Aun el Sol no calienta a la Sultana del Ávila y,
arrullada por el cantar de las quebradas que la atraviesan de norte a sur, la
urbanización enclavada dentro de la montaña, continúa durmiendo, pero en lo que
concierne a este relato, lo que verdaderamente nos interesa es que aún no
amanece en LAS RESIDENCIAS GALINDO … … …
Cesar duerme abrazado a la bella dama que es su amada esposa
desde hace veinte años, sueña, no sabe con qué ni con quién, solo sabe que
sueña, imprevistamente, de la nada, en medio del sueño inicia un aullido, de
uno, de dos, de mil, de millones, de infinitos perros, un aullido que inicia a
lo lejos, como un rumor, pero que de inmediato va in crescendo, aumentando como
si se fueran sumando más y más animales a aquel terrorífico coro, como si la
manada se fuera acercando y llegando hasta donde Cesar duerme, como si la
jauría se adueñara del edificio, del apartamento, del cuarto, del sueño de
Cesar, Cesar sueña, ¿Cesar sueña??? … …
Erick el guachimán no estaba hoy de turno, pero su socio
y compañero que debía sustituirlo nunca llegó a reemplazarlo, por eso había
tenido que quedarse por cuarta noche seguida en aquella fría, húmeda y minúscula
garita ubicada junto a la puerta principal de LAS RESIDENCIAS GALINDO, el
presidente de la junta y algunos vecinos en agradecimiento le habían llevado
tres arepas de Reina Pepiada, un batido de lechosa y un termo café para cenar, él
había comido mientras escuchaba el juego de los Navegantes contra las Águilas en
Maracaibo, los cerradores turcos habían vuelto a fracasar y nuevamente a su
amado Magallanes lo habían dejando en el terreno en la décima entrada. «Definitivamente
debo cambiarme de equipo – recordó para sí – ahora perdemos hasta con Zulia».
Después de eso se había olvidado de sus labores y por el cansancio de redoblar
turno, se quedó dormido, se quedó bien dormido, se quedó totalmente dormido, y Erick
más nunca despertó … …
Luis es madrugador, le encanta despertar antes del amanecer
y disfrutar de la ubicación de LAS RESIDENCIAS GALINDO al pie de El Ávila, lo
que hace que antes de la salida del sol, su apartamento se llene de un impredecible
y multifacético coro interpretado por “cientos o miles de aves” del cerro
caraquequeño; un concierto que podría presentarse digna y triunfantemente en cualquier
teatro del mundo; una interpretación diferente cada día, un estreno cada
madrugada. Pero esta mañana lo que despertó a Luis fue un silencio ensordecedor,
no se escuchaba ni un trino de cristofué, ni un grito de guacamaya, ni el más mínimo
canto de una guacharaca o el más insignificante silbido de un turpial. Aun
confundido, y adormilado se para en la oscuridad y tambaleante camina hacia la
ventana de su cuarto, asomado desde allí observa el cerro aun en penumbra, de
inmediato lo sobrecoge el completo silencio que le llega desde aquellas sombras,
cuando sin aviso, de la nada, pero por todos lados y de todos lados, le llega,
lo envuelve aquel terrible aullido, de inmediato pensó que jamás había escuchado
algo semejante, y la verdad es que Luis jamás escucharía más nada … …
Ricardo, Jorge, Corina, Carlos y Natacha, son
estudiantes de la universidad que comparte terrenos con la urbanización, el
apartamento lo compró el padre de Corina cuando su hija menor se mudó de Ciudad
Bolívar a Caracas para estudiar Estudios Liberales en la UNIMET; las lenguas, chimes
y envidias de las vecinas del edificio (a la que nuestros estudiantes llaman
LAS DOÑAS), dicen que la plata le vino de un negocio con minas de oro en El
Callao, nadie sabe si eso es verdad, nadie conoce en dónde nació aquel chisme,
nadie lo puede corroborar, pero lo que sí es seguro, lo que sí es verdad es que
Corina y sus “compañeros de estudió”, convirtieron aquel PH de la torre Norte
de LAS RESIDENCIAS GALINDO en su salón de estudio, biblioteca, sala de cine, cibercafé,
fotocopiadora, cocina, baño, lugar de relax, guarida, madriguera, cubil,
caverna, antro y eventualmente en laboratorio y nido de amor para algunos de
ellos. Ahora con las clases vía Internet, la pandilla aprovechaba el sistema de
50 Mbps por NETUno, que el padre de Corina ha contratado para su querubín. Ese día
habían terminado los exámenes de la 8va semana y la pandilla se habían reunido
a jugar truco en la terraza del PH con vista al cerro y a la ciudad, compartiendo
un exquisito ron Linaje de Sta. Teresa. “TRUCO” – grito Ricardo – “RETRUCO” –
reviro Corina – “VALE NUEVE” – intento responder Jorge cuando inició el
aullido. Atemorizados y curiosos, todos se pararon y se asomaron buscando el
origen, se miraron a las caras, Carlos, que nunca perdía oportunidad, aprovecho
para abrazar a Corina que temblaba de miedo y frío, eso fue todo, nunca se
terminó aquel abrazo, nunca acabó aquel juego, más nunca jugaron truco, ni jugaron
más nada … …
Maria del Carmen, siempre recordaba la primera noche
que durmió en la conserjería de LAS RESIDENCIAS GALINDO de la calle uno de
aquella urbanización enclavada en terrenos robados al Parque Nacional, la
ventana de su cocina daba para la quebrada homónima, y durante la noche y
especialmente antes del amanecer el bullicioso chirriar de las ranas, le hicieron
sentir que aún se encontraba enchinchorrada contra Saúl, en el rancho que su Negro
tenía en el conuco sembrado a las riberas del Rio Tuy, cerca de su natal San
Francisco de Yare; desde ese día la chica disfrutaba de levantarse muy temprano,
colar café, llenar generosamente su taza de peltre y sentarse bajo la ventana
de la cocina a sorber el primer guayoyo sin azúcar del día, mientras se dejaba transportar
por aquel canto hasta día más felices cuando dormía abrazando su desnudo cuerpo
de niña-mujer al de su negro, arrullada por el canto de otras ranas, al borde
de otras quebradas; al Negro Saúl lo mato la Guardia Nacional una noche del
2020, por salir sin salvoconducto pa´l conuco a cosechar la yuca durante una
semana de confinamiento radical, por eso ella se vino pa´ Caracas, y se puso a
trabajar en la consejería de aquel edificio. Tan extasiada estaba en sus
recuerdos, visiones, fantasías, lujurias, que no se percató de que esa
madrugada las ranas de la quebrada Galindo no cantaban, hasta que el aullido se
hizo inmenso y la hizo retornar de su trance; regresada a la pequeña cocina,
intento descifrar a qué tipo de jauría correspondía aquel inmenso clamor, y en
eso precisamente estaba cuando intento llevarse la humeante taza de peltre a
los labios, pero ya no pudo degustar su café, ya más más nunca pudo degustar
más nada … …
Daniel y Patricia se casaron hace una semana, se
fueron de luna de miel al pueblo de Galipán y de inmediato se instalaron a
vivir en uno de los apartamentos que el papá de Paty tenía en LAS RESIDENCIAS
GALINDO; ambos son colegas en una oficina de arquitectura y desde marzo del
2020 el COVID los confino a laborar desde sus casas en lo que ahora llaman teletrabajo,
una de las ventajas es que de esa manera pueden permanecer en la recién
estrenada cama matrimonial hasta un poco más tarde cada mañana; decimos “permanecer
y no dormir”, porque los jóvenes
enamorados, desde que eran novios, acostumbraron a disfrutar de lo que ellos
bautizaron como “EL MADRUGADOR”, cuya singularidad radica en que debe suceder antes
de que salga el sol, para que de esa manera sea el azimut que marque el rumbo del
resto del día; ahora en su nueva residencia se estan acostumbrando a disfrutarlo
bajo el arrullo de los pájaros y el chirriar de las ranas. Pero a esa edad, y
con esas ganas, hay detalles que no importan, por lo que los recién casados no
notaron que esa madrugada no se escuchaban ni lo uno ni lo otro, en plena labor
estaban cuando el aullido invadió todo el apartamento y ocupo la habitación de
los amantes, como era de esperarse los enamorados no se detuvieron ni un
instante en su labor y de esa manera ocurrió que: Patricia, Daniel y el suceso “llegaron”
todos al mismo tiempo, y, además es importante resaltar, aquella fue la última
vez que aquellos ardientes jóvenes llegaron … …
Víctor se levantó como impulsado por una catapulta,
cuando escucho el despertador de su celular sabía que tenía solo media hora antes
de que llegara el taxi a LAS RESIDENCIAS GALINDO. Rodeado por la total
oscuridad de aquellas horas, sintió en los huesos el frio que se cuela justo
antes del alba y recordó que a sus 72 años «estaba muy viejo para esto»; apago
el repiqueteo del celular para no despertar ni a Roció, la mujer que dormía a su
lado desde hacía más de cuarenta años, ni a los nietos de ambos que dormían en
la habitación continua. Se dirigió al baño, cerrando la puerta antes de prender
la luz, para no molestar a los durmientes, mientras estaba allí, medito en cómo
les había cambiado la vida desde que su hija y su yerno se sumarán a la
diáspora que salía a buscar nuevas y mejores condiciones más allá de las
fronteras. Cuando se despidieron sobre la CROMOINTERFERENCIA DE COLOR ADITIVO del
aeropuerto de Maiquetía, les habían dejado a los hijos de 2 y 3 años: «solo por
cuatro, cinco o seis meses, hasta que nos establezcamos allí y los vengamos a
buscar», pero una cosa piensa el borracho y otra muy diferente el bodeguero: casi
3 años más tarde las complicaciones intrínsecas al éxodo, sumadas a las de la
pandemia de COVID´19 y a la crisis de valores, económica y social que azota la
vida de todos los que tenemos que convivir en este Siglo XXI, trastocaron sus
planes; ambos aún estaban sin trabajo estable y el prometido retorno para
buscar los retoños, no había sucedido, por eso Víctor luego de varios años de
retirado, había tenido que volver a ceñirse el traje de luces, salido de su
condición de retirado para regresar al ruedo, representando varias marcas de equipos
residenciales, y en ese retomado rol de vendedor, es que esta mañana (más bien:
esta madrugada) se dirigía a la Isla de Margarita, para ofrecerle a una
promotora que construían un condominio premium en Cimarrón: una planta
eléctrica, unos paneles solares, un equipo de tratamiento de aguas negras y uno
de desalinización de agua salada. Cuando salió del baño, ambos nietos se habían
acurrucado junto a la abuela, el vendedor sonrió con “envidia sana” (si es que
eso podía existir en algún corazón humano); aun a oscuras se terminó de vestir,
beso a su esposa en la cabeza («buen viaje, repórtate por favor» farfullo ella
totalmente dormida, mientras se abrazaba a los nietos), abandono su
apartamento, tomo el ascensor, bajo al estacionamiento, salió a la calle,
abordo el taxi que lo esperaba y cuando el chofer arranco al aeropuerto de
Maiquetía, Víctor bajo el vidrio del carro para prender un cigarrillo (había
regresado al vicio casi al mismo tiempo que al trabajo), en ese momento lo
alcanzo el gran aullido, el chofer bajo la velocidad sin detener el taxi, y
Víctor intento descifra de donde venía aquel pavoroso alarido, tardo mucho en
entenderlo, y tardo más en entender que aquel beso apresurado en la cabeza,
había sido el último que él daría a su amada mujer, pero la verdad Víctor fue
de los pocos vecinos que durmieron aquella noche en LAS RESIDENCIAS GALINDO, y
al final del día pudieron contar la historia … …
El sismo, seísmo, temblor o terremoto (al final todos los
nombres son sinónimos y todos nos parecen aterradores), fue similar al tan
recordado con que la capital bailo su Cuatricentenario en julio de 1967: un
pico de 6,7° en la escala de Richter y una duración de poco menos de un minuto.
Los cientos de mascotas encerradas en los apartamentos de los edificios de
aquella urbanización ubicada dentro del Cerro Ávila, sintieron el fenómeno
antes de que iniciara y lo anunciaron uniéndose en un aullido o clamor de miedo
y desasosiego, por sus vidas y las de sus familias de dos piernas.
Los abnegados funcionarios de los organismos
gubernamentales y no gubernamentales responsables de eso que ahora se llama
protección civil (el conjunto de las disposiciones, medidas y acciones
destinadas a la prevención, auxilio y recuperación de la población ante la
eventualidad de un desastre) llegaron al sitio casi sin recursos. Víctor y el
chofer se sumaron a los cientos de voluntarios que con sus manos comenzaron a
remover los escombros en que se había convertido la otrora RESIDENCIAS GALINDO;
el chofer del taxi, consigue una fotografía rota entre los escombros, se lo
muestra al hombre ahora convertido en anciano, el grito nace de la nada, sale de
todos lados, les llega a todos, los envuelve a todos, como un terrible aullido
de una jauría herida … ….
perdida ya de su fe,
pero destruida será
el día de San Bernabé,
quien vivirá lo verá"
«Según las crónicas y cuentos de Caracas, este fue el
canto del loco RAPOSANTA advirtiendo del primer terremoto de Caracas el 11 de
junio de 1641» – Don José Antonio Calcaño, músico y divulgador cultural caraqueño,
recoge en sus escritos esta crónica sobre la premonición fatalista del loco
Saturnino, a quien la muchachada de entonces molestaba con el nombre de
"Ropasanta".
por Pterodáctilo Ancestral
Juan Rodrigo Rodríguez Martín
Caracas, noviembre 2021