero a la mañana siguiente, como si de repente nos hubiera reconocido como a unos de los suyos, se nos fue insinuado, a pedacitos y mostrándose, muy poco a poco, como diciéndonos: ¡ Coñoooo, yo les conozco, ¡ ¿tú eres hijo de Roro y Cecilia? !



Aquella semana de búsqueda de nostalgias heredadas, la habíamos anhelado hacía muchísimo tiempo (pareciera que desde siempre), y el anhelo había crecido desde la partida del viejo (que coincidió con el inicio de mi fantasía de sentirme poeta), pero recién había iniciado el día anterior en Aena: cuando nuestro avión proveniente de Barajas, aterrizó en el Aeropuerto del Norte (cuando mi última visita a la Isla – hacían cuarenta y dos años – aún lo llamaba Aeropuerto de Los Rodeos). Allí nos “esperaba”: el primo, tocayo, amigo, y durante toda esta semana guía, navegante, sommelier  y baquiano: Juan Sebastián (no del Cano).



Al salir de Aena, El Teide estaba oculto tras un denso manto de nubes, por lo que no pudimos hacer los saludos ni presentaciones de rigor (Desiree no lo conocía sino por fotos y cuentos). Sin perder tiempo, nuestro guía enfilo hacia la nueva autopista (todo aquí era nuevo para mí), rodeamos La Laguna y rápidamente (a la máxima velocidad que permitía aquel moderno TOYOTA HIBRIDO) nos dirigimos a El Puerto de mis ancestros.



Entramos por el este, y al iniciar el descenso hacia las playas que besan El Valle de La Orotava, nos encontramos de frente con las frías aguas y negras arenas de Martiánez, custodiadas por sus negros acantilados y el lago. Ambos pensábamos y deseábamos, que allí, en esas playas estuviera todo aquello que veníamos a buscar.



Luego todo se apresuró, llegamos al Hotel Marte, dejamos las maletas, besamos a la Tía (y le dimos los saludos de mi madre), saludamos a los primos, y nos dispusimos a cumplir con la tradición, práctica y costumbre de ir a apresuradamente a la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, para saludar al Viejito, y de paso visitar a la Virgencita del Carmen a la que también, le llevábamos muchos saludos de nuestra Pastorcita de Barquisimeto.



Al salir del hotel, y dirigirnos a nuestra misión, nos cruzamos con la ermita a la virgen que la tía Ana Maria había incorporado a la esquina Este del hotel, y de inmediato lamentamos no haberlo sabido antes, para traerle una virgencita de Coromoto o del Valle; nada ya tenemos Homework para Caracas. Seguimos y apresuramos el paso.



La Plaza del Charco
Con esa premura cruzábamos la Plaza del Charco, cuando un señor de unos 80 años, me dice:

 - ¿Tú eres hijo del Rorro?, ¿nieto de Don Pedro?, ¿sobrino de Santiago?

  •  - Si, si y si – le conteste entre intrigado y pasmado por la pregunta,

  •  - Coñoooooooo muchacho que no puedes negar tu apellido – contesto el viejo – yo fui muy amigo de tu padre y trabajé en la lonja con tu abuelo Perico, sentí muchísimo la partida del Roro y de tus tíos Santiago y Juanito, mándale a Cecilia un beso muy grande de parte de Yago.


EL VIEJITO
GRAN PODER DE DIOS
Puerto de La Cruz
Tenerife

Continuamos hacia nuestro destino – no lo recordaba, pero sabía exactamente donde quedaba – así que sin más distracciones finalmente llegamos, entramos al templo, nos acercamos al viejito, y lo saludamos como a un viejo familiar que no veíamos desde hacía tiempo, pero lo conociéramos desde siempre, y allí nos contamos todo para ponernos al día: le dije que extrañábamos mucho a mi padre y que lamentábamos profundamente no haberle dicho más veces gracias y te amo, que por favor le diera un beso de nuestra parte por todos aquellos que no le dimos y  finalmente le dije que escribiríamos este relato para decirle a mi madre que la amamos mucho, muchísimo. Por su lado Desiree también le mando saludos a Rodrigo, sé que le dijo algo de estar muy agradecida, pero no la escuche bien y ella nunca me conto.




Cumplida la tradición, y ya arreglados los asuntos, salimos a darle juntos, la primera vuelta a la manzana: Plaza de la Iglesia con sus dragos, sus jardines y su fuente del cisne de piedra; las gemelas Iglesias de San Francisco y San Juan ubicadas frente a la Plaza de Víctor Pérez con su tradicional fuente Ñamera y sus bancos para novios (allí nos dimos un beso); El Muelle (foto obligada con la pescadora cargando su cesta, y otra frente al edificio donde estuvo la lonja del Abuelo Perico); la casa de Miranda (hoy, para molestia de nuestro guía, alberga una moderna cafetería Starbucks); el Mirador del Penitente (la idea era ver allí al Tío Pancho pescando, pero es tarde y ya se fue, tarea pendiente para mañana); San Telmo (el mirador, la playa, la ermita, el paseo, las piscinas, la chamos saltando las rocas con la marea); la Plaza del Charco con su Bar Dinámico y su fuente Ñamera; y así en cada esquina, en cada rincón, en cada recoveco: las historias de mi viejo, las nostalgias de mi madre, los mitos, amores y leyendas de los tíos, la añoranza por los abuelos nunca disfrutados, la morriña por la familia dispersa por la urbe, y todo eso: sazonado por el legado, el orgullo de ser hijos de Rodrigo y Cecilia. 

Y aquí debo confesarles que de alguna manera, entendimos que en ese viaje llevábamos dos guías: por un lado Juan Sebastian muy orgulloso de su tierra y profundamente gustoso de enseñarla, por el otro los recuerdos de mis visitas al Puerto. La primera en 1967 a los cuatro años, y (sobre todo) la que hice en 1976 a los trece años, con mi padre. Recuerdos y nostalgias sazonados, agrandados, reforzados con muchos años de escuchar las historias de mis viejos. Por lo que de alguna manera en cada esquina, encontrábamos un recuerdo. 



El Monumento a la Pescadora

escultura en bronce

Muelle de El Puerto de La Cruz

2008 - Julio Nie
A final de la tarde El Teide aún se nos ocultaba entre nubes, y nos regresamos a el Marte en donde nos esperaban el primo Carlos y su hija, para invitarnos – junto con Juan el Baquiano – a uno de esos restaurantes de campo convertidos en estandartes de la cultura gastronómica Tinerfeña, y que son excelentes para acordar con los amigos para probar el vino de la casa, acompañándolo de un menú sencillo, sabroso y autentico; cocido al calor de esta caliente tierra volcánica, y todo pensado para acompañar estas catas informales con sabor isleño. Si, los primos, nos invitaban a un Guachinche de esos que saben a la comida de mi madre. De esos que suenan a: Guanche con Bochinche, de esos que se conocen y se extrañan sin nunca haberlos conocidos.

Si no toma vino: ¿PARA QUE VINO?


Al entrar, solo nos preguntaron: «blanco o tinto», y así de inmediato entendimos aquello de: «si no quiere vino, ¿a qué vino?», nos trajeron un cuartico de vino tinto de listac negro (el primero de muchos), acompañado de queso fresco de cabra y a la plancha, calamares en su tinta, garbanzos en salsa, carne fiesta, huevos estrellados, y mucho, mucho más. Y así sintiéndonos como uno de los nueve menceyes guanches de Tenerife y comiendo como cualquier sábado en la tarde en la mesa de mi madre en El Pozo, se terminó nuestro primer día en la isla de mis padres, y aun sin poder ver al Teide … …

Pterodáctilo Ancestral
28 de octubre 2018
a los tres años de la partida de El Viejo Rodrigo

ESTA HISTORIA CONTINUARA... … …

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